No subestimemos lo pequeño Imprimir
Opinión / Actualidad - Economía
Escrito por Jordi Évole   
Lunes, 08 de Junio de 2020 03:43

e llega este vídeo por Whats­App y por Twitter. Un chaval se para frente a un pequeño comercio de barrio. Ha visto en el escaparate un coche en miniatura. Le gusta. Le casca una foto. Se va a casa. Pone la referencia por internet y lo compra en una gran plataforma online. A la vez, una chica entra en ese mismo pequeño comercio de barrio y se enamora de una caja de música. La prueba. Suena mal. El dependiente se la cambia por otra que suena mejor. La chica, encantada, la compra… pero descubre que detrás del mostrador tienen preparado el cartel de “Liquidació per tancament” (Liquidación por cierre).

Sale de la tienda y empieza a mandar mensajes a sus colegas. El chico de la foto que compró online recibe en su casa el paquete que pidió. Pero el coche en miniatura no tiene nada que ver con el que vio en el escaparate. Elipsis temporal. El dueño de la pequeña tienda de barrio se dispone a colgar en su puerta el cartel de “Liquidació per tancament”. Cuando desde el interior de su pequeño comercio sube la persiana, descubre una larga cola de clientes. Los mensajes de móvil de la chica han movilizado a los vecinos. Incluso, entre los que están en la fila, vemos al chaval que hizo la foto al coche del escaparate. Y suena Les claus del teu món, del cantautor mallorquín Jaime Anglada.

El vídeo está recortado y no viene firmado por nadie. Entro en internet y escribo “Vídeo viral en defensa del pequeño comercio”. Se trata de una campaña de Pimeco, la asociación del pequeño y mediano comercio de Mallorca. Dirigido por Ernest Riera y producido por la agencia de comunicación Vivirdelcuento, el corto lo lanzaron la pasada Navidad, pero ha sido con el virus cuando se ha ­viralizado.

Sofía, Ester y Guim cierran su pequeño comercio; la pandemia también ha acabado con ellos

Se lo reenvío a Sofía, Ester y Guim, que hace unas semanas decidieron cerrar su pequeño comercio en el barrio del Born de Barcelona. La pandemia también ha acabado con ellos. Gidlööf es una tienda singular, con alma. Sofía es sueca, pero desde hace más de 20 años vive en Catalunya, y pensó que una manera de traer un trocito de su país hasta aquí era importando muebles de segunda mano para venderlos. Eran piezas únicas, nada que ver con los muebles suecos miméticos que decoran los hogares de medio mundo. Además, no dejaba de tener un punto sostenible: eran muebles reciclados. De Gidlööf habló muy bien la prensa especializada en decoración y también la generalista. Pero tras tres meses cerrada y sin conseguir que el pro­pietario del local les rebajase ni un euro el ­alquiler (este sí que se hizo el sueco), la con­tinuidad del negocio ha sido inviable.

El lunes anunciaron en su Instagram que cerraban. “Nos quedamos con el recuerdo de todos los Gidlovers que disfrutaban pasando por nuestra tienda simplemente por el placer de disfrutar de la visita”. La cuenta se les llenó de cariño. Y durante la semana han colgado vídeos de clientes despidiéndose de la tienda.

El miércoles, como en el vídeo del principio, hubo cola a las puertas de Gidlööf. Pero aquí el cierre parece irreversible y el cuento no acaba tan bien. Por desgracia, habrá más Gidlööf. Las calles pospandemia van a exhibir demasiadas persianas bajadas. Parece que no nos demos cuenta de lo que perdemos cada vez que muere un Gidlööf. Son esos pequeños comercios los que forman la identidad de un barrio, de una comunidad. Los que convierten un local convencional en un lugar singular. Una acera, en un punto de encuentro. El saludo rutinario de cada mañana, en una alegría. Los que consiguen plantarle cara a los que sueñan con que la profesión masiva del futuro sea la de repartidor, dicho con todo el respeto para los repartidores. El problema es que puede que todos acabemos repartiendo paquetes de Amazon. Pero la responsabilidad también será nuestra. Porque todos habremos acabado comprando a Amazon. Y poquito a poco no quedará ni rastro de lo que fuimos. Reaccionemos antes de que sea demasiado tarde. Si es que no lo es ya.

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Viñeta superior, Martín Tognola (Martín Tognola)

Fuente: La Vanguardia