Hace 37 años Chile fue herida de muerte Imprimir
Imperio - Latinoamérica
Escrito por Igor García (Ciudad CSS)   
Sábado, 11 de Septiembre de 2010 05:10

En lo que se conoce como una de las intervenciones más descaradas de los Estados Unidos en Latinoamérica, el 11 de septiembre de 1973 se produjo un golpe militar que depuso del poder a Salvador Allende y acabó con uno de los primeros intentos de establecer el socialismo por vía democrática en esa nación.

“He decidido remover a Allende”, son algunas de las palabras pronunciadas por el ex presidente de los Estados Unidos, Richard Nixon, que se desprenden de grabaciones desclasificadas hace dos meses en Washington, en las que además habla de “golpear en el trasero” y derrocar a ese “hijo de puta”. Según la transcripción, la decisión se produjo tras el anuncio del gobierno de Allende de nacionalizar las empresas estadounidenses en Chile.

Augusto Pinochet, jefe militar de Allende, apuntalado por el gobierno norteamericano, por empresas transnacionales que funcionaban dentro de esa nación y por la burguesía nacional chilena, pulverizó el camino de las reivindicaciones sociales a favor de las masas campesinas y obreras que durante mucho tiempo habían llevado sobre sus hombros todo el peso de las penurias generadas por la pobreza y la explotación.

EVITAR LA LLEGADA DE ALLENDE

La posibilidad de nacionalizar el cobre y de cambiar las estructuras sociales imperantes en esa nación llevaron a los sectores poderosos a aliarse con las empresas norteamericanas para impedir que Salvador Allende asumiera el poder.

El 25 de marzo de 1970 Henry Kissinger aprobó una idea para “evitar la victoria electoral de Allende”, denominada Plan Korry, que preveía la entrega de fondos a las fuerzas contrarias. Además, preveía el pago a miembros del Congreso que evitarían su llegada, en caso de que su triunfo fuese por minoría y necesitara el concurso del poder legislativo, tal y como se contemplaba en su constitución.

El dinero de la CIA y de las multinacionales fue empleado en actividades que iban desde la utilización de periodistas para escribir artículos y reportajes contrarios a Allende, al esparcimiento de rumores sobre el colapso económico que se produciría de vencer la Unidad Popular o en pintas alusivas a las matanzas que se desencadenarían en el caso de una derrota de la derecha chilena.

El 4 de septiembre de 1970 tuvieron lugar las elecciones con la victoria de Allende. El 8 de septiembre Kissinger dio instrucciones directas a la embajada en Santiago para que estudiara las posibilidades de éxito de un golpe militar que, apoyado y organizado con la ayuda de Estados Unidos, impidiera su llegada a la presidencia.

El 15 de septiembre se celebró una reunión en el despacho oval de la Casa Blanca. Se trató de una reunión de acceso muy restringido, contando con la presencia del presidente Richard Nixon, Henry Kissinger, Richard Helms, el director de la CIA y John Mitchell, fiscal general de la presidencia. Su finalidad era analizar la política que había que seguir en relación con el futuro de Chile y, a la vez, buscar una alternativa que permitiera mantener al margen a la embajada norteamericana en este país.

Las instrucciones que Nixon dio consistían en organizar un golpe de Estado militar en Chile que impidiera la llegada de Allende a la presidencia. Este plan, denominado Track II, contaría con Kissinger y Thomas Karamessines como enlaces entre Helms y la Casa Blanca.

ASCENSO A LA PRESIDENCIA

El 3 de noviembre Allende asume el cargo de Presidente. Expropió un millón cuatrocientas mil hectáreas en los seis primeros meses de mandato para fomentar la reforma agraria, incrementó el salario mínimo en 35% y anunció que desistía de las acciones legales emprendidas contra algunos políticos por delitos contra la seguridad del Estado.

El 21 de diciembre de 1970 Salvador Allende propuso una enmienda constitucional que autorizaba la nacionalización de la industria chilena del cobre. La misma fue aprobada por unanimidad por el Congreso chileno. La expropiación fue acompañada de compensaciones de las que se excluyó a las empresas norteamericanas Kennecott y la Anaconda por ganancias exorbitantes obtenidas en muchos años de explotación.

