Algunos nombres propios a los 10 años del cierre de Egunkaria PDF Imprimir E-mail
Derechos y Libertades - Libertad de Expresión
Escrito por Luistxo Fernández,   
Jueves, 21 de Febrero de 2013 00:00
El pasado 19 de febrero, Martxelo Otamendi dio una conferencia en Azpeitia. Hace 10 años, hizo lo mismo, y a la salida, un amigo que asistió recuerda que vieron a dos personas de aspecto extraño mirando a cierta distancia. Martxelo tomó el coche y volvió a su pueblo, Tolosa, notando mientras subía el puerto de Urraki que un vehículo lo seguía. En casa no durmió mucho, la Guardia Civil irrumpió al de poco tiempo y lo llevaron detenido.


Otamendi era director de Euskaldunon Egunkaria, primer y único diario en euskara (se puede decir así con ciertas precisiones). Aquella madrugada hace 10 años la Guardia Civil cerró Egunkaria por orden del juez Juan del Olmo, de la Audiencia Nacional. Se precintaron la sede y las delegaciones del diario, dejaron sin trabajo a 150 personas, y se detuvo a 10 personas, entre ellas los tres directores que tuvo el diario desde su nacimiento en diciembre de 1990: Pello Zubiria, Iñaki Uria y Martxelo Otamendi.

Apenas si vimos imágenes de los detenidos aquel día. En un corte de los noticieros, apareció Joan Mari Torrealdai, presidente del consejo de administración y una eminencia de la cultura vasca. Bernardo Atxaga lo vio y quedó impactado, escribió un artículo que tradujo Mikel Iturria. Decía Atxaga:

El pasado 20 de febrero de 2003, cuando vi a Joan Mari Torrealdai en la pantalla, inclinado, obligado por un torpe brazo y con la cabeza tapada, me entraron ganas de rezar, a pesar de no saber cómo se reza; pensé, y sentí, que esa imagen estaba fuera del ámbito cotidiano y que no se podía responder sólo con un grito de enfado o con un comentario político. Ecce homo: un hombre que ha trabajado toda la vida a favor de la cultura vasca, la mayoría de las veces alegre, sonriente ("¿Cómo puede ser fraile un hombre como tú?" le gritó Oteiza una vez, cuando Oteiza, en Arantzazu, estaba también loco de contento), ese hombre era conducido como un criminal. Malcom Lowry mete una frase, no aquí ni allí, sin venir a cuento, en su libro más famoso: «Y ahora me viene a la cabeza una cosa triste: Oscar Wilde esposado en la estación Victoria, esperando al tren que le condujera a la prisión de Reading, mientras la gente pasa y dice: 'Mira, ese que está ahí es Oscar Wilde'».
Bernardo Atxaga y Joan Mari Torrealdai.

Era algo que no creíamos posible, ni Atxaga ni tantos otros. Para mi, personalmente, fue el día en que claramente vi que España no es un estado viable para los vascos y que la independencia política de algún territorio vasco es imprescindible para la supervivencia de mi lengua, de mi cultura. No sé si era entonces abertzale o lo soy ahora, pero desde aquel día, hace 10 años, soy inequívocamente independentista.

El caso Egunkaria fue urdido y cocinado por la Guardia Civil, basándose en unos papeles de ETA datados 10 años antes, entre 1990 y 1993, y que de hecho eran públicos. Aquellos papeles llegaron a la mesa de Baltasar Garzón pero el juez estrella no les hizo caso. La Guardia Civil no cejó, y encontró en Del Olmo un magistrado crédulo ante la tesis de que el periódico era ETA, quizás a la vez que ansioso por demostrar mediáticamente su valía como adalid del derecho frente al terrorismo. Y Del Olmo decretó el cierre y las detenciones. Desde aquel día, también me parece gracioso que en España cada vez que se habla de Internet y de cierre coercitivo de medios se mencione siempre la garantía judicial como salvaguarda ante la arbitrariedad gubernativa. Vaya garantía, ya...

Siete años más tarde, tras el juicio, llegó una sentencia absolutoria, de contenido demoledor. Según la sentencia, el cierre fue injustificado, excesivo y no se atenía a derecho, era inconstitucional:

El cierre provisional o temporal de Euskaldunon-Egunkaria no tenía habilitación constitucional directa y carecía de norma legal especial y expresa que la autorizara. El artículo 129 del Código Penal pudiera ser una cobertura incierta e insuficiente porque un periódico diario no admite ser considerado como una empresa cualquiera.

Los acusados eran inocentes, y Euskaldunon Egunkaria también

Tampoco se ha acreditado ni directa ni indirectamente que el periódico Euskaldunon Egunkaria haya defendido los postulados de la banda terrorista, haya publicado un solo artículo a favor del terrorismo o de los terroristas ni que su línea editorial tuviese siquiera un sesgo político determinado, esto último, además, no sería delictivo. Por el contrario, incluso los miembros de la Guardia Civil que comparecieron como peritos reconocieron que no se había investigado si la línea del periódico era o no de apoyo a E.T.A., lo que hace incomprensible la imputación.

