El Tribunal Supremo enloquece |
Opinión / Actualidad - Política |
Escrito por Fernando Garrido |
Martes, 09 de Enero de 2018 00:00 |
“¡¡La cartera¡¡”, me grita alguien con una navaja en la mano. No se la doy. Me da un navajazo. Soy detenido. El atracador se persona como acusación particular. ¿Quien es el culpable del navajazo? Según el Tribunal Supremo yo, por provocar la reacción violenta del atracador. Este es en resumen el razonamiento que aplica el Tribunal Supremo en un auto reciente para rechazar la puesta en libertad de Junqueras. De locos ¿verdad? No es que hayan estado nunca muy sobrados de razón pero el “proces” les ha arrebatado la poca que les quedaba. El auto del Tribunal Supremo sobre la continuidad en prisión de Junqueras, ha marcado el momento más esperpéntico de esta locura procesal.
El tipo penal utilizado para encarcelar a los presos catalanes requiere del uso de la violencia . Obviamente ni “los jordis”, ni el gobierno catalán han realizado, ni promovido, ningún acto violento ¿No ha habido entonces violencia en el proces? Si, la que ha utilizado el gobierno español para reprimir a los que ahora sufren ahora prisíón. La Audiencia Nacional, siempre tan grosera procesalmente, estirando el campo semántico del termino “violencia”; considerando cualquier acto ilegal como acto violento. El Tribunal Supremo corrigió a la AN y desplazo la semántica a la lógica el delirio interpretativo , con lo cual lo empeoró. No es que la violencia sea equivalente a ilegalidad si no que la ilegalidad provoca a la violencia, y por tanto el responsable penal de la misma no es el ejecutor sino el provocador. La argumentación delirante es la siguiente:
Pero lo cierto es que no están locos, no son demócratas. Hay una “ideología jurídica”´ dominante en las altas instancias judiciales, y en parte de la judicatura ordinaria, que es incompatible con la democracia y se acerca muy mucho al decisionismo de Carl Schmitt. Durante años estos jueces se camuflaron de kelsenianos, pero no lo eran, debajo de la toga habitaba el jurista alemán versión “novio de la muerte”. Ahora todo esto está saliendo a la luz . Por eso son en ocasiones van mas allá de lo que desea el gobierno. Con lo que les queda del disfraz kelseniano invocan el principio de legalidad, pero no es de eso de lo que hablan, sino de la razón de Estado. Schmitt vive y reina todavía en España. Fraga fue un gran admirador suyo y le otorgo todo tipo de méritos académicos. Un juez decisionista disfrazado de Kelseniano en los casos límites acaba haciendo el ridículo , como ahora, con tal de servir a su amo y señor, que no es la ley sino el Estado. __________ Fuente: Paralelo 36 |