Desconozco la identidad de quienes se responsabilizan del departamento de comunicación de la Casa Real y que a buen seguro dispondrán de unos substanciosos emolumentos, pero la decisión de presentarnos esta noche a Felipe VI ante las cámaras de la televisión pública estatal no se entiende, a no ser que la pretensión sea lesionar aún más la institución a la que representa.

Si esta comparecencia pública se hace con ostensible retraso, cuando ya el país supera el medio millar de fallecimientos por el virus Covid-19, el Jefe del Estado se asomará además a las pantallas tres días después de pretender engañar a sus conciudadanos con la treta de la renuncia a la herencia dineraria de su padre (imposible en nuestro Código Civil) y la eliminación de la asignación que recibe el rey emérito (casi 200.000 euros).

Muy lelos creen a sus conciudadanos quienes estiman que con ese retardo en la televisión pública y esa decisión de Felipe VI la jeta de la monarquía puede ganar hoy algo. Esto solo sería posible si el rey renuncia esta noche a la herencia y al virus de la corona. De algo servirían esos ocho millones de euros del presupuesto de la Casa Real -sumados a los que privilegian a la iglesia católica- a quienes trabajan a destajo y en condiciones muy adversas en nuestros hospitales públicos estos días. Nuestra patria ahora mismo son, sobre todo, ellos. Todo por esa patria.

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Fuente: Diario del Aire