El impeachment al rey aspirante a la tercera restauración borbónica PDF Imprimir E-mail
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Escrito por Enriqueta de la Cruz   
Martes, 12 de Enero de 2021 11:09

Hace algunos años, un excelente periodista conocedor de las entrañas profundas de este Régimen que padecemos, Rafael Cid, ponía el acento en uno de sus artículos en el funcionamiento de la segunda restauración borbónica, que ahora zozobra con los escándalos enormes de corrupción y desfachatez que todos conocemos de esta Monarquía pútrida y más cara que todas sus putas y putos de lujo juntos, que también se han pagado y pagan a nuestra costa. Me río yo de aquello de Los borbones en pelotas que se adjudicó a los hermanos Bécquer y que si salió fue porque Isabel II era liberal (no carca-carlista) y, por supuesto, mujer.


Mi compañero Cid me advertía también en una comida íntima de que yo misma había visto en cueros demasiadas cosas que pasan en este opresor e impuesto Régimen y que eso era comprometido. Desde luego, una de las funciones de un periodista que se precie es desentrañar lo que hay y se cuece y luego, contarlo, extenderlo, denunciarlo si no es lícito, para que otros puedan contravenirlo, ya digo, si no es de recibo. Aunque ello suponga, muchas veces, asomarse a abismos.


Y eso es lo que precisamente ha hecho el periodista de The Telegraph, James Badcock, que ha destapado la olla podrida de esta monarquía “nuestra” y que Felipe VI es beneficiario de la fundación que recibió los 100 millones infectos de Arabia Saudí. Y eso es lo que vienen subrayando muchos otros periodistas que, desde fuera, hacen como el fiscal suizo: aclarar. Y eso es lo que los reputados del recopete de aquí que tienen cuota de pantalla y espacios en prime time, que tienen, aunque sea una pequeña visibilidad, no hacen hasta que se ven en el último minuto de quedar con las vergüenzas al aire (y aún así, tapando cuanto pueden mañosamente las suyas y las de los demás).


El periodismo (aquí tan despistado) es otra de las patas esenciales de la democracia sin la cual no es posible la democracia, aunque lo que llamamos hoy eso (prensa, periodista, periodismo) no es más que un tinglado de cuatro listos y mucho efectista con verborrea encantado de haberse conocido y de lo guapo que da en pantalla... La verborrea es una cualidad que esos tipos comparten con la mayoría de nuestros políticos actuales, de poco fuste. Es la generación de políticos peores con diferencia de la historia de nuestro país. Sin talla alguna, sin impronta de valores sólidos, sin prestancia, sin sustancia. Precisamente estos días lo que vemos ante cualquier gestión de cualquier crisis: es que no saben hacer, gobernar y ni siquiera saben mandar. A veces, ni lo intentan, indecentemente.


Que es el pueblo el que se organiza solo, lo vemos, que se puede, completamente se puede como ya José Saramago advirtió perfectamente en sus historias de la ceguera y la lucidez. Avivar en pro de una mejor construcción social, lo siento, es también tarea del periodista, como lo es del intelectual. Yo así lo aprendí en un paréntesis de apertura de mano para que eso de la democracia con todos colara mejor…


Pues bien, por si no fuera poco, más tarde, un empresario que había criado en su casa a Felipe González, bueno, en la de su tía carnal, para ser más exactos, me conminó a que no fuera tan ingenua y pensase en ese juego que PP Y PSOE se traían (el del turnismo cual Cánovas y Sagasta) de manera que una vez le tocaba a uno y otra, al otro y mientras, mucho de pelea en ring público y publicado pero menos lobitos caperucito; es decir: todos seguían al sol y no precisamente como los de Los lunes al sol, sino amasando fortunas para colocar luego a su hijo Pablito en La nube donde todos colgamos nuestra intimidad y casar bien a la chavala y recasarse él mismo con otra más joven en la decrepitud absoluta y colgadero de que todavía se manda y etecé.


Es bien conocido, por lo demás, que para llegar arriba, muy arriba, no se escoge a los mejores o los que hemos sacado más matrículas de honor en la carrera (sin troleos ni CV inflados), sino a los que en cuanto se quiera se puede echar echándoles encima la cantidad de mierda acumulada en el ascenso y que, mientras tanto, son suficientemente dóciles, obedientes, no belicosos. Es por eso que estos días oímos en los telediarios públicos sin el menor pudor que subirá la luz escandalosamente los días precisamente que más se la necesita, o que la gente se siente por completo desasistida mientras tenemos una mitad de población en paro, etc. sin que ningún gobernante haga algo en serio. Es que ya lo hace… Pero no para el interés general. Y es por eso que siempre rechacé en este estado de cosas las oportunidades de cosas que se me presentaron de iniciar alguna de tales escaladas. Mis escrúpulos (esa cosa tan bella, de nombre tan feo para tantos y tantas), así como los antecedentes de lucha de mis antepasados, no me lo permitían.


