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Monarquía - Casa irreal
Escrito por Jaume d'Urgell   
Domingo, 22 de Abril de 2012 00:00

Elefantes,  Juan CarlosEl problema no es que un rey viva a cuerpo de rey, por más escandaloso que resulte su estilo de vida —en contraste con los terribles recortes sociales—, la cuestión es: ¿Cuánto tiempo más vamos a permitir la malversación, usurpación, injerencia, delito electoral, opacidad y tráfico de influencias que implica una jefatura de Estado no-electa, vitalicia y hereditaria, en pleno siglo XXI, en el marco de un Estado democrático, constitucional y de Derecho?

 

Como es bien sabido, el monarca español sufrió hace unos días un percance al tropezar, caer y fracturarse la cadera mientras se encontraba cazando elefantes en Botswana. A consecuencia de ello, el Gobierno de España se vio obligado a fletar un avión para repatriarle, saltarse cualquier cosa parecida a una lista de espera e ingresar al jefe del Estado en una clínica privada —siendo el máximo representante de lo público—, para ser intervenido quirúrgicamente.

Pero eso fue lo de menos. El escándalo corrió como un reguero de pólvora: ¿Qué se supone que hacía el rey de España en un safari de lujo, mientras la ciudadanía sufre una de las mayores crisis económicas de la historia? ¿Quién pagó los gastos, cifrados en cerca de 50.000 euros, de esta nueva correría del mandatario? ¿Cómo es posible que, según confesó inicialmente un portavoz del Partido Popular, el Gobierno de España no tuviera ni la menor idea de dónde se encontraba el rey? ¿Quién firmó los reales decretos que efectivamente se firmaron mientras el rey se encontraba fuera del continente? ¿Deja el rey folios firmados en blanco o acaso hay alguna persona autorizada a falsificar la firma del monarca?
Una disculpa de diez segundos no justifica 35 años de derroche y lujo con dinero público

Muchas de estas preguntas resultan "demasiado sinceras" como para que las pueda responder buena parte de los parásitos políticos que a uno y otro lado del espectro ideológico, permanecen acostumbrados a seguir chupando del bote, sonreír y repetir el discurso plausible, vacío y oficial... lo que sea, con tal de no arriesgar la propia poltrona y así "seguir en esto", a pesar del cada vez más inocultable menoscabo de la decencia y honorabilidad que debería corresponder a una profesión que es la máxima expresión de servicio público: representar la voluntad democrática de la ciudadanía, expresada pacíficamente en las urnas. Parece sencillo, pero al parecer, se trata de una exigencia ética inasequible para el interés personal de muchas y muchos, de todos los colores —porque el color de la superficie, en política, no siempre permite permite conocer de qué está hecha la persona por dentro—.

Las críticas al rey llovieron desde los sectores más insospechados: el conservador Partido Nacionalista Vasco, por medio de su máximo dirigente —esta vez Urkullu, no solo Anasagasti—, expresó su malestar con una contundencia inusual en las formas a las que nos tiene acostumbrados; por su parte, Izquierda Unida mantuvo su habitual línea de coherencia democrática e ideológica, lanzando todo tipo de diatribas, desde las más diversas instancias, empezando por su coordinador general, Cayo Lara; en el Partido Socialista Obrero Español hubo opiniones para todos los gustos: la militancia de base se posicionaba muy claramente en favor de la República, mientras sus máximos líderes, Rubalcaba y Valenciano, terciaban en favor de mantener el régimen monárquico, aunque señalaron el claro error de la Corona, en el otro lado: el secretario general de los socialistas madrileños, Tomás Gómez, dijo literalmente que si el monarca no era capaz de cumplir con sus obligaciones, debería pensar en la idea de abdicar, y el secretario general de los socialistas vascos, el Lehendakari Patxi López, también señaló que el rey se había equivocado gravemente.

Y por si todo eso no fuera suficiente, el rey terminó de avivar el fuego en su primera declaración pública tras el desaguisado, al pretender disculparse empleando menos de 140 caracteres, como si fuera un titular pensado para Twitter. ¡Una disculpa de menos de 10 segundos! Por supuesto, a pesar del discurso unánime de los medios de comunicación, la ciudadanía lo tenía claro: una disculpa de 10 segundos no justifica más de 35 años de vergonzoso derroche dinero público.  Una Jefatura de Estado no es un juego de niños, exige seriedad y responsabilidad.

Y es que el coste económico de la monarquía no es el factor más importante a la hora de denunciar el carácter ilegítimo de dicha institución, pero los hechos de estos días han terminado por demostrar la flagrante falsedad de las cuentas publicadas recientemente, según las cuales el rey apenas percibía 150.000 euros en concepto de remuneración. Si "solo" cobra eso al año... ¿cómo es posible que se gaste la tercera parte en menos de una semana? Muy sencillo: todo es mentira. Una mentira que ya va camino de cuatro décadas, y que durará tanto tiempo como la ciudadanía esté dispuesta a consentir. No es casualidad que en España, tanto la primera como la segunda república vinieran en paz y a través de las urnas, ni que ambas cayeran por la fuerza de las armas, a manos de unos pocos intolerantes "alzados" —rebelados— en contra de la voluntad democrática del pueblo.

Y luego, hay que analizar el contenido literal de la disculpa: «Lo siento mucho, me he equivocado. No volverá a ocurrir». ¿Eso qué clase de disculpa es? La Jefatura de Estado no es un juego de niños. No se trata de decir: «Lo siento, mamá. No lo haré más», cuando te pillan. Las palabras del rey, además de ser de una artificialidad obscena, no solo no reflejan sincero arrepentimiento, sino que en su laconismo, omite señalar a qué se refiere, qué es lo que siente, por qué lo siente, ni qué es lo que no volverá a ocurrir. Pero además, ¿eso es asumir responsabilidades? En un país serio, cuando un mandatario público asume responsabilidades, abandona el cargo que venía ocupando. La Jefatura del Estado no es un juego de niños, o al menos, no debería serlo. En política, la ciudadanía puede perdonar cualquier cosa, excepto la falta de seriedad.

Señalar además, cuál ha sido el contexto en el que han ocurrido todos estos hechos: en la semana del 14 de abril —efemérides en la que este año se conmemora el 81.º aniversario de la pacífica y democrática proclamación de la Segunda República Española, posteriormente depuesta por las armas, por el militar traidor que más tarde designó sucesor al ciudadano Juan Carlos Borbón—. Una semana en la que además, la monarquía ha estado en el centro de la atención mediática debido al accidente sufrido por el ciudadano Felipe Juan Froilán de Todos los Santos Marichalar Borbón, quien —a pesar de contar solo con 13 años y por tanto, carecer de autorización legal para ello—, se encontraba manipulando un arma de fuego cuando accidentalmente se disparó a su propio pie, en presencia de su padre —quien ya fuera apartado de la Familia Real mucho antes, por causa de su estilo de vida—. Un accidente, el de Froilán, que trajo a la memoria colectiva otro muy anterior, cuando también en plena Semana Santa, el ahora rey dio muerte —accidentalmente— a su hermano, menor de edad, mientras se encontraba manipulando un arma en las inmediaciones de su domicilio en Estoril (Portugal).

En fin, muchos hechos que invitan a la reflexión, concentrados en muy pocos días. Al hilo de todo eso, tan solo dos frases, una anónima: «El hambre hace que la gente se ponga a pensar» y la otra de Voltaire: «Si los pobres empiezan a razonar, todo estará perdido».

¡Salud y República! ¡Viva la democracia! ¡Viva España... contra nadie!

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Fuente: La bitácora de Jaume

 

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