Recuerdos del 23-F de Sabino Fernández Campo |
Monarquía - Juan Carlos y el 23-F |
Escrito por Iñaki Anasagasti |
Sábado, 23 de Febrero de 2013 05:15 |
El Rey sabía que se iba a producir el golpe del 23-F, según las memorias de Fernández Campo Aquella mañana llegué algo tarde a Río Frío y don Sabino ya estaba allí, en la mesa habitual donde nos sentábamos los sábados y con vistas a la plaza de Colón. Tenía un café delante, un vaso de agua, y ojeaba los periódicos del día. Nada más saludarnos me senté y casi sin mediar más palabras sacó unos folios doblados del bolsillo interior de su chaqueta y me dijo: Ten, este es uno de los 'Recuerdos' que estoy escribiendo. Lo escribí anoche casi de un tirón. Quiero que lo leas aquí y ahora y me des tu opinión.
Yo cogí aquellos folios y me puse a leer con verdadero interés. Reproduzco aquí las notas que allí mismo tomé a vuelapluma y cuando él me lo autorizó, pues no quiso dejármelos ni para sacar fotocopias. Los folios estaban escritos de su puño y letra. Y recordaré siempre su bella letra. "Aquella tarde, la tarde del 23 de febrero de 1981, yo estaba en mi despacho revisando papeles, como casi todas las tardes, cuando de pronto irrumpió sin ni siquiera llamar a la puerta Fernando Gutiérrez y casi gritando me dijo: -- ¡Sabino, rápido, conecta la radio! Inmediatamente conecté la radio y ambos escuchamos con asombro lo que todos los españoles: los gritos de Tejero y los tiros... y sentí como un latigazo en todo mi cuerpo. Debí ponerme blanco en segundos y sin pensarlo di un salto y me fui directo al despacho del Rey. Cuando entré tampoco yo llamé a la puerta, vi que el Rey y la Reina ya estaban pegados a la radio y escuchando atentamente. Eso sí, tranquilos. -- ¡Señor!, ¿qué está pasando en el Congreso? La Reina no había dicho nada, aunque su cara era un poema. Pero, cuando fui a salir sonó el teléfono y el Rey, mientras lo cogía, me pidió que esperase. Entonces Su Majestad, ya al teléfono, dijo muy alterado: -- ¡Alfonso!, ¿qué pasa? ¿Qué han sido esos tiros? Naturalmente yo no escuché bien las palabras del otro lado del teléfono ni me enteraría salvo por las respuestas del Rey. -- ¡Qué coño es eso de intimidación! ¡Eso no estaba previsto! ¡Quiero saber urgentemente lo que está pasando ahora mismo allí. En ese momento y con señas le hice saber al Rey que pospusiese su respuesta. Entonces Su Majestad dijo: Y colgó el teléfono. -- ¿Qué pasa, Sabino? Y entonces, no habían transcurrido ni tres minutos, volvió a sonar el teléfono y otra vez era el general Armada. -- Mira, Alfonso, hemos decidido que sigas ahí y no te muevas hasta nueva orden. Y me volví a mi despacho, donde esperaba angustiado Fernando Gutiérrez. -- Fernando, tienes que llamar urgentemente a la televisión, a las radios y a los periódicos, para enterarte qué está pasando y qué noticias tienen ellos. Venga, rápido. Al quedarme sólo me di cuenta que mi cabeza era un volcán y cien preguntas me surgieron como centellas. ¿Qué significaba lo de "no estaba previsto"? ¿Por qué el Rey aparentaba estar tranquilo conmigo y no con Armada? ¿Qué era aquello? ¿Era la acción individual del loco Tejero? ¿Era un golpe de Estado? ¿Era la cabeza de puente de otra cosa mucho más seria?... ¡Y las dudas inundaron mi cabeza! ¡Dios, la situación apenas si me dejaba pensar!. Así que cogí el teléfono y llamé al teléfono especial que tenía del Congreso para hablar con la persona de la Casa que habíamos destacado aquella tarde para tener información directa. Pregunté, al descolgarlo alguien al otro lado, por el hombre