Y de remate de estas cuestiones que comparto para la mejor comprensión del cuadro, el señor Cobo del Rosal, don Manuel, que E.P.D., en otra cena (esta con más gente) me espetó al reclamar yo Justicia: “Pero qué justicia, Enriqueta, qué justicia”. Y queriéndome abrir los ojos y explicar algunas cosas más, me mostró cómo desde la procuraduría en Cortes, de donde procedía, hasta la santa democracia transicionada, con esas pieles de cordero que se gastaron toditos los intervinientes, nos habían metido un gol de campeonato.


En fin y de modo que yo ando curada ya de espantos y he leído algunos libros y en los ojos de muchísima gente, que no me engañan, porque están, además los datos, los dosieres, lo que está aún por salir y juzgar… y si lucho por la República, créanme, es por decencia y no me voy a parar ante cuatro cantamañanas de bla, bla, bla. Yo, ante los paños calientes, reacciono con sarpullidos. Y más en estos momentos tremendamente claves.


Verán ustedes:
A un lado está el peligro: la pura y sencilla maniobra de inaugurar la tercera restauración borbónica más represiva y displicente que la primera (el rey ni siquiera tiene las dotes teatrales de su padre y ni siquiera parece ni cercano ni campechano ni nada de nada). Turnismo y quizá, algo que el inefable Anson (sin acento en realidad), el eterno consejero de prensa de Don Juan (el no reinante), venía repicando en tantas ocasiones y que el 23 F intentó: gobierno de concentración nacional reaccionario.


Dentro de esta maniobra, late, germina, avanza… dejar sin los extremos (IU-Podemos) al incomparable primer actor de este drama: Sánchez, y volcarlo o acurrucarlo en la extrema derecha que es trina y una. Solo ellos: PP, Cnos y los filonazis con pluma de tales saben, como solo ellos pueden saberlo, del misterio de la trinidad que unas veces se comprime en un cuerpo –tal como Fraga operó el milagro- y otras se despliega a conveniencia para seguir mamando del cuento y del golpe genocida del 36 del pasado siglo. Es lo que la canalla (los periodistas) llamaban antes “el abrazo del oso”. Y esta vez se trata de un oso enorme que dejó vivo a propósito el de los elefantes y sus secuaces fascista (amigos del IBEX y la buena vida, banqueros, catolicorros que se ocupan de que las mujeres les toquen la polla perno no la olla, la hostia bendita y no den misa además, por supuesto).


Pero el PSOE, o la parte magra de lo que queda de eso (sin el S y O), no se quiere enterar de que le siegan la hierba bajo los pies a marchas forzadas. Se cree en Europa UE y sabe que somos intervenidos y no soberanos, y creo que confía demasiado en que se lo den todo hecho. Pero el imperio se cae a trocitos y eso que pasa en nuestros Estados Unidos juega a su contra. A la contra de todos, la verdad.


O quizá simplemente el PSOE espera la consolidación de esa tercera restauración sin moverse para seguir en la foto de truhanes. Será por eso que se pone en el ridículo hasta de intentar traer los restos del presidente Azaña que, dicho sea de paso, solo podrán regresar cuando el VI camine ya más allá de Pirineos para no volver jamás y, por supuesto, que ha de entrar Azaña con los honores de jefe de Estado. Luego tendría que venir, si es que tenemos vergüenza y bemoles, un acto simbólico y profundo de devolución de la República TOMADA, violada, y de la bandera tricolor ultrajada por los que cuando hablan de patria (otra vez y siempre) se refieren a fusilar a todos los que no piensan como ellos. Y solo después de este acto solemne, y si se desea, proceder a elegir los nuevos colores de la verdadera concordia. A partir de ahí cosechar el aquí cabemos todos los demócratas, poner en marcha los demás detalles de la nueva construcción.


