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Por qué un proceso constituyente y no una reforma constitucional |
III República - III República |
Escrito por Fernando Moreno Bernal |
Martes, 25 de Diciembre de 2012 00:00 |
La Constitución Española de 1978 es la culminación legislativa de la transición política española (1975-1979) pasando de la dictadura franquista a un sistema democrático representativo homologable al de países europeos integrados en la denominada entonces Comunidad Económica Europea (CEE) El paso de un sistema de dominación de clase dictatorial a un sistema político democrático representativo, sin cambiar el sistema de dominio económico y social por una élite oligárquica y monopolista [i]. Cambiar algo para seguir igual. Se cambió la dimensión política de la formación social española dejando para mas tarde el cambio en las dimensiones económica y social que nunca se materializó. Es en este sentido en que la transición política española fue modélica para la dirigencia económica, social y política española, europea y norteamericana. La oposición interna al franquismo se núcleo en torno al Partido Comunista de España (PCE) No es cierto como se dice que no hubiese partidos políticos fuertes. El PCE lo era, llegaba casi hasta el último pueblo de la geografía española, y sus organizaciones de base, las células, curtidas por la represión gozaban de una disciplina férrea. Los débiles o inexistentes debido a la dictadura eran los partidos de la derecha y socialdemócratas. Lo mismo ocurría con Comisiones Obreras, que entonces no era un sindicato ya que estaban prohibidos, sino un movimiento socio-político que insertado dentro de la propia estructura del sindicato vertical se había extendido en el seno de la clase obrera española a lo largo de toda la geografía del Estado. Las movilizaciones sociales que se generalizaron a final de la década de los sesenta y a lo largo de los setenta del S XX fueron las que enterraron el franquismo y obligaron al cambio político. El pueblo español no hubiese permitido seguir igual, y la burguesía oligárquica y monopolista española no podía seguir dominando de igual forma. ¿Qué impidió la transformación antimonopolista en lo económico, antioligárquica en lo social y democrática en lo político cuando el pueblo español estaba movilizado, organizado y decidido al cambio? En el contexto de la guerra fría la URSS no iba a romper el reparto territorial del mundo entre los dos sistemas alternativos. Los partidos comunistas europeos, sobretodo el francés, italiano y español, intentaron adaptarse a la aceptación de la democracia representativa modificando los postulados teóricos del marxismo sobre el Estado con el eurocomunismo. Rompían con ello la unidad y equilibrio existente entre las dimensiones económica, social y política en toda formación social históricamente determinada hablándose de “etapas” y “posibilidades”. Se desvinculaba la política del Poder económico y social aceptándose incondicionalmente las reglas del juego impuestas, lo que a la postre implicaba el abandono por fortalecer y organizar a la sociedad, limitando los objetivos a la conquista de poder institucional. La existencia de un Poder real por encima y al margen de estas instituciones del Estado los condenaba a la derrota como los procesos en el tiempo se encargaron de confirmar. La dirección del PCE en la clandestinidad y desde el exilio temió verse aislado y excluido en la transición y la primera elección política. Santiago Carrillo temió un baño de sangre represivo contra sus bases. Sin apoyo internacional y dado que el cambio ideológico lo habían hecho ya en el VIII Congreso en 1968, la aceptación de la Monarquía como forma de Estado y la capitulación sobre la ruptura democrática admitiendo la reforma política del propio Régimen franquista tan sólo fue el corolario lógico. Y el resultado: un Rey que habiendo jurado los Principios Fundamentales del Movimiento y puesto por el dictador nunca ha llegado a jurar la Constitución de 1978; una burocracia estatal heredada a la que tampoco se le exigió el juramento a la nueva Ley Suprema, y cuyos herederos aún controlan aparatos del estado tan importantes como la judicatura, el ejercito y los órganos reguladores de la economía. Y la renuncia a un proceso constituyente desde la base constructora de una intersindical, como se había hecho en Portugal a partir de 1974, condenando a la clase obrera española a la división sindical. Es necesario señalar que mientras en España se hacía la transición política se estaban produciendo cambios muy profundos con efectos mundiales a largo plazo de los que aquí no se era consciente:
Los profundos cambios producidos en los 34 años desde que fue aprobada la CE de 1978 fuerzan su transformación desde su esencia. Ya nació con valores y objetivos al margen de los cambios que se necesitaban y se estaban produciendo en el mundo consolidando el Poder económico, social y político de una élite oligárquica. Para que surja la nueva sociedad hay que cambiar sus relaciones de producción, de Poder y sus experiencias vitales familiares, sociales y de valores. Estos cambios suponen la aparición de una nueva cultura, una nueva civilización acorde con la nueva base tecnológica y productiva que llamamos Buen Vivir. La revolución tecnológica ya ha cambiado estructuralmente las relaciones de producción, aunque no las relaciones de dominación implícitas en ellas ni la apropiación privada de la ganancia, lo que provoca la desigualdad, hambrunas y migraciones masivas y la exclusión social mundial, así como la separación entre la lógica de mercado globalizado del capitalismo financiarizado y la experiencia humana de la vida real local y de pertenencia a grupos sociales determinados. La contradicción que genera arrastra a las élites globales a atrincherarse para seguir manteniendo su Poder, reconstruyendo y fragmentado la humanidad en torno a fundamentalismos religiosos, fortaleciendo las identidades sobre un sistema de valores y creencias ajenas a la nueva base material y al cosmopolitismo que implican; unas identidades que no surgen de abajo hacia arriba, aspecto esencial de la nueva cultura, sino desde dentro hacia fuera, del “quién somos” frente a los que no son “nosotros”. Se subraya la diferencia en lugar de lo común, se divide en lugar de unir. Necesitamos iniciar un proceso constituyente para España, Europa y la Humanidad que devuelva el equilibrio y la armonía entre lo económico, social y político. Que devuelva la soberanía a la ciudadanía regulando y controlando los intereses espurios, egoístas y avarientos de la élite que controla el capital financiero internacional y la economía mundial. Que integre a la Humanidad como Una y la reconcilie con la Vida del planeta, con Gaia, con el sistema integrado de Vida del que hemos surgido y del que somos su parte consciente y responsable. Que haga surgir los dos conceptos jurídicos nuevos que lo cambiaran todo: la ciudadanía universal y los derechos jurídicos de la Madre Tierra. La transformación que queremos y tenemos por delante necesita de un proceso constituyente y no una mera adaptación con una reforma puntual, ya que es la mayor transformación política, social y ética que haya vivido la humanidad en su historia: “crear” una nueva cultura para la gran familia humana y unos nuevos mecanismos de seguridad y supervivencia que garanticen la continuidad de la Vida y nos proporcionen instrumentos de gestión de los cambios sociales. El cambio más profundo en toda la historia de la Humanidad: Elevar la conciencia de pertenecer a una gran familia que es la humanidad, que somos fruto y la parte consciente de la Vida con mayúsculas en este sistema integrado que es nuestra aldea común, Gaia, que tenemos que defender y respetar. 2013 es el año de los cambios. Notas: [i] 192 personas controlaban la economía española en los años setenta del S XX. Tamames, Ramón. Los monopolios en España. 1976 http://libros-antiguos-alcana. [ii] http://es.wikipedia.org/wiki/ [iii] http://www.milenio.com/cdb/ [iv] Castells, Manuel. “La era de la información. Conclusiones generales”. III Vol. Pág. 391. Alianza Editorial Madrid 1999, 2ª Edic. (Leer también: Por qué un proceso constituyente y no una reforma constitucional (I) )
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