Dispaparates por tierra y cielo PDF Imprimir E-mail
Laicismo - Crítica a la jerarquía católica
Escrito por Arturo del Villar / UCR   
Lunes, 08 de Octubre de 2012 03:10

SorayaLa reverenda madre vicepresidenta del Gobierno presuntamente Popular, Sor Aya de Santa María, de la orden marianista, ha derrochado el poco dinero que resta en las arcas públicas para ir al presunto Estado Vaticano, a contemplar cómo el papanazi Ratzinger concedía el doctorado póstumo a un compatriota que lleva siglos desaparecido, de modo que no va a poder presumir de la distinción. Sor Aya es chiquita, pero mandona. Iba al frente de un ejército compuesto por 62 obispos, 500 curas, otros tantos seminaristas, y un número indeterminado de civiles, todos debidamente confesados y comulgados, y bendecidos por el impresentable cardenal Rouco. Todos viajaron en aviones con gastos pagados.

Mientras tanto, seis millones de desempleados no pueden comprar un pan para disimular el hambre. Esperemos que Sor Aya se traiga las hostias que hayan sobrado en la ceremonia, para repartirlas entre los parados. Sería un buen detalle que el Gobierno marianista encargase a su policía que reparta las hostias entre los hambrientos. Otra portada para The New York Times, real como el reino mismo. A falta de pan, buenas son las hostias. Además, los parados están acostumbrados a recibirlas. Sobre todo, en las manifestaciones.

No se debe criticar a Sor Aya por hacer turismo religioso. Es chiquita, pero rezona. Sigue el ejemplo marcado por la vicepresidenta del Gobierno del partido Pseudo Socialista Obrero, María Teresa Fernández, que también dilapidó nuestros impuestos en sus viajes al Estado de opereta con la dictadura más criminal de toda la historia humana. El reino de España es el granero del Estado Vaticano, últimamente en bancarrota a causa de las indemnizaciones que está pagando a las víctimas de los curas y obispos pederastas. Este turismo religioso le resulta muy útil y provechoso.

Parece ser que hemos alcanzado el año 2012 de la era cristiana, en un tiempo supercivilizado, con grandes adelantos científicos. Astronaves terrestres surcan los espacios dentro y fuera del sistema solar. Y sin embargo, todavía existen personas, como Fernández y Sor Aya, que desde sus altos cargos gubernativos aceptan los más absurdos dogmas increíbles predicados por la Iglesia catolicorromana.

 

Loreto, pista de aterrizaje

 

Cuentan los informadores vaticanos que la concesión del doctorado póstumo es el inicio de un sínodo de obispos catolicorromanos, es decir, pederastas, a celebrar en el Vaticano. Confiamos en que los padres romanos habrán escondido a sus hijos, y no les dejarán pisar la calle mientras esté reunida la horda sinodal ansiosa de cuerpos adolescentes.

Pero antes todavía, el día 4, el papanazi se fue a Loreto, para orar en el llamado santuario de la santa casa de Nazaret. Esta es una de las mayores imbecilidades que se tragan los fieles romanistas, y que demuestra hasta dónde alcanza la desvergüenza de los obispos y su jefe supremo, por divulgarlas e imponer que se crea en ellas. Es incomprensible que el fanatismo religioso resulte tan irrazonable.

Asegura la Iglesia vaticana que en el pueblo italiano de Loreto se encuentra la casa de Nazaret en donde vivía María, cuando se le apreció el ángel Gabriel para anunciarle que iba a concebir del Espíritu Santo, y en donde residió la familia al regreso de Egipto. La explicación de que la casa palestina sea italiana constituye una de las patrañas más absurdas inventadas por la clerigalla romana. Vamos a resumirla, para diversión de quienes la desconozcan.

Los papas medievales organizaron las cruzadas para matar a todos los musulmanes, en un genocidio fracasado. Se sucedieron en los siglos XII y XIII, y se las denomina cruzadas porque los integrantes de sus ejércitos llevaban una gran cruz en el pecho. Reminiscencia de esas cruces fueron los “detentes” utilizados por los ejércitos españoles, tanto en la guerra de Marruecos como en la organizada por los rebeldes en 1936, con la diferencia de que en vez de cruz lucían una presunta imagen del Corazón de Jesús con la inscripción “Detente bala”. Pero como las balas son analfabetas, muchas de ellas no obedecieron la orden y entraron en los cándidos cuerpos de sus exhibidores.

 

Una casa voladora

 

En 1291 Palestina se hallaba en poder de los musulmanes, y los cristianos temían, con razón, que hicieran con sus monumentos religiosos lo mismo que ellos habían hecho con los mahometanos: arrasarlos. Entonces entró en el juego la virgen María, que es muy amante del hogar, y no podía permitir que su casa de Nazaret fuese destruida. En consecuencia, ordenó a un ejército de ángeles que trasladase la casa a lugar seguro, fuera del furor sarraceno, tan justificado.

