Reino de España: Malos tiempos, ¡corre la Vox! PDF Imprimir E-mail
Opinión / Actualidad - Política
Escrito por Ramón Zallo y Pedro Ibarra   
Lunes, 28 de Enero de 2019 00:00

EL funcional bipartidismo de alternancias -derecha más o menos dura (PP) e izquierda moderada (PSOE)- quedó tocado con la emergencia de Podemos, desde la indignación social del 11-M, y de Ciudadanos, desde el Ibex 35, quedando una tarta de dos a dos a escala estatal. Si para evitar la debacle por la corrupción conservadora (PP) se inventó C’s -con toques liberales y centralistas-, su insuficiencia para parar a los soberanismos y el peso de las izquierdas ha espoleado el nacionalismo de Estado y la xenofobia, apareciendo como muleta Vox, la ultraderecha, desde las entrañas de la derecha, el fascismo durmiente y los vientos xenófobos europeos.

La confluencia de los tres terrores, liberales -por decir algo- (C’s), conservadores (PP) y ultraderecha (Vox), ahora suma, no divide, al proyecto colectivo de orden y de clase dominante para frenar a unas izquierdas debilitadas por la falta de proyecto o coherencia y a unos soberanismos acantonados. Aunque con matices, al fondo son un solo proyecto de orden, jacobino, individualista e insolidario.

Veamos en qué se parecen en el discurso, sin entrar en sus raíces sociales.

Primero, el liberalismo, hoy más conocido como neoliberalismo, se desgajó del ideario liberal clásico, constituyéndose en el campeón del individualismo. Defiende que el individuo es todopoderoso a la hora de decidir y ejercer su libertad -todos tenemos las mismas condiciones de libertad para decidir, dice- y debe estar libre de compromisos y exigencias comunitarios. El discurso liberal propone la competición de todos contra todos para lograr el triunfo individual y mayores capacidades y poderes. Quienes alcanzan un estatus de superioridad frente a los otros lo hacen por sus méritos, mayor trabajo y capacidades. La igualdad no puede ser un objetivo proveniente de la acción política porque implicaría limitar la libre competencia.

El modelo económico de esta filosofía es el capitalista. El objetivo del capital es y debe ser adquirir más poder y beneficio económico desde un individualismo pasado por el mercado (desigual) como instancia reguladora única. La política -el Estado- en modo alguno debe interferir en el libre pacto decisorio entre capital y trabajo en nombre de la igualdad.

El segundo, el conservadurismo, es lo que sin más llamamos la derecha. Incorpora a la filosofía individualista el discurso y la correspondiente estrategia, del no-cambio. El conservadurismo intensifica un poco más que el neoliberalismo la afición por la desigualdad que es considerada como constitutiva de una sociedad armónica. Deben ser preservadas las tradiciones, conductas y prácticas culturales que expresen y potencien las instituciones de orden. El nacional-catolicismo como base.

Para la derecha, todo intento de cambiar una sociedad desigual, naturalmente jerarquizada entre diferentes, conduce al desorden. Y da la casualidad de que hoy en día ha aumentado sensiblemente el proceso de diferenciación social con presencia de grupos sociales que o son diferentes o están fuera del sistema. Mientras unos no tienen ni mandan (pobres, parados, precariado, migrantes) otros no obedecen y se empoderan (disidentes, mujeres desobedientes, pensionistas...). La protesta exige severidad en el control de la disidencia, sostiene la derechona.

Mientras los liberales entienden que una sociedad inevitablemente jerarquizada debe ser protegida con el mantenimiento del orden establecido a través de un Estado con prácticas autoritarias, la posición de la derecha conservadora de cara a los diferentes es aún más dura. Su acceso social debe ser impedido y su voz silenciada.

El tercero es la extrema derecha o neofascismo. Es una filosofía (perdón por utilizar esta hermosa palabra para tal basura) que implica una intensificación -y en determinados extremos una radicalización- de los idearios y opciones estratégicas de liberales y conservadores. Defiende el sistema económico actual productor de la desigualdad, pero matiza y refuerza algunas propuestas de los otros dos.