de confianza que tenía allí destacado porque no estaba. Pero la persona que lo cogió me adelantó, muy nerviosa, lo que había pasado y lo que estaba pasando, y una cosa me produjo tal impacto que casi me tumba. Que Tejero había dicho que aquello lo hacía ¡¡en nombre del Rey!! Eso me nubló hasta la vista y hasta mi corazón empezó a latir peligrosamente. ¿En nombre del Rey? ¿Qué está pasando aquí? Entonces llamé también a mi amigo Lacacci, el capitán general de Madrid, y comprobé que estaba tan desorientado y desconcertado como yo. El hombre estaba intentando saber con exactitud lo que estaba pasando en la Brunete. Quedamos en hablarnos después y estar en permanente contacto, porque era fundamental saber lo que iba a hacer la Acorazada. Y otra vez me fui a ver al Rey. Entré en el despacho y Su Majestad estaba hablando por teléfono y a su interlocutor, que no era otro que el general Armada, le decía: -- Alfonso, si es verdad que ese loco ha entrado en el Congreso en nombre del Rey hay que desmentirlo urgentemente y quiero saber con urgencia --y el Rey casi gritó-- por qué ha dicho Tejero semejante cosa.
-- Sabino, los militares han tomado Televisión Española y Radio Nacional. En ese momento sonó el teléfono. Era el general Juste que pedía hablar conmigo. Rápidamente me puse al habla. -- Juste, ¿qué pasa? Colgué el teléfono y mi cabeza era un hervidero. Por primera vez intuí algo sobre el general Armada, acaso por su insistencia en acudir a la Zarzuela. Mi instinto ya me puso en guardia. También que la noticia de Armada hubiese llegado a través de Milans del Bosch. Y así, ya con "todas las moscas detrás de la oreja", me dirigí de nuevo al despacho de Su Majestad y cuando entré me llevé la sorpresa de la noche, qué digo, la sorpresa de mi vida. Porque allí se estaba brindando. Y eso me nubló la mente y me enfureció. Así que, y ya sin protocolos, me dirigí a Su Majestad y sin pensarlo le dije mirándole de frente: -- ¡Señor!... ¿Está usted loco? Estamos al borde del precipicio y usted brindando con champán --y casi grité-- ¡Señor!, ¿no se da cuenta de que la Monarquía está en peligro? ¿No se da cuenta que puede ser el final de su reinado? ¡¡¡Recuerde lo que le pasó a su abuelo!!! Entonces la cara del Rey cambió de color y vi como sus manos le empezaron a temblar y en voz casi inaudible mandó salir a los allí presentes, que de inmediato abandonaron el despacho. Todos, menos la Reina, que tenía cara de póquer. Una vez solos Su Majestad se vino hacia mí, y tembloroso y casi llorando, me tomó de las manos y en tono suplicante me dijo: -- ¡Sabino, por favor sálvame! ¡Sálvame, salva a la Monarquía, ahora mismo no sé lo que hago ni qué decir! En ese momento la Reina se levantó y sin decir nada salió del despacho. Y yo me derrumbé. Me temblaban las piernas. Entonces el Rey se sentó en su mesa y apoyó su cabeza entre las manos. Yo me senté enfrente y esperé unos segundos antes de hablar. -- Señor, no sé lo que Su Majestad sabía, pero fuere lo que fuere, ahora lo que hay que hacer es parar esta locura. Si triunfa "eso" la Monarquía caerá como cayó la de su abuelo. De lo que habló el Rey con los altos mandos del Ejército hablaré en la siguiente entrega". -- ¡¡Esto es una bomba, Sabino!!
En las fotos: Sabino Fernández Campo, que era secretario general de la Casa del Rey en 1981. El teniente coronel Antonio Tejero, pistola en mano, en la tribuna del Congreso durante la intentona del 23 de febrero de 1981.
Iñaki Anasagasti es senador del PNV por Vizcaya. -------------------- Fuente: ianasagasti.blogs.com |