Catalunya celebró su Diada de 2011 con diversos actos, entre los que no faltó la quema de banderas nacionales y de fotos del rey. Son los símbolos de la pervivencia de la dictadura fascista derivada de la guerra organizada por los militares monárquicos sublevados hace 75 años contra la legalidad constitucional. Solamente los representan a ellos y a sus seguidores de extrema derecha.

 La Constitución aprobada legítimamente el 9 de diciembre de 1931 por las Cortes Constituyentes, de cuya legalidad nadie ha dudado nunca, dice en su artículo primero que "La bandera de la República Española es roja, amarilla y morada." Contra esa Constitución se rebelaron los militares monárquicos en 1936, llevando como enseña una bandera bicolor; dieron lugar a una guerra, impusieron una sanguinaria dictadura fascista cuando la ganaron, y designaron a un rey para que la continuase. 

   Para muchos españoles la bandera de los llamados nacionales representa la traición, el crimen y la cárcel. Nuestra bandera es la legítima, la tricolor, no la que adoptaron los rebeldes. Y el rey asimismo encarna la monarquía del 18 de julio, según la denominó el dictadorísimo al instaurarla por la Ley 62/1969, como una prolongación coronada de la dictadura. La monarquía y su bandera representan a la facción de los sublevados contra la legalidad constitucional aprobada en 1931.

   Los catalanes queman las representaciones de la sublevación militar y sus secuelas, porque no se les permite decidir libremente la forma de Estado que prefieren. No les queda otro recurso que exteriorizar ígneamente su protesta. Los referendos sucedidos en Catalunya desde el 13 de setiembre de 2009 se han decantado por la independencia, con un porcentaje que en su resultado más bajo fue del noventa por ciento. Esos resultados no son tenidos en cuenta por el reino de España. Es decir, por el Gobierno del partido Pseudo Socialista Obrero Español.

   A los vasallos de su majestad el rey católico no se nos ha permitido elegir la forma de Estado que preferimos. Somos muchísimos los que deseamos recuperar la legalidad constitucional cercenada por la victoria de los militares monárquicos rebeldes. Las manifestaciones populares lo demuestran, al tremolar de las banderas tricolores que llenan las calles por todas las poblaciones.

  Pero los dos partidos ultraconservadores que se alternan en el poder hacen sus cambalaches para impedir un referéndum constitucional. Acabamos de verlo con su vergonzoso pacto para reformar el artículo 135, al que se oponen los restantes partidos políticos parlamentarios, y que los vasallos hemos denunciado en las recientes manifestaciones callejeras, única manera de expresión popular a nuestro alcance.

   Hay que recurrir al fuego para protestar. Lo peligroso del fuego es que se propaga fácilmente, y que resulta difícil apagarlo.