Cárcel y rap Imprimir
Derechos y Libertades - Libertad de Expresión
Escrito por Javier Sádaba   
Sábado, 19 de Mayo de 2018 00:00

De rap no entiendo mucho. O, para ser exactos, entiendo muy poco. Sé que tiene un origen en los afroamericanos, que lo usan contra su marginación y que une música con   letra de denuncia sociopolítica. Pero tampoco entiendo mucho, y el ejemplo es más cercano, de flamenco. No entra dentro de mis aficiones a la música popular. Qué le vamos a hacer, pero me he quedado en la zarzuela. Se trata, sin embargo, de formas culturales distintas que se corresponden con también momentos históricos distintos y que reflejan o retratan a una determinada sociedad.

Y la música es, entre otras muchas cosas, un modo de unir a una comunidad, de dar soporte a nuestros sueños, a nuestros placeres o a nuestros sufrimientos. Volviendo al rap, su letra puede llegar a escandalizar. De modo especial a esos puritanos que no se escandalizan por el robo vestido de traje político, por la toca que se arrastra, por el imperio que mata o por el hambre que sigue asolando a buena parte de la humanidad. Y esta vez le ha tocado a un rapero llamado Valtonyc al que el Tribunal Supremo ha confirmado una pena de cárcel de tres años y medio. La justicia española, es un decir, le encierra sin más dilación

Las acusaciones que motivarían la prisión van desde enaltecimiento del terrorismo a la amenaza pasando por injurias a la monarquía. La letra puede ser, sin duda, de mejor o peor gusto. Pero es necio no juzgarla, con la música que la soporta, dentro de un contexto determinado. Como indicaba un filósofo tan inteligente como aun poco conocido, el lenguaje es como una caja de herramientas. Sirve para informarnos de un suceso, mandar que se obedezca o se desobedezca una norma o contar chistes. Es lo que se conoce como juego de lenguaje inserto en una forma de vida. La novia le llama al novio tonto y este lo toma como una caricia, un chiste usa una serie de palabras que si no estuvieran dichas para hacer reír nos parecerían ofensivas. Incluso conozco el caso de alguien que en las situaciones más eróticas le gusta que le insulten. Son estos los usos del lenguaje y como tales usos hay que entenderlos. Quien no comprende la ironía en un chiste es un corto, quien quiere que le expliquen una poesía es más corto aún y quien no entiende a un rapero esta en la misma situación. Para ser más claro, no está en la misma situación porque puede meterte en la cárcel. Una insensatez. Una injusticia, independientemente que se esté de acuerdo o no con la letra. O no entienden nada o, como siempre, entienden demasiado J.Demasiado mal, por supuesto.

A uno le extraña la diligencia y la exegesis religiosa de tomar todo al pie de la letra.  Tanto si se trata de una declaración como si se trata de una metáfora. Volvemos una y otra vez a aquello de L. Carroll, las palabras están en manos del poder. Y respecto a la diligencia se debería poner en práctica en otros casos. El presidente de los Estados Unidos, cuyo nombre me ahorro, ha felicitado a Israel por haber matado a setenta personas, entre las cuales había niños. No se qué mecanismos habría para pedir su extradición. Me imagino que ninguno. Pero dado que ha habido protestas de organizaciones nada sospechosas, a un político, a un fiscal y a cualquiera que tenga un mínimo sentido de la proporción, le parecerá un despropósito la cárcel para uno y hasta el aplauso para otro. Claro que no tenemos que ir tan lejos. En nuestro país se están dando tantas desproporciones que está de sobra detallarlas. Están a la luz del día, con impunidad y hasta con regodeo de quien comete las muchas fechorías que, al final, hemos de cargarlas nosotros sobre nuestros hombros.

La libertad de expresión tiene, es obvio, sus límites. No hay derecho ilimitado. De ahí no se sigue que no haya que protegerla como uno de los mayores bienes de una sociedad en la que el individuo viva sin ataduras, libre en sus expresiones, con un ancho campo para poder hablar sin estar mirando a un lado y a otro. Y sin reverencias a un rey que parece el ser supremo. Eso sería fundamental en una democracia que no sea estrecha y que persiga a los que realmente hacen daño. Claro que estamos muy lejos de esto. Con rap o sin rap, con zarzuela o sin zarzuela.

 

Javier Sádaba es catedrático honorario de filosofía en la Universidad Autónoma de Madrid

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Fuente: Público