La Democracia asesinada
Paco Azanza Telletxiki
baragua.wordpress.com
17 de Octubre de 2009
Hace unos días me topé con
Se fue del apestoso lugar. La seguí preocupado y
procurando no ser visto, y, tras caminar durante un
kilómetro aproximadamente, se detuvo casi de repente
ante un flamante edificio. Era el “Palacio de
Justicia” lo que teníamos enfrente. Al menos así
informaba el rótulo situado junto a la puerta
principal, aunque una mano anónima y ocurrente se
había encargado de contradecir a dicha información,
añadiendo delante de la jota de Justicia una i y una
n, de modo que a partir de entonces realmente se
leía: “Palacio de inJusticia”.
Cruzamos la ciudad entera bajo un silencio casi
absoluto. De pronto
Un largo pasillo le llevó al pie de
un mostrador, donde fue atendida por una trabajadora
administrativa. De allí fue enviada a la sala de
espera y, finalmente, llegado su turno, entró a la
consulta del galeno.
-Siéntate –le pidió amablemente el médico de
guardia-. Vamos a rellenar primero esta planilla
–añadió señalando a un papel que reposaba sobre la
mesa.
-Mi caso es grave, doctor, ¿no podemos prescindir o
dejar para el final el protocolo?
-No te preocupes, que lo resolvemos enseguida.
Dime, ¿cómo te llamas?
-Me llaman Democracia.
-Democracia ¿qué?
-Democracia Representativa.
-Anjá. ¿Cuántos años tienes?
-No sé, dicen que treinta.
-¿Dicen? ¿Quiénes dicen?
-Mis supuestos padres.
-¿Supuestos? –el médico comenzó a extrañarse y
frunció el ceño.
-Es que me atribuyen tantos que una no sabe.
-¡Qué cosa más rara!
-Y tanto.
-Vamos a ver, Democracia, ¿laboras en alguna empresa
expuesta a productos tóxicos?
-Expuesta a productos tóxicos me he pasado toda la
vida: fascistas sin careta, con careta, defensores
míos que son todo lo contrario..., en fin, la lista
es larga, pero la cruda realidad es que no trabajo.
¡Y mira que tengo ganas, muchísimas ganas,
compañero!
-¿Estás desempleada?
-No he trabajado nunca.
-¿Y eso?
-En los países capitalistas la democracia nunca
tiene trabajo, no puede tener trabajo y, aunque
siempre está en boca de todos, todos los que tienen
posibilidad y obligación de procurarle empleo se
olvidan de ella, nunca le facilitan el acceso a su
legítima y necesaria actividad laboral. Más bien
todo lo contrario. Como no les interesa mi real
existencia, porque de mi misma estoy hablando, se
empeñan en matarme de hambre, en reducirme a la más
mínima expresión pues, ya se sabe, en tan
deshumanizado sistema es el interés personal de una
exigua minoría lo que impera. Mira qué flaca estoy.
-A la verdad, casi ni se te ve –dijo impresionado el
de la bata blanca-. No eres más que un amasijo de
huesos y piel.
-Lógico, si a duras penas existo.
-En fin, vamos a dejar el formulario a un lado.
Dime, Democracia, ¿qué es lo que te pasa, te duele
algo?
-Todo, doctor, ya se lo he dicho, el cuerpo entero.
Y mi cura sólo pasa por recuperar el apellido que
realmente me corresponde...
-¿Cuál? –interrumpió intrigado el médico.
