Rouco manipula la Historia Imprimir
Laicismo - Crítica a la jerarquía católica
Escrito por Arturo del Villar / UCR   
Jueves, 18 de Agosto de 2011 05:01

    El arzobispo de Madrid, cardenal Rouco, ha inaugurado la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) con una homilía dedicada a manipular la historia, algo habitual en él. Fue un acto muy colorista, porque los cardenales, arzobispos, obispos y curas asistentes se guarecían del calor propio del agosto madrileño bajo sombrillas. El entorno de Cibeles parecía la representación de la zarzuela Luisa Fernanda, en la escena en que se canta la mazurca de las sombrillas. Qué divertidos son los obispos romanos cuando no predican.

 

   Es que las predicaciones episcopales incitan siempre a la violencia, a la insumisión, a la cruzada contra el infiel, según la tradición de la secta. Prueba de ello es que poco antes de la mazurca fue detenido uno de los jóvenes inscritos en la JMJ, por preparar un atentado contra la manifestación autorizada para protestar por los gastos que ocasiona la visita papal. Es un mexicano de 24 años, estudiante de química, que había contactado por Internet con otros ultraconservadores para asfixiar mediante gas venenoso a los manifestantes. Muy propio de un ferviente catolicorromano.

   La historia de la Iglesia papista es una sucesión de crímenes contra los que considera contrarios a sus postulados. Ha exterminado a pueblos enteros por discrepar de sus dogmas, como los albigenses o los valdenses. Ha organizado progromos contra los judíos por considerarlos el pueblo deicida. Ha predicado cruzadas para intentar aniquilar a los islamistas. Ha creado el Tribunal de la Inquisición, todavía vigente con el nombre de Congregación para la Doctrina de la Fe, para quemar vivos a judíos, islamistas, herejes, librepensadores, homosexuales, ateos, científicos y en general toda clase de seres humanos que discuten su doctrina.

   Esa historia sanguinaria la desconoce Rouco, o se la calla farisaicamente. En su homilía dedicada a los jóvenes, "la generación de Benedicto XVI", como los llamó, de modo que más bien son ancianos ochentones, los animó a participar en la cruzada de una nueva evangelización. No explicó en qué consiste la novedad, porque en el romanismo no caben las innovaciones. El Concilio Vaticano II pretendió ponerlo al día, y la Curia se apresuró a olvidarlo.

Vaya con la tradición católica

    También afirmó Rouco que "España no es inteligible sin su bimilenaria tradición católica". Ante todo, la Iglesia romana no debiera apropiarse la denominación de católica, palabra de etimología griega que significa universal, puesto que existen otras iglesias tan universales como la papista. Además, en los últimos dos mil años de historia española se sucedieron el politeísmo romano, el arrianismo visigodo y el islamismo árabe. La sumisión española al romanismo nació a finales del siglo XV, con los llamados por eso Reyes Católicos, Isabel y Fernando.

   Horroriza conocer cómo se ha mantenido esa "tradición católica" evocada por Rouco. Los Reyes Católicos solicitaron al papa de turno, Sixto IV, el establecimiento del sanguinario Tribunal de la Inquisición. Una bula del 1 de noviembre de 1478 la estableció en Castilla, y después se extendió al resto de las posesiones monárquicas. El 6 de febrero de 1481 se celebró el primer auto de fe inquisitorial; fue en Sevilla, con un comienzo modesto, porque solamente se quemó a seis reos.

   Desde ese día fatídico el implacable Tribunal estuvo torturando y quemando vivos en los inicuos autos de fe a cuantos estorbaban a los inquisidores, hasta el 15 de julio de 1834, en que fue suprimido por la regente María Cristina, al constituir un baldón para España, criticada por las demás naciones de su entorno.

   Más tiempo duró la orden dada por Felipe II en 1559, prohibiendo a los jóvenes españoles estudiar en el extranjero, con excepción de Roma, Bolonia, Nápoles y Coimbra. Su intención era impedir que las ideas renacentistas entraran en la España inquisitorial, especialmente las reformadoras de la Iglesia. Se mantuvo vigente hasta 1843, y causó el anquilosamiento de la ciencia española.

   Se publicaba periódicamente un Index librorum prohibitorum, en el que no solamente figuraban obras teológicas, sino científicas e incluso literarias, si en ellas se ridiculizaba a algún eclesiástico. A causa de esa limitación la cultura española quedó estancada, las ciencias no avanzaron, y la enseñanza universitaria se expuso desde la Biblia, lo que produjo un retraso que todavía padecemos.

 Catolicismo a sangre y fuego

    Rouco no parece saber que la "bimilenaria tradición católica" de España solamente suma quinientos años, y se ha mantenido a sangre y fuego, gracias a la alianza entre el altar y el trono. Por eso, cuando el pueblo español puso fin democráticamente a la monarquía, en las elecciones del 12 de abril de 1931, la Iglesia romana en España declaró la guerra a la República. Sus cardenales y obispos, con el psicópata Segura a la cabeza, procuraron por todos los medios el regreso del rey.

   Al producirse la sublevación de los militares monárquicos la Iglesia los apoyó dentro y fuera de España. El 1 de julio de 1937 fue firmada la Carta colectiva del Episcopado español, para justificar y bendecir la rebelión. Cardenales y obispos hacían el saludo fascista junto a los militares rebeldes, que deseaban preservar los privilegios eclesiásticos. Llegaron a calificar la guerra de cruzada contra los infieles. Los papas Pío XI y Pío XII bendijeron a los militares sublevados, sin criticar los crímenes cometidos por ellos, que incluso fusilaron a sacerdotes nacionalistas.

   De la guerra derivó una atroz dictadura militar, en la que continuaron los asesinatos, las torturas, los robos y las deportaciones, sin que la Iglesia papista denunciara la represión. Por el contrario, el dictadorísimo era introducido en las iglesias bajo palio, como la hostia consagrada que según ellos representa a Cristo.

   Él mismo se encargó, el 1 de junio de 1952, de efectuar la consagración de España a la Eucaristía, en la clausura del XXXV Congreso Eucarístico Internacional, celebrado con gran lujo en Barcelona. Declaró en tan esperpéntica ocasión: "El espíritu de servicio a la causa de la fe católica que venimos a proclamar no es un mero enunciado; le precede una legión innumerable de mártires y de soldados caídos por nuestra fe en reciente cruzada."  Por todos sus servicios el Vaticano le otorgó su máxima distinción, la Orden Suprema de Cristo, el 12 de diciembre de 1953, cuatro meses después de firmar un concordato muy beneficioso para el interés de la Iglesia.

   Tal es la "bimilenaria tradición católica" loada por Rouco, mantenida a lo largo de  solamente cinco siglos mediante la coacción y el terror, de la Inquisición a la dictadura militar. La rechazamos, por ser falsa y enemiga de las libertades populares.