Melancolía de abril Imprimir
Nuestra Memoria - La Segunda República
Escrito por Elvira Huelbes Cuarto Poder   
Jueves, 21 de Abril de 2011 00:00

Alegoría de la República. Litografía de S. Durán a partir de un diseño de J. Barrera. / Archivo de Salamanca (Wikimedia)La víspera del día 14 de abril, a un día de que se cumplieran 80 años desde la proclamación de la Segunda República en España, una ojeada a dos de los más difundidos periódicos españoles me sumieron en la impotencia.  Los políticos andan de elecciones, siempre actúan como si estuvieran en elecciones pero es que ahora están de verdad en época electoral, aunque sólo sea para elegir alcaldes y concejales y algún presidente regional.

 

En una fotografía, Esperanza Aguirre, presidenta de Madrid, sostiene una pila de libros de hermosos lomos y de títulos perfectamente prescindibles en el proceso de edificación de un alma sensible o en el cultivo de la inteligencia. Ni un sólo autor del Parnaso, ni un título memorable. Nada. Pero la presidenta parecía feliz, contenta de defender la excelencia como meta para los buenos estudiantes. Un propósito loable, sin duda.

En otra fotografía, dos aspirantes a alcaldes de Madrid se disponen a correr una prueba de velocidad, apostados en los carriles de la pista de atletismo de un polideportivo municipal. Sonrientes, algo inapropiados en sus trajes oscuros, encorbatados y con lustrosos zapatos negros, simulaban esperar el disparo del juez para salir al galope en busca de la gloria. El buen Tomas Gómez, uno de los corredores, quería manifestar así su deseo de fomentar el deporte como “una forma de educar a la población” (en el engatillado del periódico ponía “al conjunto de la población”, pero parece sobrante lo del conjunto, por eso lo he quitado).

Hace muchos años, aunque menos que cuando lo de la República, el joven vicepresidente Alfonso Guerra, aseguró que el gobierno de Felipe iba a moralizar a la sociedad española y que una vez hecho, no la iba a conocer “ni la madre que la parió”. Años después ya sabemos lo que pasó. Había días en que parecía que lo de moralizar a la sociedad española iba en serio, pero al revés. La sociedad española aprendió, desde luego, a encajar la corrupción de los gestores de la vida pública (una amiga, a la que sigo queriendo, me aseguró entre risas que algo de corrupción ya le va bien a la democracia y que hay que contar con ello), a observar los fallos democráticos por promesas incumplidas, los dictámenes de los jueces que disculpaban a los maltratadores de mujeres, a la vista de las minifaldas que éstas gastaban. La sociedad española incluso aprendió que era de antiguos saludar cuando se entraba en un ascensor en que había alguien. O llamarle de usted al profesor, o ayudar a cruzar la calle a un ciego –perdón, invidente-, o cederle el asiento del bus a un anciano o simplemente a alguien que pareciera más cansado.

Ahora, treinta años después, los españoles estamos dispuestos a tragarnos el que un centenar de políticos sobre los que pesan sospechas fundadas de corrupción, puedan ser elegidos como cargos públicos; puedan representarnos, defender nuestros intereses, luchar porque nuestra vida mejore, porque los jóvenes obtengan empleo y los animales no sean maltratados. Unos individuos de los que se sabe que han trampeado, trapicheado, barrido para su casa, acaparado, mangoneado, robado, sisado y mentido. Unos tipos que nos roban, nos engañan, nos camelan, nos invitan a ver cómo nos burlan en el ejercicio democrático de cada día. Si será bella la fiesta de la democracia que hasta Raúl Castro se quiere apuntar ahora que sabe de qué va el asunto.

Los medios de masas conocen las reglas del juego y ni se les pasa por la cabeza saltárselas a la torera. Son expertos en crear las noticias que les conviene y guardar otras para cuando sea el momento. Pero la gente no está en la pomada. La gente tiene bastante con ir saliendo del pozo. La gente se mosquea ante tanta iniquidad. Por eso la gente procura armar algo de jaleo para provocar a los objetivos de las cámaras y ver de salir en algún diario con su protesta, como hizo un grupo de miembros de Avaaz que recogían firmas a favor de que los partidos políticos tengan listas limpias, sin elementos corruptos en sus filas. Solamente le cabe esa baza a la gente: obviar la formalidad del Parlamento, donde difícilmente se siente representada, y salir a la calle a gritar su tristeza, su impotencia, su maldito desahogo. Como hicieron los de la generación Sin Futuro. Ni siquiera la abstención en las urnas es buen escarmiento, dada la perversión de nuestro sistema electoral, esa Ley de Hondt tan apreciada por los que mandan.

En una discreta columna de salida, otro diario daba la noticia del homenaje que se rindió a la memoria de Josefina Aldecoa, muerta hace poco tiempo, en el Círculo de Bellas Artes, de Madrid. Antiguos alumnos del colegio Estilo, profesores, amigos. Y padres de alumnos. Tomaron la palabra, entre otros, el capo de la cocaloca en España, el jerifalte del Real Madrid,  Jorge Valdano, algún modelón que otro, mucho tacón alto… casi justo el negativo de la foto real, la que ella defendió a capa y espada. El colegio ha quedado huérfano, ruina ya del último reducto, mientras ella lo dirigía, del espíritu de la Institución Libre de Enseñanza, del sueño de Giner de los Ríos. Aquello sí que pudo haber moralizado el país, como quería Guerra, de haber tenido éxito la República, que no lo tuvo, por lo que ya sabemos de haberlo leído en los buenos libros, ninguno de los cuales sostiene la presidenta de Madrid en sus brazos.

Una jornada melancólica ésa de la víspera de la República. Pero hay que seguir adelante, protestar por lo que no funciona; a la calle, a ganarse el futuro y el presente. Disculpen el tono de mitin; son las fechas.

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Fuente:  http://www.farodevigo.es/galicia/2011/04/14/aulas-mejores-dividen-mundo-educativo/535890.html