Carta a cualquier niño Imprimir
Opinión / Actualidad - Política
Escrito por Antonio Aramayona   
Miércoles, 13 de Junio de 2012 05:07

Carta  de un padreTe escribo esta carta en una semana de junio de 2012 en la que todos los medios de comunicación no paran de hablar del rescate a la banca española. En realidad estamos sufriendo un verdadero timo del tocomocho: los actuales gobernantes del Partido Popular pretenden presentar su política de recortes ("ajustes estructurales", los llaman) como la única vía adecuada para salir de la crisis, a la vez que muestran entre fanfarrias un billete de lotería supuestamente premiado que solucionará todos los males y necesidades, cuando en realidad solo es una enorme cantidad de dinero público, de todos, que además tendremos que pagar entre todos, destinado a solventar la descomunal deuda y las nefastas maniobras llevadas a cabo por bancos y cajas.

 

La estafa consiste sobre todo en que tras tanta hojarasca economicista corremos el riesgo de olvidar a las verdaderas víctimas de todo este desaguisado: de hecho, antes de que los bancos salieran a la luz pública como el principal problema del país y antes de su rescate desde Bruselas, el Gobierno se encargó, entre otras cosas, de recortar en sanidad y educación públicas, congelar pensiones, reducir el subsidio de desempleo y sobre todo dejar exclusivamente en manos del empresario las condiciones laborales en que se va a trabajar de ahora en adelante: contratos precarios por un salario lo más bajo posible. Pues bien, algunos ya se están tragando esta estafa e incluso son muchos los que empiezan a creer que la prima de riesgo o el índice Ibex 35 están directamente relacionados con la felicidad de la población y el retorno del estado del bienestar.

Dicen ahora que el rescate bancario no repercutirá en la sociedad española, pero sabemos muy bien que ningún rescate es gratuito, y que precisamente la sociedad española es la que asumirá el incremento de deuda pública y de déficit, las presuntas nacionalizaciones bancarias, los PGE recortados en lo social y lo público, las subidas de impuesto, los muchos recortes que quedan por venir, amén de los empleados bancarios que van a estar dentro de unas semanas de patitas en la calle. Ya ves, solo hay dinero para ayudar a los bancos y los ricos, y siempre a costa del pueblo.

Pero quienes principalmente van a pagar el pato sois vosotros, los niños y las niñas que ahora estáis abriendo vuestra conciencia y vuestros ojos al mundo y a la vida. Salvo un milagro (no existen los milagros) o un improbable giro copernicano del sistema que hasta ahora dirige nuestros pasos, tus hijos y tus nietos sabrán solo por los libros y quizá también por lo que tú mismo puedas contarles en algún momento de quietud que hubo una época en que hubo una escuela pública, gratuita, laica y de calidad, una red de asistencia sanitaria pública y universal, lucha por la igualdad de condiciones y de oportunidades entre todos y todas, así como derechos humanos, laborales y cívicos efectivos.

Os estamos dejando un asco de país y de mundo, sí, y cada vez aumenta más la confusión entre bienestar y consumismo, acompañada por baldías conversaciones de salón. Os tocará vivir y trabajar en un mundo deforme donde unos pocos cada vez son más ricos, frente a una gran mayoría de peones, títeres y marionetas que quizá seguirán albergando la esperanza de sobrevivir y tener siempre al alcance una tele de plasma o un boleto de la Primitiva.

Nos han adiestrado en que la vida se disuelva en un gigantesco océano de cosas y mercancías que debemos adquirir a toda costa para sentirnos bien. Nosotros mismos nos hemos convertido inconscientemente en mercancía a merced de los mercados (los dueños del tablero de ajedrez y del guiñol), sin tener en cuenta que nos son más necesarios que nunca momentos intensos y sosegados para poder reflexionar juntos, organizarnos, tomar conciencia de lo que realmente nos está pasando y de todo lo que se nos está privando y, finalmente, rebelarnos por nosotros mismos y sobre todo por vosotros, hijos y nietos nuestros.

De momento, percibo pocos signos de rebeldía y de revuelta. Los más desfavorecidos del mundo nos llegan en patera, a merced de nuestra beneficencia, en lugar de exigir justicia y reconocimiento efectivo de sus legítimos derechos humanos. Fíjate hasta qué punto llegan las contradicciones que nos toca presenciar que, por ejemplo, en España y en cada autonomía hay un Defensor del Pueblo, instituido para defender nuestros derechos constitucionales (educación, trabajo, vivienda digna y adecuada, protección de la salud, medio ambiente). Pues bien, nunca he visto a uno de ellos defender realmente al pueblo en la calle, en los desahucios, en las fábricas o en las oficinas de desempleo.

Sobre todo, no olvides nunca que otro mundo es posible. Lucha tú mismo por ese mundo que nosotros no estamos sabiendo hacer mejor y que espero que anheles siempre para tus hijos y para tus nietos. Cuídate mucho. Un beso.

 

Antonio Aramayona es Profesor de Filosofía