Los sindicatos de enseñanza como problema PDF Imprimir E-mail
Servicios Públicos - Enseñanza Pública
Escrito por Luis Arias Argüelles-Meres en La Nueva España   
Miércoles, 03 de Agosto de 2011 00:00

Escuela PúblicaAcerca de los baremos que se aplican en las oposiciones docentes

«La democracia es una operación activa de engrandecimiento y bienestar moral. Debemos considerar a la nación como un gran depósito de energías latentes, de obras posibles, que sólo necesitan una buena explotación, aprovechamiento cabal. Es un deber social que la cultura llegue a todos, que nadie por falta de ocasión, de instrumentos de cultivo, se quede baldío». (Azaña).

Acaba de quedar atrás el mes de julio y, a pesar de que cada vez se convocan menos plazas docentes en la enseñanza pública, las oposiciones, más bien los baremos que se aplican, vuelven a ser noticia. ¿Hasta cuándo, hasta dónde y hasta qué se seguirá cometiendo el atropello de que haya personas que, habiendo obtenido la máxima puntuación, se queden sin plaza?

 

Estamos hablando de unas oposiciones en las que los examinandos tienen que demostrar tanto sus conocimientos como su aptitud pedagógica. Creo que no hay que esforzarse mucho para llegar a la conclusión de que un sistema que incurre en tales contradicciones es manifiestamente injusto. El problema está en que hasta el momento no nos consta que exista voluntad de resolverlo. ¿Cómo se puede aspirar a una excelencia en la enseñanza cuando a los que obtienen mayor puntuación se les priva de ejercer como docentes? Resulta innegable que algo así es perjudicial para esa calidad de la enseñanza que todos dicen reivindicar.

Hubo un tiempo en el que se arbitraba un criterio marcado por la sensatez. A saber: había un número de plazas restringidas para el profesorado interino, mientras que otro era libre y a él optaban los que no tenían experiencia docente. Pero eso pasó a la historia.

Fíjense ustedes: en un país en el que el paro juvenil azota cada vez más, los recién licenciados, por muy brillante que sea su expediente académico, así como el currículum formativo que puedan presentar, aún alcanzando la máxima nota en una oposición, como venimos diciendo, no se les garantiza que puedan convertirse en docentes.

Yo no sé si hay voluntad política de modificar esto, máxime teniendo en cuenta que las comunidades autónomas tienen transferidas las competencias en materia educativa. De lo que estoy convencido es de que los sindicatos de enseñanza no son partidarios en su mayoría de corregir semejante despropósito.

La casuística es muy sórdida: no pequeña parte del profesorado interino está afiliada a los sindicatos. Se trata, por tanto, de defender a su clientela. Es lógico que el profesorado interino luche por sus derechos, que, sin duda, los tiene; pero, claro está, hasta el límite razonable de no pisotear los derechos de los demás, entre ellos, el de optar a un trabajo para el que se tiene la titulación requerida y en el que se demuestra el bagaje de conocimientos exigible, tanto en lo teórico como en lo práctico.

Miren, si hay algo que me subleva del discurso de la izquierda de siglas es que se le llene la boca defendiendo derechos ciudadanos que consideran sagrados, como la educación y la sanidad, y que, sin embargo, la llamada izquierda sindical no sólo atropelle las expectativas de los más jóvenes, sino que defienda un sistema de selección del profesorado que perjudica a esa enseñanza de la que reclaman defensores a ultranza.

Y es que, en efecto, los sindicatos de la tiza son, en su mayor parte, un problema para la enseñanza por varias razones, entre ellas, por defender esta situación que es a todas luces insostenible.

¿Por qué se priva a los centros públicos del concurso de personas que demuestran en su expediente académico y en sus ejercicios durante las oposiciones una capacitación sobresaliente? Porque, con ello, y perdonen la perogrullada, no sólo se conculcan los derechos de los opositores de los que venimos hablando, sino también del alumnado en su conjunto, y, con ello, de la sociedad.

Me pregunto qué sinrazones hay para no plantearse, por parte de las autoridades educativas y sindicatos del gremio, la conveniencia de retomar aquel sistema de oposiciones libres y restringidas. Me pregunto cómo se puede esgrimir un discurso favorable a la calidad de la enseñanza y sostener un sistema de selección del profesorado en el que los mejores no tienen sitio.

Me pregunto cuándo llegará el momento en el que los sindicatos reconsideren sus pautas y dejen de ser un problema para la enseñanza. Me pregunto, sobre todo, por qué la sociedad permite este atropello a la razón, este cambalache que nos remite al legendario e inolvidable tango de Discépolo.

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Fuente: http://www.lne.es/opinion/2011/08/02/sindicatos-ensenanza-problema/1110684.html