Urgencias hospitalarias: esto se hunde Imprimir
Servicios Públicos - Sanidad Pública
Escrito por Lorena (Leo en las nubes)   
Jueves, 11 de Enero de 2018 06:04

Tengo 42 años, soy médico desde hace 19 y trabajo en urgencias hospitalarias desde hace 17. Adoro mi trabajo, me encanta curar, me gusta la gente, no me imagino dedicándome a otra cosa. Ayer fue lunes y tuve guardia. Hoy me duelen las piernas pero sobre todo me duele el alma y por momentos creo que no voy a poder más. A las ocho de la mañana terminé mi guardia firmando un certificado de defunción y llevo todo el día con un nudo en la garganta. No sé si gritar o llorar. Probablemente ambos.



No estoy triste por mi última paciente; tenía 98 años y murió tranquila, acompañada por su familia y en la intimidad de un box. Habría sido mejor que pudiera haber muerto en su cama, pero estoy satisfecha con la atención que le dimos. Y creo que su familia también. Yo en realidad estoy triste por los casi 30 pacientes que se quedaban en urgencias pendientes de cama y por todos los que se les habrán ido añadiendo a lo largo del día de hoy.


Estoy triste por todos esos pacientes que me recibieron ayer con una sonrisa y un gracias después de esperar 7 horas a ser atendidos. También por todos aquellos que necesitaban una camilla y no podíamos dársela y por esos otros afortunados que sí la tenían, pero se iban a pasar sobre sus 10 cms de colchoneta de espuma las próximas 24 horas. Estoy triste porque me siento como un hámster corriendo en una rueda sin fin sin llegar nunca a un destino.

Hay cosas impredecibles, un accidente grave, una catástrofe... pero hay otras que no lo son. Y la gripe entra dentro de este último grupo. Puede llegar antes o después pero siempre llega. Así que alguien debería haber pensado qué podíamos hacer para minimizar sus efectos. Es cierto, España tiene una población muy envejecida que la hace especialmente susceptible a esta enfermedad, pero los ancianos no cayeron ayer del cielo. Hace años que viene advirtiéndose de este problema así que tal vez alguien debería pensar qué modelo asistencial necesitamos.

El asunto es que es poco popular electoralmente decir que se va a invertir en hospitales de enfermos crónicos y en reforzar la atención primaria. Vende muchísimo más decir que se van a comprar dos máquinas de resonancia magnética que que se va a dignificar la labor del médico de familia.

Todos queremos la última tecnología, los mejores hospitales, aunque estadísticamente es mucho más probable que te beneficies de tener un buen médico de familia que de tener al lado un hospital de tercer nivel.

El problema es que menospreciamos la atención primaria y todos aspiramos al "especialista", olvidando o ignorando que, desde 2005, es obligatorio que todos los licenciados en Medicina se especialicen vía MIR para trabajar en el sistema público de salud. Así que tan especialista es el traumatólogo como el médico de familia, cada uno en lo suyo.

Pero la atención primaria sigue siendo la hermana pobre, se programan agendas que son completamente inasumibles, pacientes citados cada minuto, consultas forzadas urgentes y, si alguien se pone enfermo, pues el compañero hace trabajo doble. Total para lo que sirve el médico de cabecera...Es cierto que ahora es difícil encontrar sustitutos, en parte porque hay gente que se ha ido fuera de España a trabajar en busca de mejores condiciones laborales, pero también porque alguien no calculó bien cuántos médicos se necesitarían en un futuro.

En fin, que parece que hay alguien que no ha hecho bien su trabajo, alguien a quien votamos cada 4 años pero que sólo piensa en renovar otros cuatro. Ir pasando el tiempo sin grandes escándalos y en la siguiente campaña electoral les volvemos a contar lo de las dos resonancias y a correr.

Y nosotros somos tan tontos que tragamos y nos dedicamos a gritar a la enfermera que nos está atendiendo como puede en urgencias en medio de un mar de camillas, aceptamos sustituir al compañero enfermo sin rechistar, seguimos corriendo sin parar y llorando cuando llegamos a casa después de una guardia infernal. Como el hámster en su noria. Pero yo no quiero ser un hámster, a mí me encanta ser médico.  Sólo quiero poder hacerlo con dignidad.

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Fuente: Leo en las nubes