La pluralidad nacional de España como oportunidad adaptativa ante los retos del siglo XXI |
III República - Federalismo |
Escrito por Rafa Rodríguez |
Jueves, 31 de Marzo de 2016 00:00 |
1. Una de las singularidades del Estado español frente a otros Estados de nuestro entorno es el fracaso, desde finales del siglo XVIII y durante el siglo XIX, en la construcción de un Estado -la nación española- (transición del capitalismo mercantilista al capitalismo industrial y del Estado imperial y patrimonial de la monarquía absoluta al Estado moderno) como soporte jurídico y político del Estado liberal (http://www.paralelo36andalucia.com/sobre-el-concepto-de-nacion-1/).
El acto final de este fracaso puede tener como fecha simbólica la independencia de los últimos territorios sometidos como colonias en 1898 y el surgimiento alternativo de los nacionalismos subestatales (http://www.paralelo36andalucia.com/notas-para-una-cronologia-del-concepto-de-nacion/). 2. El primer tercio del siglo XX fue el escenario de las dificultades para construir un sistema económico postcolonial y un Estado-nación democrático y republicano que integrara la emergente realidad política plurinacional de España. Esta posibilidad, que adquiere entidad durante la II República, se frustra definitivamente por el golpe de Estado militar fascista de 1936. 3. Durante el franquismo se cimenta un Estado que tiene como soporte político un nacionalismo español caracterizado por sus componentes antiliberales y antidemocráticos, el centralismo, el dominio de una oligarquía rentista enquistada en el Estado y la alianza con la iglesia católica. La unidad nacional, basada en su identificación con la unidad religiosa y étnica, se intenta mantener mediante la recuperación de los mitos excluyentes de la monarquía imperial española (reconquista y cruzada que resaltan la xenofobia contra magrebíes, judíos, indios o negros y la criminalización de la heterodoxia ideológica –masones, rojos, separatistas, etc -) y la durísima represión contra cualquier disidencia política o cultural. 4. El Estado democrático constitucional de 1978, producto de la correlación de fuerzas en la transición entre las fuerzas democráticas y populares (muy movilizadas pero sin fuerza suficiente para derrocar al dictador) y unas élites económicas necesitadas de salir de su aislamiento pero sin el soporte político necesario, se sustenta en: 5. Estos equilibrios son los que están hoy en cuestión: 6. Al mismo tiempo el proyecto del marco político del Estado (Estado – nación español plural compatible con la existencia en su seno de nacionalidades y regiones) se ha vuelto obsoleto porque: 7. El empecinamiento en la vuelta al proyecto de estado – nación español contemplado en la Constitución del 78 es una miopía política que carece de cualquier viabilidad material. Frente a la crisis del Estado en esta época de la crisis de la globalización (que produce una realidad social interconectada, jerarquizada y en conflicto, en el contexto de la crisis ecológica, con bajo crecimiento, Estados endeudados y posición de dominio del capital financiero que ataca al Estado del bienestar mediante la generación de dinámicas de austeridad procíclica y competencia entre los Estados por “lugares óptimos” para el capital mediante la desregulación) necesitamos articular un nuevo modelo de Estado y un nuevo concepto de nación que rompan el yugo con el que los unió el liberalismo seminal. 8. El Estado requiere independizarse del concepto de nación y evolucionar hacia una estructura política que se adapte a los distintas escalas de las necesidades públicas: nueva institucionalidad global relacional con reconocimiento de la ciudadanía universal; institucionalización de nuestra pertenencia a la Unión Europea y al Euro; nueva funcionalidad del Estado central y reconocimiento de la naturaleza constitucional de las normas estatutarias de las CC.AA, a través de los principios del federalismo cooperativo y de la soberanía compartida. El concepto político de nación necesita romper con su asimilación a un Estado y convertirse en el soporte de la cooperación comunitaria de los distintos estratos de la organización político – administrativa en función de los sentimientos subjetivos de identidad y pertenencia de la ciudadanía. 9. Un nuevo modelo que tiene que estar contextualizado por: 10. El fracaso histórico en la construcción de un Estado – nación español (que carece de símbolo identificativos – monumentos -; o no expresan emocionalidad, como el himno; o tienen identificación política solo con una parte de la población – como la bandera-) y la consolidación de la pluralidad nacional de España como nueva identidad democrática (por vez primera hay símbolos integradores: los de las CC.AA.) que no excluye los sentimientos subjetivos de identidad y pertenencia de una parte importante de la ciudadanía a la idea de España como nación (a condición de que no reclamen la exclusividad), es una oportunidad adaptativa para hacer frente a los retos de esta nueva época que ha comenzado con la crisis de la globalización, que no pueden ser abordados desde la rigidez y la fragmentación global que implica el concepto liberal de Estado – nación. 11. Necesitamos un nuevo modelo político – territorial para el siglo XXI basado en la separación entre los conceptos de nación y Estado (y no en su negación o en su superposición) que abra las puertas al federalismo cooperativo, a la soberanía compartida y a la plurinacionalidad y que se oponga frontalmente a las dinámicas excluyentes y a la fragmentación política. Un nuevo modelo de Estado y un nuevo concepto de nación que proporcione el capital social, cultural, territorial, institucional y comunitario para la defensa de la democracia, la igualdad y que pueda impulsar una transición postcapitalista viable política, económica, ecológica y socialmente: un sistema público y comunitario capaz de articularse en las distintas escalas frente a los problemas que nos amenazan, desde lo global a lo local. ------------ Fuente: Paralelo 36 |