Antes de empezar a escribir este comentario, releo una vez más el artículo de Antonio Muñoz Molina (Revueltas), con todas las reservas que pueda despertar en cada uno de nosotros, así como la lluvia de comentarios que éste ha promovido, y entiendo de la necesidad de que, todos, sin excepciones, si de verdad queremos salvar este colectivo humano que responde al nombre de español, hemos de acometer la empresa de someternos a una más que valiente autocrítica. 

Tras recibir un correo mió, invitándole a que se una a la ola de indignación que ha crecido desde hace 10 días para acá en nuestro país, un amigo me responde, desde Sevilla, con unas magníficas fotos de la Plaza de la Encarnación tras la instalación allí de unas monumentales setas. También me dice que está de acuerdo con las protestas que allí se producen estos días, aunque las considera inoportunas (él vota PSOE). Han transcurrido varios días de esto, y ya conocemos el resultado electoral para esa formación. A lo largo de estos 36 años de posfranquismo, me pregunto yo: ¿cuántas veces hemos tenido que oír esta misma cantinela, que ya ha llegado a metérsenos en el sistema, los que un día formamos parte de un partido de izquierda?: