Agresiones de la Iglesia Romana contra el Pueblo español Imprimir
Laicismo - Crítica a la religión
Escrito por Arturo del Villar / UCR   
Martes, 09 de Noviembre de 2010 05:17

   Quema de conventos en la II RepúblicaLos días 6 y 7 de noviembre de 2010 quedarán en la historia de España como los de la vergüenza. El antiguo nazi afiliado a las Juventudes Hitlerianas Joseph Ratzinger, ahora conocido por su alias de Benedicto XVI en su nuevo papel de dictador de la Iglesia catolicorromana, papa según sus secuaces, ha sido recibido con honores de jefe de Estado extranjero, y a pesar de ello se ha permitido injerirse en asuntos internos del Estado y del pueblo español, en contra de las más elementales normas diplomáticas.

 

   Tuvo la desfachatez de presentarse como peregrino en Santiago de Compostela, continuando así la mentira histórica de suponer que allí se encuentran los restos del apóstol Santiago y sus compañeros. Eso es absolutamente falso, como han reconocido todos los historiadores, pero la Iglesia romana se sustenta en mentiras y crímenes, sin los que hace siglos hubiera dejado de existir, por lo que mantiene la superchería. Después se trasladó a Barcelona, para consagrar el templo de la Sagrada Familia, todavía en construcción gracias al dinero sacado al pueblo.

   Todos los templos existentes en España se han edificado con aportaciones obtenidas del pueblo, mediante los engaños característicos del romanismo: promete un lugar de honor en el paraíso celestial a los que más dinero aporten, en nombre propio o de sus difuntos, mediante la compra de indulgencias concedidas por el papa. Si fuera cierto, el cielo sería únicamente para los ricos, pero Jesucristo aseguró que es más fácil que pase un camello por el ojo de una aguja que un rico se salve. Por lo tanto, es falsa la predicación de la Iglesia romana.

OTRA VEZ CONTRA LA REPÚBLICA

   En el avión que le trajo a Compostela habló Ratzinger con los periodistas invitados a acompañarle, y se permitió comentar “que en España nació una laicidad, un secularismo fuerte y agresivo, como vimos en los años treinta”. En esa época él era nazi, y sus camaradas vinieron a matar a los españoles que deseaban conservar su libertad, auxiliando a los militares sublevados con hombres y equipo armamentístico.

   Esos años corresponden a la etapa de la República Española. Si entonces se quemaron algunos templos, pertenecían al pueblo, que los había pagado, y en consecuencia podía hacer lo que deseara con ellos. De paso el pueblo aprovechó para vengar los agravios reiterados de los clérigos catolicorromanos, y eliminó a algunos, una cifra muy por debajo de los muertos en las hogueras encendidas por la Inquisición. Precisamente Ratzinger presidió desde 1982, cuando era cardenal, la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, nuevo nombre aplicado al sanguinario Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición, en un vano intento de quitarle el horror de sus actuaciones.

   Pero la quema de conventos y muerte de clérigos no fue un invento republicano, sino que se practicó durante la monarquía borbónica. Por ejemplo, el 16 de julio de 1834 hubo una degollina de frailes en Madrid; el 22 de julio de 1835 fueron asaltados conventos en Reus, y el 25 en Barcelona, mientras se sucedían motines anticlericales en otras localidades. En abril de 1901 hubo manifestaciones anticlericales en varias ciudades, con numerosos heridos. Durante la llamada “semana roja” de Barcelona, del 26 al 31 de julio de 1909, ardieron conventos y murieron frailes.

   “En los años treinta” la agresividad no partió del pueblo contra la Iglesia romana, sino exactamente al revés. El pueblo soportaba sumisamente en 1931 pagar salarios estatales a 32.207 sacerdotes regulares y 103.974 religiosos de uno y otro sexo, y del llamado tercer sexo, que es el más abundante entre los clérigos, como demuestran las continuas denuncias de pederastia  eclesial en todo el mundo.

   Por cierto: este viaje ha resultado excepcional, porque Ratzinger no ha escuchado la protesta de jóvenes víctimas de la lujuria eclesiástica. En otros países visitados se ha reunido con comisiones de víctimas, y en sus discursos ha pedido perdón por esas abominaciones cometidas por cardenales, arzobispos, obispos, curas y frailes. En España nadie denuncia las agresiones sexuales de los clérigos, a pesar de los numerosos casos que son de dominio público.

