Aforismos de aforado Imprimir
Opinión / Actualidad - Política
Escrito por Nacho Carratalá   
Miércoles, 24 de Julio de 2013 03:39

……¿Pueden ustedes imaginarse la cara de Rajoy mientras escribe un mensaje de texto? Ojos desorbitados, lengua fuera, a medio morder. Puede que algo de babilla brillante en el labio inferior. Con su traje siempre mal cortado, el mismo traje con el que duerme, con el que se ducha y con el que le bautizaron. Y muchas correcciones al escribir; aunque, en realidad, me gustaría que teclease a toda prisa y con lenguaje adolescente —“Barcnas, n t preoqps, t apoyms, tqm”—, pero algunos sueños solo son eso, sueños.

 


Si no fuera tan esperpéntico, sería absolutamente repugnante. Lo que pasa es que los españoles tenemos esa gracia, ese duende, que dirían los flamencos, que robamos como quien se arranca por soleares. Y luego, cuando nos pillan, nos explicamos como el difunto Antonio Ozores, diciendo frases sin sentido, a trompicones y esperando el aplauso. Camps lo hacía en los mítines y le aplaudían. También le guiñaba el ojo a Dios, que debe de estar afiliado al Partido Popular. Al fin y al cabo, Dios es el presidente del Constitucional a gran escala.


A nadie debe de extrañarle la reacción de nuestro Presidente. Lo primero es lo habitual en él, esconderse. Lo segundo es farfullar ambigüedades, como si quisiera perpetuar el estereotipo gallego. Y lo tercero es poner el poder por delante de la vergüenza y encastillarse en la Moncloa como si fuera Franco en el Pardo. Lo último que ha dicho ha sido: “Las decisiones más necesarias son muchas veces las más difíciles de tomar”. Y lo ha soltado en uno de esos actos a los que tendrían que llevarme atado, uno de esos actos que paradójicamente se llaman “foro” y en los que sólo hablan los de siempre. Me pregunto si ellos sabrán lo que ha querido decir Mariano con sus palabras.


Si estuviéramos en un país normal y, dadas las circunstancias del Gobierno actual, la frase del augusto interfecto no podría tener otra interpretación que la siguiente: “Colegas, me fastidia, pero me voy a tener que largar”. Pero miren que lo dudo, porque Mariano es especialista en decir vaguedades. Tiene algo de filósofo de lo evidente, de genio del absurdo que expresa sus pensamientos mediante aforismos de aforado: “Todo lo que se refiere a mí y a los compañeros del partido no es cierto, salvo alguna cosa que han publicado los medios”; “A veces, la mejor decisión es no tomar ninguna decisión, que también es tomar una decisión”; “Haré cualquier cosa que no me guste y haya dicho que no lo voy a hacer”; “La reforma laboral puede suponer abaratar el despido, o no”. Tenían que haberle dejado a él la tarea de redactar el programa electoral. Así nadie podría acusar al Gobierno de haberlo incumplido.


Por el momento, quedo a la espera de que tome una decisión, una de esas difíciles y necesarias. Porque, hasta que no haga algo, mientras se limite a explicarnos lo que va a hacer, no tendremos ni idea de qué está hablando. Al fin y al cabo, es un tipo normal, campechano como el Rey, uno que termina los participios en “ao” y que tiene sus preocupaciones: “Miro mi cuenta al final de mes porque lo necesito; lo necesito y muchísimo, y además mi mujer también trabaja, y entonces tengo los problemas que tienen todos los ciudadanos”. Los mismitos, oiga.


Si me piden una conclusión, intentaré hacer gala de mi sagacidad periodística y me meteré en la cabeza del Presidente. Desentrañaré su línea de pensamiento y se la ofreceré en bandeja. Un momento, ya tengo el titular. Primicia para ustedes: “Rajoy dimitirá, o no”.

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Fuente: La Columnata