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Mujer y Feminismo - Violencia contra la Mujer
Escrito por Jaime Poncela   
Sábado, 05 de Mayo de 2018 00:00

Una manada de jueces ha dejado a medias el castigo merecido por una manada de canallas que ven en las mujeres piezas de caza mayor en vez de seres humanos. El resultado de la sentencia de la manada de jueces parapetados tras su lenguaje lleno de circunloquios y corporativismo, ha sido que una manada de políticos se ha puesto a decir tópicos, a darse golpes de pecho y a prometer que ahora reformarán como es debido la ley que aplican los jueces. De la manada de políticos se ha escapado uno (ocurre en los mejores encierros y capeas) que se ha ido de frente a por uno de los jueces de la manada con toga, el más montaraz de ellos al parecer, consiguiendo el primero con su salida de tono que varias manadas más de jueces y fiscales hayan puesto precio a su cabeza.

Total para nada, porque el político escapado de la manada ha venido a contar aquél chiste de Gila sobre agentes secretos sutiles: “aquí hay un juez que no está nada bien y no digo más”, vino a sentenciar el ministro, emulando al espía de Gila que trataba de descubrir al asesino diciendo aquello de “aquí hay alguien que ha matado a alguien”.

Y mientras esto ocurre, hay una manada de periodistas que se levantan cada mañana dispuestos a hacer que no cese el ruido ensordecedor de las estampidas que producen las manadas que atraviesan España con espuma en la boca, con origen y destino en Pamplona, como en unos Sanfermines eternos, apocalípticos y enfermizos. Manadas de tertulianos, psicólogos y observadores; manadas de actores, actrices, opinantes crónicos y otras personalidades del coso hispano, andan corriendo desatados de un micrófono a otro y de una televisión a la siguiente para opinar a tanto el metro sobre este asunto que empieza con una manada y acaba con muchas manadas. Y luego está la manada de peña cabreada que sale a la calle a cagarse en la Justicia, en el Gobierno y en todo lo que se menea porque el patio de España es irrespirable con tanta manada de golfos, y para colmo nos piden ahora que nos traguemos esta sentencia de marras con mesura, sosiego y ecuanimidad, como si fuéramos Francisco de Vitoria o el mismísimo Tomas Moro.

No sé qué pensará de esto la mujer violada. Creyó escapar de una manada y se ha metido en medio de una estampida cruzada de varias docenas de ellas que la llevan y la traen, y la llevarán y la traerán hasta sabe Dios cuándo y dónde. Ella no parece contar en medio de este retumbar ensordecedor en el que España parece encontrar su propio ser que está hecho de encierros, descabellos, carreras, voces, algaradas y ruido, mucho ruido. Este país industrializado lleno de coches inteligentes, teléfonos inteligentes y microchips solo parece estar a gusto cuando todo el camino es una espesa polvareda y la historia cotidiana se mueve con la misma furia irracional que las manadas de ñus cuando cruzan las llanuras de África. La diferencia es que ellos saben lo que quieren y a dónde van y, vistos desde el aire, componen una estampida ordenada. Lo nuestro es un correcalles sin sentido, como la multitud que sale de un teatro en el que alguien ha gritado “fuego”.

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Fuente: Artículos de saldo, blog de Jaime Poncela