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Opinión / Actualidad - Política |
Escrito por Jesús González Pazos |
Lunes, 30 de Junio de 2014 05:40 |
Leyendo hace unas pocas semanas las páginas de un medio escrito de este país se podían encontrar, el mismo día y en una suerte de amontonamiento de noticias, algunas informaciones de este tipo: «Iberdrola ganó 953 millones de euros hasta marzo», «BBVA ganó 624 millones de euros en el primer trimestre», «el Ibex (las 25 grandes empresas españolas que cotizan en bolsa) gana 1,5% en abril». También era noticia destacada, el mismo día y en el mismo periódico, el nombramiento del expresidente del Partido Nacionalista Vasco, Josu Jon Imaz, como consejero delegado de Repsol. Esto último, como un nuevo ejemplo de aquello que se ha dado en llamar «las puertas giratorias», mecanismo por el que ex altos cargos políticos pasan, en muchos casos casi inmediatamente después de dejar sus cargos, a ser parte de los consejos ejecutivos o de administración de las grandes transnacionales españolas.
Por supuesto este mecanismo de trasvase de políticos, aunque no ilegal, es cuando menos sospechoso y poco ético, dando lugar a dudas razonables sobre si esta entrada en las élites del mundo económico, financiero y empresarial no tiene mucho que ver con lo que se conoce popularmente como «pago por los servicios prestados o por prestar aún». Pero al margen de esto último, y dado que no se pretende en este escrito hacer una nueva denuncia de la dudosa moralidad que suponen estos bailes entre altos cargos de la política y el poder económico, dejemos ese dato simplemente apuntado en la suma de los titulares anteriores. Lo que realmente se quiere ahora destacar es que, posiblemente, lo verdaderamente llamativo y a la vez muestra evidente del modelo de sistema y sociedad en crisis en la que ya nos movemos en una suerte de ruleta interminable de este tipo de noticias, es el hecho que todas ellas se publicaban un 1 de Mayo, día internacional de la clase trabajadora.
Pero han pasado algunas semanas y, sin embargo, todo mantiene la misma tónica, incluidas las declaraciones de la clase política de aquí y de allá en el sentido de que ya todo va a mejor, que vamos saliendo de la crisis, aunque, eso sí, no se creará todavía empleo y los expedientes de regulación de empleo siguen dándose a diario. Entonces, ¿dónde está la salida de la crisis? La respuesta a la anterior pregunta la podemos encontrar, en gran medida, en las últimas informaciones de estos días pasados. Según la OCDE, el Estado español ya es líder en Europa en algo, aunque sea en desigualdad social, lo que se concreta en el hecho de ser el país en que más ha aumentado su brecha entre las minorías enriquecidas y las mayorías empobrecidas. Así, en estos años de crisis los ingresos del 10% más pobre de la población cayeron un 40%, mientras que los de la más rica solo un 5%, y este mismo Estado español es el octavo país más desigual de los 34 que integran la OCDE, por detrás de países como México, Chile, Turquía o Portugal. Es decir, quienes ya eran pobres se han empobrecido hasta la indigencia y quienes eran ricos ahora lo son hasta el escándalo. Y el grueso de la población no camina en estos años precisamente hacia el enriquecimiento, sino hacia el empobrecimiento cada vez más acusado. Y ante este panorama, la disyuntiva que se plantea tiene que ver con el cuestionamiento radical del sistema que ya se demostró inapelablemente como injusto. En los primeros años de la crisis no eran pocos los que apelaron a que esta era cíclica, que pasaría en breve. Algunos otros hablaron de que era más profunda y que se requería una refundación del capitalismo para hacerlo más controlable. Sin embargo, este se ha demostrado como insaciable en su búsqueda permanente de beneficios a cualquier precio y ha pasado a ser él, el poder económico neoliberal, el que ejerce el control absoluto sobre los poderes políticos y sociales, a los que ya podemos denominar como los «sin-poderes políticos y sociales».
----------- Fuente: Gara |