Comparativamente a liberales y conservadores, la posición neofascista es de autoritarismo político extremo y más radical frente a los diferentes. Los que están fuera del sistema y además fuera de la nación deben ser tratados con una estrategia de marginación (y aun de expulsión en algunos casos) para mantenerles en la desigualdad y la sumisión.

Pero además acentúa el lugar y sentido de la nación como pertenencia y factor de cohesión sin perjuicio del individualismo y la competitividad. Para los neofascistas, la nación la componen solo aquellos que asumen la superioridad de la nación. Mimetizarse en un ente triunfante y superior -la grandiosa comunidad nacional- es muy gratificante y alivia de las penalidades sociales. El neofascismo promete que serás de los elegidos al sentirte miembro de un extraordinario proyecto nacional.

Este trío reaccionario comparte concepción en aspectos centrales de la acción política. Misma concepción del individuo;parecidas prioridades en el papel otorgado al poder político y al tratamiento a los diferentes y desiguales;absoluto respeto a intereses y estrategia de los poderes económicos. Sin embargo, producen distintos procesos de articulación en las relaciones entre las diferentes formaciones en tanto varía el nivel de radicalización con el que cada grupo defiende sus objetivos y se dirigen a distintos segmentos. Las diferencias no están en el cuerpo doctrinal y estratégico de fondo -tampoco necesariamente en sus raíces sociales- sino en las específicas propuestas según los contextos.

Ahora estamos en una coyuntura (¿una nueva época?) propensa a la confluencia operativa entre las tres opciones y a la radicalización de las que presentaban un perfil más moderado con un reajuste de liderazgos. Confluencia no tiene por qué implicar alianza formal. Pero ni parece una confluencia ocasional que acabará inevitablemente en ruptura -y de ahí surgiría un esplendoroso ascenso de la izquierda y el soberanismo- ni tampoco hay que menospreciar las contradicciones de oportunidad, de agenda y de cifras electorales futuras entre los tres aparatos y dar por hecha su convergencia futura. Están en un fase de ensayo y error. Y también dependen de la reacción ajena.

Sin duda, es desde el malestar social de donde surgen estos apoyos a estas nuevas/viejas derechas. Pero la cuestión es que este malestar en esta oleada (post 11-M) se canaliza hacia quienes denuestan inconscientemente la función de lo público y que serán pasto del aumento de la desigualdad. En consecuencia, para resistir primero y disolver después esta obscura ola reaccionaria, deberían extenderse otras convicciones y miradas sociales más propositivas y solidarias, y sobre todo ofrecer resultados institucionales y movilizadores.

El contenido del acuerdo programático entre el PP y Vox de Andalucía, con el asentimiento virginal de C’s, muestra que es posible un programa común. Sería el culmen del aznarato -la casa común nacional-católica- o sea el programa de Vox con palabras del PP.

Aquí, en el País Vasco, parece que lo tenemos mejor, por aquello del microclima político post-ETA y porque la cuadrilla de tres no tiene demasiados apoyos (un PP de capa caída, un C’s que no cuaja y un Vox al que casi ni se le espera) y aquí no suma sino que se reparte. Pero conviene prevenir, blindarnos, para que no vengan. En todo caso y más allá de que probablemente sean partidarios de venir y que va a ser difícil disuadirles, la solución a la largo pasa por el reforzamiento y puesta en marcha de una construcción nacional basada en unas relaciones sociales -en todos los espacios y niveles sociales- asentadas en la solidaridad, cooperación, igualdad y decisión colectiva;una comunidad soberana en todos sus ámbitos, compuesta por ciudadanía que, con sus diferencias, confluye para construir una sociedad de iguales.

 

Ramón Zallo es catedrático de la Universidad del País Vasco-EHU.
Pedro Ibarra es profesor jubilado del Departamento de Ciencia Política de la UPV/EHU (Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea).
 
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Fuente: Sin Permiso