EL ALTAR SE QUEDÓ SIN TRONO

   La proclamación de la República Española el 14 de abril de 1931 colmó de ira y furor a la clerigalla. Era comprensible: con la monarquía la Iglesia disfrutaba de toda clase de privilegios, porque el altar y el trono se apoyan mutuamente a lo largo de la historia. Ya antes, el día 11, el cardenal Pedro Segura, arzobispo de Toledo y primado de España, lanzó desde el púlpito una terrible amenaza de condenación eterna, contra quienes no votaran al día siguiente a los candidatos monárquicos, porque Alfonso XIII había consagrado España al Sagrado Corazón de Jesús, cuyo lema es “Reinaré en España”, lo que identifica altar y trono. En eso tenía razón.

  Resultaba previsible suponer que si el pueblo decidía librarse del yugo monárquico, lo hiciera también del eclesiástico. Por ello los clérigos comenzaron inmediatamente la persecución al nuevo régimen, para lo que utilizaron calumnias y amenazas sin fin. Vamos a  relacionar muy esquemáticamente las primeras agresiones a la República, perpetradas por la Iglesia romana en España y en el llamado Estado Vaticano, con irradiación a todos los miembros de la secta repartidos por el mundo. Nos limitamos al año 1931, porque continuar la reseña implica escribir un libro.

   El 16 de abril Manuel Irurita, obispo de Barcelona, publicó una carta pastoral en la que equiparaba los derechos de los reyes terrenales con los de Cristo Rey; en consecuencia, los fieles romanistas debían someterse al poder real.

   La Asociación Católica Nacional de Propagandistas, presidida por el fanático Ángel Herrera Oria, actualmente en proceso de santificación, se reunió el 26 de abril en Chamartín de la Rosa, y acordó la creación del partido Acción Nacional, después rebautizado Acción Popular, como su órgano político para combatir a la República.

INCITACIÓN A LA REBELDÍA

   Una carta pastoral del cardenal Segura ordenaba el 6 de mayo que los catolicorromanos desobedecieran a las autoridades republicanas. La incitación a la rebeldía es un delito perseguido en los países civilizados.

   El 9 de mayo un decreto del Gobierno provisional declaró que la educación religiosa dejaba de ser obligatoria en todos los centros escolares. El cardenal Segura reunió a cardenales y obispos en Toledo, para que firmasen una declaración conjunta de protesta. Al día siguiente Segura dijo que se marchaba de España porque se sentía amenazado: debiera haber estado preso por sus reiterados delitos políticos.

   Ese mismo día 10, domingo, a consecuencia de una provocación al pueblo desde el Círculo Monárquico de Madrid, se produjeron tumultos, que ocasionaron dos muertos y numerosos heridos por disparos de la Guardia Civil. Al día siguiente fueron incendiados conventos en Madrid, ejemplo seguido en otras localidades. Existen dudas sobre la autoría de esos incendios. En algunas inspecciones realizadas se comprobó que habían sido provocados desde el interior. No murió ningún fraile, porque todos se habían puesto a salvo oportunamente. Con esta acción quedó desprestigiado el nuevo régimen, por no ser capaz de garantizar el orden público. En cambio, la Iglesia salió beneficiada, como víctima de una agresión inútil.

   Aprovechó la ocasión el obispo de Tarazona, Isidro Gomá, para publicar el día 13 una pastoral contra las autoridades republicanas, titulada “Protesta y ruego”, aunque en realidad era una amenaza a las autoridades republicanas.

   Mateo Múgica, obispo de Vitoria, fue expulsado de España el día 16, por orden del ministro de Gobernación, el fanático catolicorromano Miguel Maura, acusado de organizar una asamblea antirrepublicana en su diócesis. Cómo sería la asamblea.

   Un decreto del 22 de mayo, sobre libertad de cultos, dio lugar a una protesta del nuncio vaticano, Federico Tedeschini, una injerencia impertinente en los asuntos  españoles, y a un telegrama del cardenal Francesc Vidal i Barraquer, arzobispo de Tarragona, al presidente del Gobierno provisional, Niceto Alcalá Zamora, fervoroso catolicorromano, siempre acomplejado ante la jerarquía eclesiástica.

   El 30 de mayo el Vaticano denegó el placet a Luis de Zulueta, nombrado embajador de la República Española, lo que constituía una injuria a la nación.

   El 3 de junio los obispos remitieron una carta a Alcalá Zamora, contra la legislación republicana; fue publicada el día 8 en el Boletín Eclesiástico del Arzobispado de Toledo, como nueva demostración de la injerencia eclesiástica en las decisiones del Gobierno provisional de la República. Que se lo toleraba, claro está.

EL CARDENAL TRABUCAIRE

   El cardenal Segura protagonizó una aventura cómica: el 11 de junio regresó de incógnito a España, y convocó una reunión en Guadalajara con las fuerzas reaccionarias. El día 14 fue detenido, protagonizó un escándalo, y al día siguiente fue llevado a la frontera francesa, por orden de Maura. En la plaza de toros de Pamplona tuvo lugar un mitin de fanáticos catolicorromanos, en contra de esa expulsión. ¡Olé!

