Jorge Fernández Díaz, fanático, pero no gilipollas PDF Imprimir E-mail
Opinión / Actualidad - Política
Escrito por Indar Pilulak   
Jueves, 07 de Marzo de 2013 00:00

El racismo vuelve a mostrarse con su peor cara, que ya creíamos desaparecida tras la caída de la Sudáfrica racista. Y lo hace en Israel. Ante las quejas de los colonos judíos instalados -perdón- en Cisjordania, pues se veían obligados a compartir con ciudadanos palestinos los autobuses de la línea que une este territorio con Tel Aviv, el gobierno israelí ha optado por dividir el servicio, creando una línea sólo para judíos, y otra, con el mismo recorrido, sólo para palestinos. Los israelies han perdido definitivamente cualquier atisbo de dignidad o decencia.

 

El ministro de Interior, el señor Jorge Fernández Díaz, ha alcanzado con solvencia las portadas de todos los digitales españoles gracias a su acendrado reaccionarismo ideológico y, especialmente, religioso. Su mención a la pervivencia de la especie humana como argumento para renegar del acceso de las parejas del mismo sexo a la institución del matrimonio va a sentar cátedra entre los monologuistas hispanos, eso fijo. Sin embargo, más allá de la debilidad argumentativa que supone el comentario en el debate sobre dicha cuestión, es a la vez un signo de la visión del mundo que perpetra el ministro de la porra.

 

Así, lo que debería saber -si no se lo impidiera su reaccionarismo socio/religioso- el señor ministro es que el matrimonio es una institución social, a través de la cual el Estado reconoce la unión de dos personas de manera que, a partir de ese reconocimiento, les otorga ciertos derechos y les impone determinadas obligaciones, como pareja y como individuos. El matrimonio no es nada más. Y, por supuesto, no tiene nada que ver con la pervivencia de la especie, como resulta obvio si atendemos al hecho de que dos personas, hombre y mujer, que voluntariamente hubieran decidido no tener descendencia, también acceden sin el menor problema a la institución del matrimonio. Por no mencionar la contradicción en que incurre el señor Fernández Díaz al rechazar los ‘matrimonios gays’ por el citado motivo y, sin embargo, deshacerse de gusto cada vez que se cruza con el Papa católico, que es el jefe de un ejército de individuos, hombres y mujeres, que se niegan voluntariamente a perpetuar la especie con su adscripción a eso que llaman ‘celibato’ por motivos exclusivamente ideológicos.

¿Qué tiene que tener en la cabeza el señor Fernández Díaz, como lo tiene el ex-Papa Ratzinger, para decir lo que dice y establecer las relaciones que establece? Tiene la visión monolítica de los fanáticos religiosos, incapaces de separar el fenómeno humano, que es forzosamente diverso, de sus ‘profundas convicciones’. Para un fanático religioso como él, la diversidad de creencias, ideas, valores y opiniones no existe, la realidad es extremadamente simple: sólo existen dos tipos de personas, los que piensan y sienten como él mismo y las ‘ovejas descarriadas’ que han de ser ‘pastoreadas’, lo quieran o no, por su propio bien, por quienes están ‘en posesión de la verdad’.

Es por esto que la gente como él ‘debe’ tener acceso exclusivo a los instrumentos de poder que permitan que su particular moral -la católica- se extienda obligatoriamente a toda la sociedad. Y para ello, nada mejor que convertir la moral de la Iglesia en la moral por defecto del Estado. Esta realidad está plenamente operativa, por ejemplo, en la mayor parte de las sociedades musulmanas. En el mundo judío y en el cristiano, los líderes religiosos pugnan duramente, a diario, por volver a los tiempos en que ellos también eran capaces de imponer su voluntad a través de su control del Estado. Obviamente, el señor Fernández Díaz ‘confunde’ los ámbitos diferenciados entre el Estado y la Iglesia, de ahí que nos hable del ‘matrimonio natural’, el propio de la concepción eclesiástica, como el único legítimo para toda la sociedad. Y los confunde porque es un fanático.

¿Por qué el señor Fernández Díaz no ha dicho sencillamente esto en su alocución vaticana, en lugar de liarse con argumentaciones estúpidas de debilidad evidente? Porque es un fanático, pero no gilipollas. Como buen fanático, le gusta pasar por una persona normal, esconder su fanatismo. ¿Pero por qué utilizó un argumento tan tonto? Por una sencilla razón: porque, más allá de su ideología reaccionaria, no hay un argumento cabal para oponerse a que el Estado reconozca los matrimonios homosexuales, del mismo modo que reconoce los heterosexuales. Fernández Díaz sentía la necesidad de oponerse a los matrimonios homosexuales, se lo exige su concepción de la sociedad, su visión del mundo. Pero no podía presentar su ideología radical como único argumento, de manera que tuvo que buscar otro buen argumento para defender su posición. Su desgracia, es que no lo había.

---------------

Fuente: IzaroNews