La noche del 12 de mayo de 1291 se efectuó el transporte aéreo de la casa, enterita, nada de llevarla en piezas, como se hace ahora. Pero aquellos ángeles eran muy despistados, y la virgen más todavía. Resulta que depositaron la casa en un lugar de Dalmacia llamado Tersatto o Tersatz, según los historiadores, o mejor dicho, los fabuladores. La virgen se apareció al cura del lugar, que se hallaba gravemente enfermo, y le confirmó que aquella casa era la suya, que debía levantar sobre ella una basílica, y que para demostrar que no mentía le iba a curar de todos sus males.

Sin embargo, o la virgen calculó mal o los ángeles equivocaron las distancias, porque aquel lugar no era adecuado por su situación geográfica para justificar las peregrinaciones. En consecuencia, la virgen volvió a ordenar a los ángeles que cargasen con la casa, y así lo hicieron en la noche memorable del 10 de diciembre de 1294. El lugar elegido era un bosque de laureles, que motivó el nombre de Loreto.

 

Testigos fidedignos y analfabetos

 

Unos pastores del lugar, inevitables en todas las historietas protagonizadas por la virgen María, aseguraron haber visto aquella noche a una legión de ángeles llevar la casa por el cielo, dirigidos por al arcángel Miguel, reconocido por lucir una lujosa capa roja con adornos dorados. Al difundirse la noticia jubilosa comenzaron las peregrinaciones al lugar, lo que era aprovechado por los salteadores para matar a tan incautos viajeros y quedarse con sus pertenencias. ¿Y qué hacía la virgen, que no protegía a sus devotos? En explicación de los clérigos crédulos, sí que los protegía, puesto que todos ellos pasaban inmediatamente a ser mártires en el reino de los cielos, y siempre es preferible estar en el cielo que en este mundo lleno de criminales incrédulos que no respetan nada.

De todos modos, María ordenó de nuevo a la legión angélica que trasladase la dichosa casa a un lugar más seguro, sin abandonar la zona, y los ángeles obedecieron, aunque de nuevo se equivocaron. Esta vez la llevaron a una propiedad de los condes Stefano y Simeone Raineldi, que se enfrentaron a muerte para lograr la posesión en exclusiva de la casa, ya que les parecía una fuente de riqueza, dada la afición de los cándidos medievales al turismo religioso. Un nuevo desahucio se imponía, pues, a sitio más pacífico.

Otro viaje aéreo de la casa, que por fin encontró asiento permanente, en lo alto de un montículo. Los habitantes de la zona debían estar escamados de tanto viaje, y no confiaban en que aquella construcción fue la casa de la virgen en la lejana Nazaret. Para disipar las dudas, María se apareció a un anacoreta del lugar, y le dio su palabra de honor de que aquella era su casa con toda seguridad, y además le ordenó que levantasen sobre ella una basílica. Es sabida la afición de María a las construcciones, porque siempre que se aparece en un lugar manda que se levante allí un templo para honrarla. Todo ello está en flagrante contradicción con las enseñanzas de la Biblia, como todos los dogmas vaticanos sin excepción.

Por supuesto, se talló una imagen de la virgen con Jesús niño en sus brazos, conforme a la descripción del vidente. Esa imagen se puso negra, por culpa del humo de las innumerables velas encendidas por el fanatismo de los visitantes. Acabó destruida y se la sustituyó por otra. Se la denomina nuestra señora de Loreto (de ellos, claro, no mía), y es una de las innumerables vírgenes que aprovechan por todo el mundo el nombre de María.

 

Patrona de la aviación

 

La leyenda es muy chusca, y por eso escandaliza que la Iglesia vaticana la sostenga, y que sus papas vayan a orar a esa basílica. El Concilio Vaticano II, que eliminó del santoral a tantos santos imaginarios, no se atrevió a negar los supuestos milagros de la virgen. Pero más chusco es todavía que el apodado Benedicto XV, predecesor del papa que padecemos ahora, decretase el 24 de marzo de 1920 que nuestra señora de Loreto (la de ellos) era la patrona de los aviadores, a pesar de la mala puntería demostrada para acertar con la buena pista de aterrizaje.

Naturalmente, el piadoso rey Alfonso XIII, heredero del mote de rey católico otorgado a sus antepasados Isabel y Fernando, se apresuró a seguir las instrucciones del obispo de Roma, y el 7 de diciembre del mismo año 1920 nombró a esta virgen patrona del Cuerpo de Aviación. Y sigue siéndolo. La fiesta de nuestra señora de Loreto (la de ellos) se celebra el 10 de diciembre, aniversario de aquella noche en que los pastores aseguraron haber contemplado el milagroso viaje aéreo, aunque erróneo.

Al parecer, la virgen de Loreto no protege a sus fieles españoles. Les ha obligado a pagar billetes de avión para ir al Vaticano, en vez de mandar a sus legiones angélicas que los trasladasen en sus manos. Será que no se fía de ellas, dadas las correcciones que hubo de hacer para conseguir instalar su casa adecuadamente.

Pues hay gentes que creen firmemente en la veracidad de estas historietas. Ya dijo el torero que tié que haber gente pa tóo. Con anchas tragaderas, desde luego.