El Valle de los Caídos nacionalcatólicos Imprimir
Nuestra Memoria - La Iglesia Católica y el Franquismo
Escrito por Arturo del Villar   
Martes, 26 de Octubre de 2010 18:34

 

Voladura controlada del Valle de los CaídosSe está discutiendo qué hacer con el Valle de los Caídos, el espectacular monumento en homenaje al fascismo que es visitado (o lo era hasta su cierre parcial momentáneo) por peregrinos fascistas de todo el mundo. El pleno del Senado aprobó el 22 de setiembre pasado instar al Gobierno a convertirlo en un monumento que honre la memoria de todos los fallecidos en la guerra de agresión nazifascista contra el pueblo español, y de las víctimas de la represión durante la dictadura militar.

  Esto es imposible de conseguir. Santa María de la Cruz del Valle de los Caídos, que tal es su nombre oficial, sólo puede ser el mausoleo que se construyó el dictadorísimo, para simbolizar la firmeza de su régimen y perpetuar su memoria.

  El Boletín Oficial del Estado número 93, de 2 de abril de 1940, insertó en su página 2240 el “Decreto de 1 de abril de 1940 disponiendo se alcen Basílica, Monasterio y Cuartel de Juventudes, en la finca situada en las vertientes de la Sierra del Guadarrama (El Escorial), conocida por Cuelga—muros, para perpetuar la memoria de los caídos en nuestra Gloriosa Cruzada”, firmado por el dictadorísimo. En el preámbulo aclaró sus intenciones triunfalistas de unir fascismo y catolicismo:

  "La dimensión de nuestra Cruzada, los heroicos sacrificios que la victoria encierra, y la trascendencia que ha tenido para el futuro de España esta epopeya, no pueden quedar perpetuados por los sencillos monumentos con los que suelen conmemorarse en villas y ciudades los hechos salientes de nuestra Historia y los episodios gloriosos de sus hijos. […]"

 A estos fines responde la elección de un lugar retirado, donde se levante el templo grandioso de nuestros muertos en que por los siglos se ruegue por los que cayeron en el camino de Dios y de la Patria. Lugar perenne de peregrinación en que lo grandioso de la naturaleza ponga un digno marco al campo en que reposen los héroes y mártires de la Cruzada.

   Típica muestra de la fraseología fascista, con su caprichosa utilización de las mayúsculas. La intención del decreto estaba muy clara, aunque el dictadorísimo se reservaba convertir la basílica en su mausoleo, y en el del creador del fascismo español. Siguió el ejemplo de Felipe II, el rey sanguinario capaz de matar incluso a su primogénito, que allí cerca se había hecho construir un mausoleo fastuoso para su dinastía, amparado en un templo dedicado a san Lorenzo, en el denominado real sitio de El Escorial.

  Los dos tiranos tuvieron el mismo deseo, y emplearon el mismo método para ejecutarlo: aumentar los impuestos sobre el pueblo, y utilizar a presos en el trabajo. Durante los diecinueve años que se tardó en edificar el Valle de los Caídos murieron 27.000 presos republicanos, obligados a trabajar en su construcción, venganza final de los vencedores de la guerra contra los vencidos.

  La custodia del Valle se encargó a los monjes benedictinos. Esta orden se distinguió en su apoyo a los militares sublevados: el abad de Montserrat, Antoni Maria Marcet, huyó de Barcelona en julio de 1936, y desde Alemania ordenó a los benedictinos jóvenes que se alistaran en el ejército rebelde, y a los viejos que colaborasen para facilitar su triunfo. El primer abad del Valle fue fray Justo Pérez de Urbel, consiliario de la Sección Femenina de Falange Española Tradicionalista y de las JONS, incansable ensalzador de la rebelión militar llamada por él cruzada, en escritos apologéticos contrarios al espíritu evangélico que ordena amar al enemigo.

   Fue inaugurado el 1 de abril de 1959, al cumplirse veinte años del triunfo de los militares sublevados contra la República, con todo el boato de las celebraciones fascistas. Dos días antes se habían inhumado en la basílica los restos de José Antonio Primo, trasladados desde el nicho que ocupaba en el monasterio de El Escorial, con la obligada fastuosidad de las representaciones fascistas. 

  Los monjes sostuvieron el palio bajo el que entraron en la basílica el dictadorísimo y su esposa. El palio lo ha usado tradicionalmente la Iglesia romana para cubrir el traslado de la hostia consagrada, transustanciación de Jesucristo; al parecer el dictadorísimo era tan venerable como Jesucristo para los jerarcas nacionalcatólicos. Asistieron todos los altos dirigentes del fascismo nacional y otros invitados extranjeros, dos cardenales, treinta obispos, ex-combatientes con sus banderas, falangistas con su uniforme, mutilados con sus muletas, y ocho mil alféreces provisionales que estaban celebrando su primera asamblea en esos días.  Realizó los rituales romanos de los funerales el cardenal Pla y Deniel, arzobispo de Toledo, el que en octubre de 1936, cuando era obispo de Salamanca, cedió su palacio al ex-general rebelde Franco para que instalase en él su cuartel general; el mismo que en una carta pastoral del 30 de setiembre anterior justificó la sublevación, alegando que la guerra constituía una cruzada contra los herejes.

  Terminado el ceremonial religioso nacionalcatólico, el dictadorísimo se dirigió a una tribuna en la explanada y pronunció un discurso a los asistentes. Entre otras atrocidades dijo: “Nuestra guerra no fue, evidentemente, una contienda civil más, sino una verdadera Cruzada, como la calificó entonces nuestro Pontífice reinante; […] En todo desarrollo de nuestra Cruzada hay mucho de providencial y de milagroso. Interesa el que mantengáis con  ejemplaridad y pureza de intenciones la hermandad forjada en las filas de la Cruzada; que evitéis que el enemigo, siempre al acecho, pueda infiltrarse en vuestras filas; que inculquéis en vuestros hijos y proyectéis sobre las generaciones que os sucedan la razón permanente de nuestro Movimiento, y habréis cumplido el mandato sagrado de nuestros muertos.

  A continuación inauguró el Centro de Estudios Sociales del Valle de los Caídos, organismo dirigido por tres obispos, encargado de analizar y poner en práctica la doctrina social del Vaticano, esa multinacional con sucursales en todo el mundo

  Estos datos están tomados de los diarios. También publicaron en esos días que llegaban sin cesar al Valle furgonetas con restos de muertos en la guerra, y destacaban que entre ellos había dos cadáveres incorruptos, ambos de Albacete, lo que para el Vaticano es señal de santidad. No hacía falta más para santificar a los llamados “mártires de la cruzada”, tarea en la que son muy diligentes los papas.

  De modo que el complejo del Valle de los Caídos es un símbolo del fascismo español, erigido por el autócrata para honrar a los muertos de su bando y para autohonrarse póstumamente, con la complicidad de la Iglesia catolicorromana. En consecuencia, no puede ser reciclado para otra función, y es imposible mantenerlo por su significado político. No se trata de quemar un convento, distracción favorita del pueblo español en cuanto tiene ocasión de practicarla, sino de derribar el monumento que rinde homenaje a una guerra cruel y a una dictadura sanguinaria

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Arturo del Villar es Presidente del Colectivo Republicano Tercer Milenio

Última actualización el Martes, 11 de Enero de 2011 08:25