Y lo que la operación produjo, lo que el material incautado, los interrogatorios y las investigaciones realizadas permitieron averiguar, es decir, lo que la acusación pudo presentar al juicio resultó ser agua de borrajas, una patraña de acusación construída a base de presupuestos tramposos:

Primero se ha decidido cuál es la conclusión, de la que se predica, sin base, que es indiscutible, luego se buscan las señales, vestigios o indicios y, por último se rechaza cualquier sentido o explicación de estos que no apoye la conclusión.

La sentencia absolutoria también dio visos de autenticidad a las denuncias de tortura hechas por los detenidos. Todos sufrieron un trato atroz, y siete de ellos denunciaron torturas. La única mujer detenida, Inma Gomila, que había sido gerente/contable en los inicios de Egunkaria, no denunció oficialmente nada, pero yo diría que salió de aquella experiencia transformada, psíquicamente golpeada. En 2003 no trabajaba ya en Egunkaria, había creado una start-up con su marido informático, Simeón Barroso (Sime), y se dedicaba de lleno a la aventura profesional propia. Yo creo que aquello se truncó por la detención. Al de un tiempo, enfermó de cáncer, y murió en diciembre de 2011. La lucha contra el cáncer de Inma fue narrada en un blog por Sime, con menciones a las terapias que intentaban (como suele ocurrir en estos casos, uno lo prueba todo). El conocido blog desmitificador de pseudoterapias y pseudociencia Magonia mencionó aquel caso en 2011 y Sime se sintió profundamente herido. Ignoro si Luis Alfonso Gámez de Magonia sabía de la historia de Inma. Yo he pensado que hoy convenía recordarla, pese a que duela.


Inma Gomila.

Los testimonios de tortura de los detenidos pueden leerse en este blog. El caso más célebre es el de Martxelo Otamendi, que decidió no callar sino dar testimonio continuo del asunto, en cuantos medios, ondas, y ocasiones se lo requiriesen. Y ahí sigue. La denuncia de Otamendi molestó más que otras, y el Ministerio de Interior le interpuso una denuncia. Si denuncias que te torturan, te denunciamos, mira. Bajo las órdenes del ministro Ángel Acebes, una alto cargo de Interior de aquellos años inició aquel proceso: la subsecretaria de Interior María Dolores de Cospedal, según reveló en 2012 Iñigo Iruin, abogado de Otamendi.


Ángel Acebes y María Dolores de Cospedal en 2008. En 2003 trabajaban juntos en el Ministerio de Interior.


La denuncia de Cospedal no llegó a nada. Pero tampoco las de los torturados. Todas se desestimaron, pelillos a la mar. Únicamente la de Otamendi ha seguido el proceso hasta la corte de Estrasburgo donde se sentenció recientemente que en España se hizo caso omiso a su denuncia.

Cospedal ha ascendido bastante desde entonces. Otros, no tanto. Particularmente, el juez Juan del Olmo. Tras el cierre de Egunkaria y en vista de que ETA no se visibilizaba entre lo encontrado, se empecinó en otras direcciones de investigación que dieron lugar, en octubre de 2003, a otra operación contra el mundo del euskera, y al de poco tiempo, al desligamiento de un sumario económico para demostrar que Egunkaria defraudaba (un caso que sigue increíblemente abierto). Unos se imagina meses y meses de trabajo del señor Del Olmo, persiguiendo el terrorismo implacablemente. Hasta que en marzo de 2004, un año después del cierre de Egunkaria, estallaron los trenes del extrarradio de Madrid.

El caso del 11-M recayó en Del Olmo. Y me imagino al hombre, desnudo frente al terrorismo de verdad, no ante la quimera que le vendió la benemérita sino ante un crimen espeluznante, una trama que se había desarrollado allí mismo, en Madrid, ante sus propios ojos ciegos, mientras él creía perseguir al terror en los papeles de la paupérrima contabilidad de un periódico en euskera. Del Olmo ya no está en la Audiencia Nacional, sino en Murcia. Deprimido, se ha publicado en algún lugar, y no me extraña visto lo visto.

El juez Juan del Olmo.

Del Olmo, ciego y sordo ante los testimonios de tortura. Hoy, 10 años más tarde, ¿se le habrá deslizado la venda de los ojos? Eso es lo que le pasaba a Otamendi en el calabozo, y el hombre, según reconoció en una de las entrevistas que dio, pedía en esos casos a sus carceleros que le subieran la venda, no fuera ser que luego "le pillasen" con los ojos descubiertos y hubiera represalias. Esta confesión desgarradora del miedo y la sumisión que padece el torturado fue, no obstante, objeto de burlas. José María Calleja, periodista que pasa por progresista y que hace poco nos decía que "quieren amordazar a los ciudadanos" (sic), se descojonó (audio) en su día con la mordaza/venda de Otamendi:

"El relato que ha hecho el otro día en El Mundo es el de un cobarde, que colaboraba con la propia policía. 'Se me baja la venda de los ojos y yo le digo que se me está bajando la venda, que me la suban...' ¡Es un cobarde! Con el Dodotis todo el día puesto."
José María Calleja, en el centro, que pasa por progresista en tertulias como ésta de Cuatro.
 


