Haciendo memoria y un poco de historia me resulta que el que decía que era apolítico y que España era apolítica, por bautismo se llamaba Francisco Franco, y por la gracia de Dios, era, Caudillo de España, Generalísimo de los Ejércitos de tierra, mar y aire, de los cuerpos armados torturadores y represores de las libertades y de la democracia, jefe e ideólogo de esos jueces de los tribunales de orden público y demás tribunales, así como jefe del Movimiento, de la Falange y de las cárceles, además de ser un Gran Dictador, Sanguinario Represor y un Genocida de mujeres, hombres, niños y ancianos, le daba igual la cosa era exterminar ideas y Banderas, pero no le importaba, se paseaba bajo Palio e inauguraba pantanos, todo ello bajo su Bandera con el Buitre, dejándonos además como regalito la Monarquía y todo el aparato de la Dictadura intacto.

“Créeme tío: si queremos que todo quede como está, es preciso que todo cambie.”

Con esta conocida frase de la película de Luchino Visconti, El Gatopardo (basada en la novela del mismo nombre de Giuseppe Tomasi di Lampedusa), el amado sobrino del príncipe de Salina, Tancredi Falconeri, justifica su partida para unirse a las tropas revolucionarias de Garibaldi que luchan por la reunificación italiana. De esta frase, que sintetiza el deseo de la decadente aristocracia italiana del XIX por conservar sus valores y privilegios ante la revolución, aparentando adaptarse a los nuevos tiempos, surge el concepto del gatopardismo: la idea de cambiar algo para que nada cambie.