   Con motivo de la festividad de Santiago, patrón de la España catolicorromana, el 25 de julio se publicó una “Carta pastoral del Episcopado sobre la situación religiosa presente y sobre los deberes que impone a los católicos”, animando a la desobediencia civil una vez más. Con la tolerancia del Gobierno una vez más.

   El 14 de agosto fue detenido en Irún Justo Echeguren, vicario de la diócesis de Vitoria. Portaba unos documentos vaticanos con instrucciones a los obispos para vender los bienes eclesiásticos e invertir las ganancias en el extranjero.

   Los obispos catalanes, que actuaban con independencia de los españoles, pero en solidaridad con ellos, dirigieron el 19 de agosto una carta pastoral a los diputados de las Cortes Constituyentes, en la que exponían la doctrina de la Iglesia romana y exigían que fuera respetada en las deliberaciones que mantenían entonces.

   El 20 de agosto un decreto prohibió la enajenación de bienes eclesiásticos.

   El 30 de setiembre el Vaticano hizo pública la “renuncia” de Segura al arzobispado de Toledo, acuerdo pactado con el Gobierno para librarse del cardenal trabucaire.

EL ARTÍCULO 26

   El punto álgido de la injerencia de la Iglesia romana en los asuntos españoles se dio con motivo de la aprobación por las Cortes Constituyentes del artículo 24, que pasó después a ser el 26 en el texto definitivo. En una maratoniana sesión, iniciada a las 16,30 del martes 13 de octubre, y concluida a las 7,40 de la madrugada del miércoles 14, fue aprobada la regulación de las órdenes religiosas, la extinción del presupuesto del clero, la disolución de los jesuitas, y la posibilidad de nacionalizar los bienes de las órdenes religiosas. En esa sesión pronunció Manuel Azaña un discurso trascendental, en el que aseguró que “España ha dejado de ser católica”. Los integristas Alcalá Zamora y Maura dimitieron de sus cargos, por lo que Azaña fue elegido presidente del Gobierno provisional, y Santiago Casares Quiroga ministro de Gobernación. El fanatismo religioso abandonaba de momento el Gobierno.

 El día 15 los obispos españoles dirigieron un telegrama al de Roma, el llamado Pío XI, manifestando su repulsa a la votación. Les respondió al día siguiente el apodado papa, ordenándoles protestar “contra las múltiples ofensas irrogadas a los sacrosantos derechos de la Iglesia, que son los derechos de Dios y de las almas”. Así, el presunto jefe del supuesto Estado Vaticano se inmiscuyó agresivamente en asuntos españoles. El 18 los obispos volvieron a dirigirse a su jefe (al parecer no son ciudadanos españoles, sino vaticanos), denunciando el “sectarismo pernicioso de los legisladores”. Eso lo escribían los mayores sectarios que ha habido en la historia de la humanidad, tanto que matan a cuantos no piensan como ellos.

   Entre el 18 y el 20 de noviembre se reunieron los obispos en Madrid, bajo la presidencia de Vidal i Barraquer por estar vacante la sede primada de Toledo. El 21 publicaron una “Alocución del Episcopado a los fieles”, exigiéndoles que contribuyesen al sostenimiento de los clérigos, ya que las Cortes les privaban del salario cobrado como funcionarios públicos bajo la monarquía. Eso o el infierno.

LA CONSTITUCIÓN

   El 9 de diciembre fue aprobada la Constitución de la República Española, el 10 se eligió presidente a Alcalá Zamora, y el 16 Azaña presidió el primer Gobierno constitucional. El 20 se publicó una declaración firmada por 2 cardenales, el patriarca de las Indias, 6 arzobispos, 49 obispos y 2 vicarios capitulares, contra la Constitución que “tiene carácter más vengativo que protector de las legítimas libertades”. Una vez más la Iglesia romana se posicionaba fuerte y agresivamente contra la República, esta vez en España.

   Y el 24 de diciembre lo hacía en el Vaticano, porque su dictador Pío XI decía a los cardenales: “La pobre y querida España ha visto, en los últimos tiempos, arrancadas una a una muchas de las mejores páginas de fe y de heroísmo, e incluso se podría decir de civilización y de prestigio civil en todo el mundo.” Eso se llama cinismo.

   La injerencia continuó mientras hubo República en España, y se agudizó durante la guerra: el Vaticano fue beligerante a favor de los sublevados, a los que ayudó con dinero recaudado en sus templos por todo el mundo. Basta con los casos citados para comprobar que fue la Iglesia romana la que actuó fuerte y agresivamente contra la República, y no al revés. La historia demuestra que Ratzinger es un mentiroso.

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Arturo del Villar es Presidente del Colectivo Republicano Tercer Milenio


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