Manejo y manojo de tópicos.Lo obvio en el mensaje navideño del Rey impide ver el bosque de lo esencial PDF Imprimir E-mail
Monarquía - Casa irreal
Escrito por Luis Arias Argüelles-Meres / Lne   
Miércoles, 28 de Diciembre de 2011 05:05

Juan CarlosLo que no podemos admitir nosotros es que se identifique España y la tradición española con los harapos de la vida política española, caída ya en la miseria y en la hediondez, con los restos de regímenes abolidos, y que, sin embargo, han pretendido y pretenden hacerse pasar por la más genuina representación del alma española». (Azaña, en 1932).

Como estaba previsto, canovistas (PP) y sagastinos (PSOE) se apresuraron a alabar el mensaje regio. Como estaba previsto, el jefe del Estado se refirió a supuestos comportamientos poco ejemplares cuyos presuntos responsables -¡faltaría más!- no están por encima de la ley. Lo cierto es que el silencio ante lo sucedido hubiera sido incomprensible. Y, por otro lado, defender lo indefendible hubiese resultado suicida. Así pues, ante las enormes expectativas suscitadas por el mensaje navideño del Monarca, lo novedoso no estuvo en esas alusiones tan obligadas como inevitables, tan obvias como previsibles.

 

Miren ustedes: nadie está libre de tener un familiar impresentable, o, si se quiere decir de forma más suave, nadie es responsable de actuaciones poco estéticas por parte de parientes cercanos. Es más, lo que presuntamente se le achaca al señor Urdangarín lo pudo haber cometido cualquier persona próxima a un presidente de la República que, como tal, no es inmune al nepotismo. No es ése el problema, por mucho que se quiera disfrazar de tal guisa. No se trata sólo de que pueda haber un ciudadano que, aprovechando su cercanía al jefe del Estado, intente hacer negocios poco estéticos bajo el envoltorio de actividades filantrópicas. Hay mucho más que eso: y es que los supuestos intentos ducales no provocaron de manera fulminante la denuncia por parte de responsables de las instituciones que se encontraron ante semejante situación, puesto que lo que ahora se está investigando son los comportamientos de determinados cargos públicos que no parecen haber hecho ascos a tan caritativas propuestas.

No es sólo que el PP y el PSOE sean partidos cortesanos, que, sin duda, lo son. Es que se encuentran en una disyuntiva tal que tienen que negar la corrupción generalizada o reinventarse, y, por el momento, está claro que optan por lo primero. Sin ir más lejos, Rajoy acaba de rechazar la existencia de corrupción en la vida pública, salvo casos muy episódicos, en el reciente debate de investidura. Y el PSOE, por su parte, bastante tiene con su debacle electoral y con sus múltiples escandaleras que no se focalizan sólo en un punto de lo geografía española.

¿Y si resulta que el desapego ciudadano viene dado porque aquí, como en Dinamarca, huele a podrido, y no desaparece por el hecho de que desde los ámbitos de los grandes partidos se desmienta ese hedor? ¿Y si resulta que la susodicha desafección no se combate con paños calientes, ni con manejo y manojo de tópicos, sino con una firme voluntad de regeneración que los partidos políticos pueden pactar, pero no se deciden a ello?

Manejo y manojo de tópicos. Miren ustedes: cuando Alfonso Guerra fue entrevistado por primera vez en televisión sobre el escándalo de su hacendoso y hacendado hermano, aparte de hablar de linchamiento y complot contra su persona, como estaba en el guión, dijo que la ley estaba para ser cumplida y que todo el mundo tenía que someterse a ella. La pregunta es si su comportamiento fue acorde con esas palabras.

Miren, aquí el debate -de momento- no está entre Monarquía y República; el planteamiento es muy otro y consiste en preguntarse si el hedor en la vida pública existe o no, si es percibido o no. Lo que hay que preguntarse es si este asunto en el que se habla del yerno del Jefe del Estado debe ser catalogado como ocasional, o si se trata, antes bien, de una prueba más de que la corrupción habita en nuestra vida pública, por mucho que se pretenda catalogar como anecdótico algo que se generaliza más y más.

Manejo y manojo de tópicos en el mensaje regio y en las alabanzas de los dos partidos más cortesanos del reino de España. Lo que no se maneja ni se contempla es una firme voluntad de acabar con el desapego ciudadano con hechos que vayan más allá de declaraciones enlatadas.

Lo ejemplar está también en las decisiones que se toman contra todo aquello y contra todos aquellos que hacen tambalear la confianza de la ciudadanía en la vida pública. Y eso no se avizora.

Y, por último, puestos a hablar de novedades en la comparecencia navideña del jefe del Estado, habría que reparar en los elogios hechos hacia el heredero, frente al énfasis que se puso el pasado año en no abdicar y seguir.

El árbol de lo melifluo y de la empalagosa alabanza les impidió ver el bosque de lo esencial del mensaje.

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Fuente: La Nueva España

 

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