El triunfo de la moción de censura Imprimir
Opinión / Actualidad - Política
Escrito por Pedro Luis Angosto   
Sábado, 17 de Junio de 2017 05:19

En mayo de 1980 el Partido Socialista Obrero Español presentó una moción de censura contra el Gobierno presidido por Adolfo Suárez. Pese a las campañas de la caverna mediática contra esa acción parlamentaria, Felipe González siguió adelante aún a sabiendas de que no contaría con más votos que los de su grupo y los del Partido Comunista. Con los números en la mano, la moción de censura de González fue un fracaso, pero la realidad fue muy otra: González apareció ante la opinión pública como un líder creíble y dos años después, mediando el golpe de Estado de febrero de 1981, obtuvo una mayoría absoluta apabullante que dobló en número de diputados al segundo partido, que no era otro que Coalición Popular, organización franquista presidida por Fraga y a la que ya pertenecía Mariano Rajoy Brey, siempre con la ideas muy claras.

En aquellos años se vivía lo que algunos dieron en llamar “desencanto”, tanto la moción de censura socialista como el triunfo del PSOE abrieron un periodo enormemente ilusionante para un pueblo que de nuevo parecía haber caído en la abulia y la decepción. Durante aquellos años se consiguieron muchas cosas, acabar con el ruido de sables, universalizar las pensiones y la Sanidad y, entre otras, una estupenda red de autovías. Si no se acometieron otras reformas imprescindibles para la modernización del país como la separación Estado-Iglesia, el sometimiento de los poderes económicos a la Ley Democrática, la reparación a las víctimas del franquismo o la prohibición de partidos con esa ideología, fue por falta de voluntad. Sólo por eso, pues difícilmente este país verá una coyuntura tan propicia dentro del régimen actual.

Mucho se ha hablado en los últimos días de la moción de censura que Podemos presentó casi en solitario contra el Gobierno Rajoy. Como es natural, dado el sesgo ideológico de la mayoría de los medios de comunicación convencionales, son muchísimas las opiniones que coinciden al juzgar la acción política del partido de Pablo Iglesias como un rotundo fracaso, un espectáculo circense, una pérdida de tiempo y dinero o una manera como otra de escupir al cielo. Nada más lejos de la realidad. Es frecuente que algunos periodistas de la derecha mediática –son tantos los agradecidos- alaben la capacidad de Podemos para analizar la realidad política. No seré yo quien los desmienta o les otorgue la razón. Allá ellos y sus compromisos. Podemos es un partido en formación y como tal todavía tendrá que cometer muchos errores para afianzarse en el espectro político español, sabiendo además que no les van a perdonar ni el más mínimo desliz, pues a estas alturas de la cosa, parece que para tener legitimidad democrática regimental es preciso pertenecer a uno de los partidos que participó en la transición o, en su caso, al que recogió la herencia franquista, obteniendo el estatus de recién llegados, ignorantes e irresponsables todas aquellas formaciones que desde la izquierda salieron o puedan salir con la intención de conseguir una regeneración radical –de raíz- del país.

Dicho esto, me parece muy obvio que la moción de censura de Podemos ha sido un absoluto éxito, y me explico. España lleva años sufriendo una de las mayores oleadas de corrupción de su historia sin que el asunto haya ocupado el mínimo tiempo exigible en el Parlamento, sede de la soberanía popular, y sin que se hayan tomado las medidas contundentes para cortarla de raíz y hacer pagar a los delincuentes tal como la ley y la dignidad obligan. Se ha intentado convencer a la ciudadanía de que la corrupción –que no corruptela, eso es otra cosa- es algo consustancial a la política y a España, que los españoles somos corruptos por naturaleza y por cultura, y que olé las narices de quienes se lo llevan crudo. Mentira, sangrante mentira, la inmensa mayoría de los habitantes de este país con personas honradas que desprecian el robo del dinero de todos, y el dinero de todos que se han llevado asciende a cantidades tan difíciles de comprender como próximas al diez por ciento del producto interior bruto. Han robado metiendo la mano directamente en el Erario, al conceder contratas y subcontratas, al privatizar, al encargar obra pública, al externalizar servicios y al organizar almuerzos de trabajo, porque, como bien dijo el eximio Eduardo Zaplana Hernández-Soro, natural de Cartagena y valenciano de adopción, “yo estoy en política para forrarme…”, pensamiento que hay que analizar en profundidad para comprender de que ha ido y va esta juerga. Por tanto, prolongar el silencio de la política ante esta situación catastrófica, habría sido una forma más de complicidad o de dejar que la podredumbre nos arrastre a todos hasta la charca más inmunda, con las consecuencias dramáticas que históricamente han tenido las situaciones de deterioro de la vida pública para la evolución del país.

Se acusa a los dirigentes de Podemos de imitar a Fidel Castro en el formato de los discursos de Irene Montero y Pablo Iglesias. Y de nuevo vuelven a errar interesadamente con el propósito indisimulado de ningunear. La duración de los discursos de Montero e Iglesias sólo tenían un objetivo: Subir el nivel del debate y de las acusaciones contra Rajoy para deshacer la estrategia que habían pergeñado sus asesores, estrategia que consistía en hacer acto de presencia en los debates y poco más. La duración de los discursos y la gravedad de las acusaciones, en ningún caso permitían la callada por respuesta, Rajoy habría quedado como un pelele, como un indolente, como un cínico, calificativos que sus diversas intervenciones tampoco ayudaron a disipar.

Por último y principal, la moción de censura es un punto de inflexión que puede marcar el final de la era Rajoy, porque pese a las discrepancias, ha servido para iniciar un proceso que ineludiblemente concluirá con el acercamiento y el entendimiento de socialistas y podemitas, condición sine qua non para que el vital cambio de gobierno se produzca. Hay muchas piedras en el camino, pero entre todas ellas una destaca, la convocatoria unilateral de un referéndum en Catalunya, su realización y la postura que tome el PSOE frente a esos hechos, hechos que pueden ser el último balón de oxígeno para el partido franquista.

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Fuente: Nueva Tribuna