Ilusiones electorales Imprimir
Opinión / Actualidad - Política
Escrito por Juan Gabalaui   
Lunes, 27 de Junio de 2016 05:52

Que no, que el Partido Popular no baja de un límite. Se tienen que morir para dejar de votar a este partido y si tienen alguna duda, es suficiente mentar a la bicha, sea Venezuela, el comunismo y el consiguiente desastre económico si gobiernan los rojos. Más aún cuando las encuestas dejan caer que Unidos Podemos se encuentran a tres puntos. Qué mejor acicate para ir a votar que la amenaza comunista. Ese resorte que el fascismo español se encargó de engrasar durante décadas para provocar las respuestas condicionadas deseadas. Pueden robar, matar o cagarse literalmente en tus muertos, en los de las cunetas, olvidados y despreciados, que no dejarán de pensar que la derecha limpia y da esplendor. Se tienen que morir. No hay que darle más vueltas.

 

La banca internacional ya lo ha dejado claro. La economía española será un desastre si gobierna Unidos Podemos. No lo presuponen. Lo aseguran. Nada dijeron de la crisis financiera pero esto lo tienen claro. Ya se encargarán de que sea así. Esta profecía que se autocumplirá no tiene mucho mérito cuando se tiene la baraja y se reparten las cartas como quieren. ¿Qué se puede hacer cuando las instituciones económicas están controladas por la clase dominante? Una revolución, claro, pero esta opción es una quimera en el momento actual. Lo que queda es participar en el juego, formar parte de la ficción de la democracia occidental. Generar el autoengaño de la capacidad de elegir.

Pero ¿qué elegimos? El partido que creemos que nos pueda joder con más suavidad, sin hacernos mucho daño y, si es posible, sin que nos demos cuenta. Aquel que es capaz de hacernos imaginar otro futuro, introducir un algo que cambie nuestras vidas. Es la ilusión de cambio lo que se vende durante las campañas electorales. Después volvemos a la realidad. La que nos dice que ese cambio no es posible y que ese futuro aún no llegará. El infierno está empedrado de buenas intenciones, las mismas que los partidos del cambio desgranan en los mítines y en los debates televisivos. Después se encuentran con que no pueden cambiar lo que no controlan.

Cuando no eres capaz de construir un escenario propio, te desenvuelves en el creado por otros. Eres solo un actor y tu guión está escrito, con un margen para la improvisación que si utilizas bien marca la diferencia con tus compañeros de teatro. Pero la obra no es tuya. Si quieres una propia tienes que arrebatársela. La opción electoral implica participar en una obra que no controlas, acceder a unas instituciones que son manejadas por otros y cuyo recorrido está restringido dentro de un perímetro que no amenaza al sistema. Si amagas con sacar un pie más allá, te lo cortan. Sin miramientos. El tinglado está preparado para ahogar cualquier cuestionamiento serio. Sus medios de comunicación y la manipulación psicológica y emocional de la población son sus herramientas.

La mejor manera de ayudar a que las cosas permanezcan como están es apostar por la vía electoral. Es la manera que la clase dominante occidental encontró para conjurar la voluntad de cambio real de la clase dominada. Crear una ilusión, una posibilidad de cambio que puedes hasta tocar con los dedos de la mano pero que, en el momento crucial, se desvanece. Una posibilidad de elegir pero controlando las opciones, domesticando todo aquello que entra en contacto con su entramado, que baila sus canciones, que juega en su tablero. El cambio no está en la participación en las instituciones sino en la participación local, en la calle, en los barrios, creando espacios con los iguales donde se puedan subvertir los principios filosóficos, sociales y económicos que sostienen este sistema.

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Fuente: Loquesomos