Llegar a ser idiota PDF Imprimir E-mail
Opinión / Actualidad - Política
Escrito por Nacho Carratalá   
Miércoles, 23 de Octubre de 2013 06:15

A veces, el contexto entorpece la labor de comprensión más que facilitarla. Por ello, voy a intentar, con su permiso, un breve ejercicio de descontextualización. Es el siguiente: “En dos años, el Gobierno ha destituido a tres comisarios jefes de la Policía Judicial que investigaban casos de corrupción dentro de su partido”. Ahora, olvídense del país —no lo he mencionado— y quédense con los hechos: tres personas distintas han ocupado el mismo cargo en solo dos años, tres personas que han sido cesadas según avanzaban en sus investigaciones. Unas investigaciones que conciernen a altos cargos del partido que gobierna; los mismos altos cargos que quitan y ponen a uno y a otro comisario.


Los más templados y prudentes dirán que resulta cuanto menos sospechoso, mientras que los más apasionados preguntarán en qué clase de república bananera ocurren cosas como esta. Y yo tendré que responderles que, muy a mi pesar, ni siquiera es una república. Somos un reino bananero, si acaso, porque, sí, estas cosas pasan en España. Y lo peor es que no tienen la repercusión que cabría esperar.


Dudo mucho que se trate de un asunto de rubor y prudencia; no creo que nadie en nuestro reino bananero se corte un pelo en señalar obviedades. De hecho, lo hace todo el mundo continuamente. El problema es que el resto de obviedades termina por enterrar estas otras, que son las que realmente importan. Porque es una obviedad decir que el Gobierno anda buscando “una actitud amable” en el Comisario Jefe de la Policía Judicial. Por decirlo de alguna manera, lo han pasado muy mal y necesitan comprensión. Entiéndanlos, ha sido un trance muy duro y fastidioso. Tanto sobre, tantos números, tantos nombres y en tantos medios. Medios malos, insidiosos, interesados, ¡rojos!, al fin y al cabo. Y judíos y masones, muy probablemente.


Así que les animo a dejarse llevar por lo obvio. Establezcan relaciones simples entre hechos aún más simples, pero discriminen cuáles valen la pena. Saquen a la gente de la sección de “Deportes”. Y no se engañen, por mucho que Hollywood lo intente: la mayoría de las veces las cosas son lo que parecen. Y, por mucho que nuestro entrecomilladísimo Estado de derecho —estado de caridad, estado privatizado o estado bananero— recurra cuando le interesa a la presunción de inocencia, tenemos la obligación de señalar lo que ocurre delante de nuestras narices. Y no crean que es por acritud. Es más bien un ejercicio de supervivencia, porque, si dejamos de señalarlo, llegará un día en que no veremos nada. Y nos romperemos las narices sin saber con qué.


Llegar a ser idiota es fruto de un largo proceso de pasividad extrema.

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Fuente: La Columnata