No todos en España fueron tan miserables como Calleja, pero se escribieron y dijeron bastantes sandeces. Aunque, sobre todo, hubo mucho silencio (salvo en Cataluña). Como dijo Atxaga en aquel artículo, "no apareció nadie diciendo 'Tenemos dudas sobre si no estaremos atacando de forma totalitaria a la minoría vasco-hablante'".

Yo recuerdo la congoja ante la situación, sentir que era inconcebible que a las personas que fueron mis jefes en aquel periódico, a unos directores de diario, se les tratara como perros y no pasase nada en España: que el asunto del traslado al hospital de Pello Zubiria tras un supuesto intento de suicidio sólo diera para un ladillo en un artículo a 2 columnas.

Ese último asunto me dejo K.O. por unos días. Todos los detenidos eran inocentes, y todos fueron tratados igual, como perros. Pero uno, en su manera de ser, siente cierto respeto por la jerarquía y la experiencia en el trabajo, y me dolía sobremanera que los que fueron jefes directos míos en la redacción, los tres directores que tuvo Egunkaria, estuvieran en aquella situación. Para dirigir un periódico uno necesita temple y carácter. Se discute bastante en la redacción, sobre todo si redactores contestones y creídillos como un servidor tienen "ideas propias". Al final, el director debe decidir, y decide. Zubiria, Uria y Otamendi fueron aquellos directores, hombres serios, duros, rectos.

Por circunstancias, yo tenía cierta conexión especial con Zubiria, el más duro de ellos, todo un personaje, el primer director de Euskaldunon Egunkaria. Entre otras cosas porque sufre una enfermedad crónica y bastante jodida, la espondilitis anquilosante (siglas en inglés: AS). En febrero de 2003 estaba físicamente muy tocado, recuerdo haberlo visto en Donostia paseando a duras penas de la mano de su esposa pocos días antes de la operación. Detuvieron a Zubiria con los mismos miramientos que a los demás: o sea, ninguno. El hombre estaba incomunicado, sin la medicación que tomaba, sin contacto exterior, en un calabozo. El día del cierre decidí darme de alta en la comunidad Kickas de afectados para decirle a sus amigos anglófonos de aquella comunidad online dos cosas: una, darles cuenta de la angustiante situación que se hallaba Zubiria, y dos, que ni por asomo creyeran la insidia de que aquel hombre íntegro que ellos conocían de su foro era un terrorista.

Y mientras los de Kickas me respondían uno tras otro, llegó una noticia de Madrid. Zubiria había sido trasladado del calabozo al hospital tras un aparente intento de suicidio. El caso resultó también risible para Calleja (le llamó "individuo locoide que ha tenido un amago de suicidio en el hospital"), pero yo lloré como un niño sin comprender cómo podía suceder aquello (hablo de cosas que pasaron en España, Europa Occidental, en 2003).

Zubiria no ha explicado aquel incidente públicamente, y yo tampoco le he sonsacado nada. Pero reflexionando, creo que sé lo que ocurrió, y es un caso muy extraño: Pello Zubiria venció a sus torturadores. Se supone que eso no pasa, pero Pello lo hizo. Usó la cabeza, literalmente, dándose golpes en la pared y así acojonó a sus captores, que no tuvieron más remedio que llevarlo al hospital. Cuando salió de aquello Pello fue uno de los que no interpuso denuncia por torturas o malos tratos. No le hacía falta, supongo, ya los había derrotado.

Pello Zubiria, primer director de Egunkaria.

A Pello le va a parecer fatal que yo escriba esto hoy. Y a Sime. Pero uno siente que tiene que decir ciertas cosas. Y las últimas que tengo que dejar por escrito hoy son sobre Xabier Alegria, que 10 años después de su detención sigue preso. Finalmente, Alegria no fue fuzgado por el caso Egunkaria (donde nunca trabajo ni ocupó cargo alguno) pero fue condenado por actividades políticas que la abominable sentencia del caso 18/98 definió como "terrorismo". Es necesario llamar a las cosas por su nombre y recordar que Alegria no fue condenado por actividades terroristas sino que es un preso político, un preso de conciencia, y no es el único en España, desgraciadamente, en el año 2013, diez años después de la operación contra Euskaldunon Egunkaria.

Luistxo Fernández, fue periodista de Egunkaria en los 90. "No debo callar ante lo vivido por mis antiguos jefes y compañeros".
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