Le hacíamos en Silos y estaba en Marbella PDF Imprimir E-mail
Opinión / Actualidad - Política
Escrito por Lucía Méndez   
Domingo, 27 de Mayo de 2012 00:00

DivarEl sociólogo polaco Bauman tiene dicho que en esta época lo que creíamos inmutable ya no lo es, y que ya no se contrapone un gusto refinado a otro vulgar. Las élites, añade, se lavan las manos en lo que respecta a su antiguo papel de dar ejemplo a los ciudadanos y ennoblecer su lugar en la sociedad. Tan cierto como que el último lugar donde alguien esperaría encontrarse a Carlos Dívar, presidente del Consejo General del Poder Judicial, es en el Hotel Puente Romano de Marbella o en el Casino de Torrequebrada, situado por la misma zona.

 

El gusto por el lujo de este hombre ha sido una verdadera sorpresa para el gran público. Según parece, sus conocidos sí estaban al tanto de que no vivía precisamente como San Francisco de Asís. A los demás nos dio el pego, con su misa diaria, su rosario en la mano y su piedad infinita. Nos imaginábamos a un hombre trabajando incansablemente día y noche en su despacho de presidente del Poder Judicial, comiendo frugalmente y pasando las vacaciones y los fines de semana en el Monasterio de Silos para hablar con Dios entre los mudos cipreses. Nada de eso. Dívar vive de miedo y viaja a capricho, disfruta de «semanas caribeñas» en las que sólo trabaja cuatro días y frecuenta los mismos hoteles, restaurantes y bares de piscina que Julián Muñoz o Francisco Correa. Tiene razón Bauman en que las élites ya no son lo que eran.

No acaba ahí la suerte de Dívar. Además, no tiene la obligación de aclarar a quién invita a un gin tonic en el bar de la piscina del hotel cuya factura corre a cuenta de los Presupuestos del Estado. La ley se lo permite y, al parecer, tampoco su conciencia le dicta que lo correcto sería explicar ante la institución que preside y ante los ciudadanos españoles cómo, dónde y por qué se gasta el dinero que carga al CGPJ en sus largos fines de semana. Si alguna vez cambia de opinión, también podría explicarnos por qué sus obligaciones profesionales le conducen con tanta frecuencia a Marbella, un lugar donde por otra parte cualquier juez con ganas de trabajar se pondría las botas.

Los ciudadanos estarán perplejos. No así el CGPJ. La mayoría ha bendecido la conducta de Dívar porque, según las crónicas, su denunciante, José Manuel Gómez Benítez, no ganaría un concurso de popularidad. La élite judicial española muestra así su olímpico desprecio hacia la ciudadanía.

En descargo de Dívar hay que decir que no es el único que se ha situado por encima del bien y del mal. Ahí están, en los mismos hoteles, todos los que dejaron cajas de ahorro en la ruina y fueron indemnizados por ello con pensiones de jubilación de medio millón de euros o más Las élites han puesto el listón ético a la altura del betún.

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Fuente: El Mundo