La opción que llamo primera, primer camino, la de prestarse al juego, en la coyuntura actual de crisis galopante, profunda y ante la evidencia de que no tenemos apenas Estado sino un estado ruinoso de decadencia y caos, sin recursos y con un sálvese quien pueda día sí, día no, supone un serio peligro de escoramiento hacia un régimen totalitario agudo que salve las vergüenzas a este monarca y le afiance. Y consolide a los insólitos personajes que como los dueños de las eléctricas que suben la luz pertenecen a las familias genocidas aliadas con el capitalismo más salvaje de nuestros colonizadores. Supone, tal vez, una descomposición y tal vez, el enfrentamiento social que tratan de avivar los agitadores de la fractura social. Violencia, ruina y caos.
Decía Arendt, la filósofa, que cada vez que la sociedad deja sin cimientos de subsistencia al hombre pequeño, entiéndase la masa, mata el funcionamiento normal del mismo y lo predispone a asumir cualquier función. Puede llegar a ser, ese hombre, el burócrata que cumple metódicamente las órdenes de Hitler o el bisonte cornudo que hemos visto entrando en el Capitolio estos días en EE.UU. (sumidos los Estados todavía Unidos, no lo olvidemos, en crisis económica, fanatismos, racismos e incultura y desigualdad extrema). Hemos sabido por la historia, el caldo de cultivo de los fascismos, qué es, cómo prende la demagogia; qué es un inculto nacionalista ramplón llena la cabeza de sugestión y mitos cuando tiene miedo, cuando siente al líder todo chiflado, cuando lleno de complejos de inferioridad, tal vez, sueña con ser el héroe, o simplemente tener sus dos minutos, o solo siquiera dejar de ser invisible…) Se sabe cómo está ya operando el fenómeno totalitario en España. Hace falta darle el alto o crecerá ya sin remedio. Recordemos cómo a Stefan Zweig no se le hizo caso, releamos, por favor, “El mundo de ayer”.


El segundo camino, la única alternativa, es la tercera República y espero que sea primera en salvar los errores de las dos anteriores.


También esta filósofa citada, Arendt, judía cultísima, que no se amedrentaba, advertía de que no hay que debatir con el adversario, sino con el grupo afín y decir la verdad, denunciar los sinsabores de lo que se produce en lo afín sin pararnos ante las vallas que ponen los propagandistas manipuladores delante para que nos tropecemos en ellas, como eso de que decir la verdad, avivar el debate, animar a los afines a ser un poco coherentes y decentes, a que vuelvan la vista a sus valores de origen, a que valoren cómo sobrevivir siquiera (no con el pan para hoy y el hambre para mañana, no con el oportunismo, sino con amplitud de miras), suponga poner en crisis a los propios.


Esta lectura es una absoluta mentira y capa de invisibilidad en la que se arropan precisamente los corruptos, los arribistas, los pervertidos, o los cobardes, para no ser criticados. Sencillamente, porque los que no van por el camino del interés público sino por el suyo propio se sienten tan desnudos como el rey. Y esta es la labor del intelectual que, por desgracia, no se ve. No se puede sentir uno obligado, coaccionado, coartado, reprimido, por la prepotencia, la fachada, los que precisamente tenían que avergonzarse y, sin embargo, acusan al denunciante para, ya digo, aniquilar la crítica.


Rememorando a otros filósofos, al propio Nietzsche (vilmente utilizado por la ideología nazi sin serlo él en absoluto) que ya habló del necesario triunfo de la democracia: No queremos más caballos nuevos, con las calles antiguas y las ruedas antiguas en sus carros, sino vehículos para el bien de los pueblos. La democracia (que ni siquiera es lo de Estados Unidos –léase bien lo de los padres puritanos peregrinos y cómo se hicieron las cosas a efectos de que ganara siempre lo conveniente, de que solo un puñado de WASP -blancos puritanos- vivieran a lo grande a costa de la explotación del hombre por el hombre (la mayor de las ignominias). Léase a un conocedor de la política profunda norteamericana (con el que no tuve el honor de cenar pero que también me enseñó mucho): Gore Vidal.


La democracia es lo vivido, no lo pensado. También nos lo enseñaron los grandes. Y es aquello (ahora en sus horas bajas), que puede vencer la tiranía y al fascismo. Lo sabemos, hagamos… Aceptar la normalización de la inhumanidad es complicidad. Y apoyar a quienes normalizan contra nuestros intereses como pueblo, como explotados, como demócratas, es de bobos.


Los ídolos se nos están cayendo, las siglas, las vendas de los ojos. Es el crepúsculo de los ídolos. Es la hora de los que sepan estar a la altura y nada más. No se puede ser indulgente con el mal. Los partidos se tienen que dar cuenta. Tienen más información que la suma de todos nosotros, saben lo que les espera. ¿Entonces? ¿A qué esperan? Tal como van, yo se lo diré: a su auto conservación para lo cual les interesa que el partido opuesto que les hace de contraparte, de contraste no pierda fuerza (tal como los clásicos pillaron hace siglos, tal como lo ha expresado magníficamente, con pelos y señales, el compañero teniente Segura en un artículo alojado en RT en los pasados días). Pero como avisa Segura, los fascistas no juegan. Van en serio.


Que pare el maldito juego de las vanidades y las trampas. No vamos a seguir danzando a este compás… La propia naturaleza, la propia crisis nos está indicando el camino:
El impeachment al rey es nuestro impeachment inaplazable, a este rey que se acomoda a la chita callando, a porra alzada, al calorcito de los que nos dejan sin comida, techo y calefacción a los demás, en la tercera restauración en marcha.

 

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Enriqueta de la Cruz

Periodista, escritora.

Vocal de la Junta Directiva de UCR.