Según los grandes padres del liberalismo económico, Ricardo, Smith, Hayek, Friedman, el Estado no debe intervenir en ninguna cuestión relacionada con la economía, limitándose a hacer cumplir los acuerdos firmados por empresarios e individuos y a mantener el orden público para que no se produzcan altercados que afecten a las magníficas relaciones entre la oferta y la demanda, que, en definitiva, serán las únicas que regirán nuestros destinos. Nada, pues, se debe esperar del Estado, que es para ellos, una garrapata adosada a los individuos para chuparles la sangre y dilapidar el esfuerzo de los más aventajados en el arte de mangonear y acumular riquezas.