Las medidas de Allende originaron reacciones entre las empresas transnacionales, el gobierno norteamericano y la burguesía nacional, trayendo como consecuencia que la ayuda del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) se redujera en 95%. Además se bloqueó, entre otras cosas, la venta de repuestos y herramientas destinadas a los medios de producción, con lo que en pocos meses se paralizaron muchos vehículos que no podían circular por esta razón.

El precio del cobre en el mercado internacional se redujo a la mitad. La inflación ascendió a 160% y corrió en paralelo con una escasez de bienes alimenticios y bienes para la industria y de uso personal que al intentar controlarse provocó el florecimiento del mercado negro.

En 1973, cuando debían elegirse los nuevos diputados del Congreso, la derecha vio la posibilidad de lograr la mayoría de los escaños, con lo que lograrían derrocar a Allende por la vía legal.

Sin embargo, la votación favoreció a los seguidores del Presidente en 43,4%, logrando incrementar su número de congresistas en 8 y demostrando que el pueblo chileno aprobaba la política llevada a cabo por el gobierno socialista.

MANIOBRAS GRINGAS

Los objetivos de los golpistas se centraron seguidamente en el ejército, cuya jefatura estaba en manos del general Carlos Prats. Las estrategias de los conspiradores comienzan a surtir efectos y el general Prats se ve conminado a dimitir, dejando en su cargo a Augusto Pichochet, quien hasta el momento no había dado señales de estar participando en las actividades tendentes a derrocar a Allende.

Una serie de circunstancias especiales iban a favorecer la puesta en funcionamiento de un mecanismo que abortara la revolución de Allende. La principal, sin lugar a dudas, era que septiembre era un mes en el que las fuerzas navales chilenas y norteamericanas llevaban a cabo unas maniobras conjuntas denominadas Operación Unitas. Con esta operación, los militares partidarios del golpe no sólo podrían movilizar a sus fuerzas sin provocar sospechas sino que además contarían con la ayuda directa de Estados Unidos.

El domingo 9 de septiembre anclaron puertos chilenos navíos de guerra norteamericanos. Aquella noche el general Augusto Pinochet, comandante en jefe del ejército; el general Gustavo Leigh, de aviación, y el vicealmirante José Toribio Merino, al mando de la zona naval de Valparaíso, se intercambiaron una nota en la que se señalaba como día “D” el martes a las 6 de la mañana.

EL TRÁGICO FINAL

El golpe se dio el 11 y Allende murió durante el ataque al Palacio de La Moneda, quedando al mando uno de los regímenes más nefastos que haya conocido la historia del siglo XX. Miles de muertos y desaparecidos, centenares de familias desmembradas, término de reivindicaciones sociales logradas en el gobierno socialista y ruptura de relaciones con varios países del mundo fue el saldo de este golpe militar acontecido en contra de un sistema que abogaba por los más necesitados y oprimidos de Chile.

____________________________

Últimas palabras de un Presidente

Me dirijo a la juventud, a aquellos que cantaron y entregaron su alegría y su espíritu de lucha; me dirijo al hombre de Chile, al obrero, al campesino, al intelectual, a aquellos que serán perseguidos, porque en nuestro país el fascismo ya estuvo hace muchas horas presente en los atentados terroristas, volando puentes, cortando las vías férreas, destruyendo los oleoductos y los gasoductos, frente al silencio de los que tenían la obligación de proceder…

…la historia los juzgará.

Trabajadores de mi patria:

Tengo fe en Chile y su destino.

Superarán otros hombres el momento gris y amargo, donde la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor.

¡Viva Chile, viva el pueblo, vivan los trabajadores!

Estas son mis últimas palabras, teniendo la certeza de que el sacrificio no será en vano. Tengo la certeza de que, por lo menos, habrá una sanción moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición.

Igor García / Ciudad CCS