Expertos en Azaña ven una manipulación de su discurso Imprimir
Nuestra Memoria - La Segunda República
Escrito por DIEGO BARCALA / Público   
Jueves, 21 de Julio de 2011 15:35

El presidente republicano siempre denunció la diferencia entre víctimas y verdugos

Manuel Azaña nunca perdió de vista quiénes eran las víctimas y quiénes los verdugos. Hasta el último momento buscó la reconciliación, pero siempre defendiendo la República y condenando a los que habían tratado de tirarla con las armas. Incluso en el discurso utilizado el pasado martes por el presidente del Congreso de los Diputados José Bono, pronunciado por Azaña el 18 de julio de 1938, es evidente que el presidente de la República niega que el golpe fuera inevitable por el odio y la violencia.

 

"Somos demasiado hombres para someternos a la tiranía de las pistolas", advirtió el exministro de la Guerra en el Ayuntamiento de Barcelona. En la edición del 19 de julio de 1938 de El Socialista escogen el siguiente titular al respecto del discurso: "Combatimos por la libertad de todos, incluso la de nuestros adversarios". Azaña, con su espíritu patriota y reconciliador siempre presente, afirmó: "En Madrid les dije a los soldados que luchaban por la libertad de los que no quieren la libertad".

"No se puede hacer uso de Azaña, y menos en el aniversario del inicio de una guerra que comienza con un pronunciamiento militar, sin dejar claro su pensamiento al respecto de las víctimas y los verdugos", opina el autor de la biografía Ciudadano Azaña (Península), Miguel Ángel Villena. "Cuando la derecha hace uso de Azaña, utilizándolo como un personaje equidistante de los extremos, es una falsedad", añade.

"Cuando los años pasen, las generaciones vengan y la antorcha pase a otras manos y se vuelvan a enfrentar las pasiones de unos y otros, pensad en los muertos que reposan en la madre tierra, y que nos envíen destellos de su luz, de la que la Patria debe a todos sus hijos: piedad y perdón", expresó Azaña según El Socialista en el discurso aludido por Bono en la que el presidente del Congreso añade la palabra "paz" y omite que los muertos "reposan en la madre tierra".

"Son palabras para entender en aquel contexto de guerra y no tienen sentido ahora. Ni estamos en guerra, ni nadie tiene que tener piedad, ni creo que nadie tenga que pedir perdón. La historia está muy clara", analiza Julián Casanova, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Zaragoza.

La memoria en el Congreso

Bono se apoya en las palabras del presidente republicano para justificar su punto de vista al respecto de la memoria histórica que ya expresó el pasado 15 de junio al ser preguntado por la intención del Gobierno de sacar los restos de Francisco Franco del Valle de los Caídos: "No es momento de luchar contra Franco". Dos años antes, el 14 de junio de 2008, expulsó a un hombre del Congreso por gritar "¡Viva la República!" y mostrar la bandera tricolor. "No se pueden permitir manifestaciones que no son legales en este momento", argumentó.

Abogando por el inmovilismo y el olvido, Bono coincide con la derecha en defender una línea histórica que comenzó ya en el franquismo. "La paz de Franco era otra cosa, más represión y más tranquilidad, para que nadie se moviera. Y era una forma de culpar a los otros de la guerra y de asignarse él la paz", explica Casanova.

"Bono saca de contexto esas palabras para tratar de evitar la condena que le habían exigido", razona el presidente de la Fundación Manuel Azaña, Isabelo Herreros. "Está bien que cada uno tenga una opinión, pero que la dé sin invocar a nadie y mucho menos si es para manipular", añade.

"A la larga, la verdad y la justicia se abren paso", invocó Azaña en el segundo aniversario de la Guerra Civil. Con la guerra cada vez más perdida, el presidente de la República confiaba en que al menos ante la historia quedara claro quién había provocado la guerra. "Los que alentaron la guerra comprueban que con ellos han perdido y comprometido mucho más de lo que querían comprometer", declaró conciliador.

Manuel Azaña murió en el exilio apenas dos años y medio después. Antes de saber que los vecedores asesinarían hasta 50.000 personas en la posguerra. Ni paz, ni piedad, ni perdón.