-Participativa. Mi verdadera identidad es
Democracia Participativa, y no Representativa, ya
que el apellido impuesto suena muy bonito, pero no
es más que un sucedáneo que, como ya he dicho, sólo
representa y sirve a una opulenta minoría. Quiero
que todo el mundo participe en la construcción del
sistema que elija -obviamente el socialismo, porque
otro sistema nunca le permitiría su estrecha
participación-. Quiero que los que dirijan sean
realmente los representantes que el pueblo haya
propuesto, primero, y luego elegido; que, además,
éste controle a aquellos en todos sus actos mediante
periódicas rendiciones de cuentas; que, durante las
legislaturas, los electores puedan revocar los
mandatos de quienes consideren que no cumplen
correctamente con el trabajo encomendado, y, por
supuesto, puedan participar en la elaboración y
aprobación de todas los movimientos o cambios más
importantes que se acometan. Quiero y debo ser
útil, en definitiva, a todos los habitantes del
mundo, y no sólo a unos pocos cínicos y egoístas
privilegiados. Ese debe ser mi trabajo, esa es la
esencia de mi existencia y no otra. Han tratado de
matarme de hambre, insisto, y de muchas cosas más,
pero de momento no lo han logrado del todo. Y es
que, aunque enclenque, todavía camino. El caso es
que yo estorbo, y mucho, para que las parásitas
ambiciones de los grandes capitalistas puedan
llevarse a cabo. Y si la población en general,
máxima perjudicada de mi posible desaparición, no lo
remedia, van a conseguir que, más pronto que tarde,
deje de respirar definitivamente.
-¡Ufff...! El objetivo que te propones es
interesante y justo, pero también harto complicado
de alcanzar. No sé, hallo a la población que tú
acabas de nombrar tan sumisa a los dictados del
poderoso enemigo que... Es como si estuviese
domesticada, anestesiada tal vez para poder soportar
tan humillante castigo sin apenas protestar, sin
apenas quejarse. Y sin su imprescindible concurso
es casi imposible que recuperes tu verdadera
identidad, tu, por otra parte, hermoso apellido.
-Lo sé, por eso estoy tan deprimida y desesperada.
-Lo que no sé es por qué has acudido al hospital,
cómo puedo ayudarte. Yo no soy más que un humilde
médico, y, además, el sistema de sanidad que existe
en éste país no es precisamente para estar locos de
alegría.
-Yo tampoco sé por qué he venido aquí. Quizá porque
he visto un rótulo en la puerta que dice: Urgencias;
o, probablemente, por hacer un último intento en
retardar mi más que segura muerte. La siento tan
inminente...
-Bueno, tampoco exageres.
-No exagero, doctor. De un tiempo a esta parte no
soy ni una cuarta parte de lo que debía haber sido y
nunca he llegado a ser.
-De todos modos, Democracia, déjame que insista en
que creo que te has equivocado de sitio. No me lo
tomes a mal, pero tengo la impresión de que adonde
tenías que haber ido es al Palacio de Justicia.
Allí es donde se deben resolver estos problemas.
-Se deben, pero ¿se resuelven? Acabo de pasar por
allí..., pero no he entrado.
-Vete, al menos haz un intento.
-Baldío, pero lo haré. Muchas gracias por dedicarme
un poco de tu tiempo, doctor.
-Por nada, muchacha. Yo soy el primero en querer y
necesitar que resuelvas tus problemas; tu suerte es
la mía, y la de la inmensa mayoría de la población
que habita en este maltratado planeta.
Retrocediendo sobre sus pasos,
Sabía que introducirse en su interior con
intenciones curativas era batalla perdida, pero, aun
así, por fin se decidió a hacer un último esfuerzo
en un desesperado intento de preservar su precaria
existencia.
Yo no entré, expectante me quedé fuera. Pero no
transcurrieron muchos minutos sin que
Quise acercarme a ella para preguntar por lo
sucedido, pero no tuve tiempo; según comenzaba a
alejarse de la puerta, unos sicarios a sueldo del
gran capital abrieron fuego contra la escuálida
Democracia. Descargados todos los peines de sus
armas, los agresores abandonaron el lugar con la
insultante calma que otorga la impunidad manifiesta.
Con
* El presente relato quiere denunciar la bajísima
calidad democrática existente hoy en el Estado
español, donde el poder judicial –estrechamente
ligado al poder político- ilegaliza partidos y
listas electorales según las necesidades de sus
dueños y de cada momento, encarcelando a no pocos
individuos de aquellas formaciones por supuestos
delitos que nunca acaban siendo probados. Y lo
hacen amparados por una Ley de Partidos –creada
única y exclusivamente para esos fines- que hasta la
propia ONU, por boca de su relator especial por
Sirva como denuncia, también, de los graves y
numerosos ataques recibidos por la democracia en
cualquier parte del mundo.