En mayo de 2010 José Luis Rodríguez Zapatero, entonces Presidente del Gobierno Español, recibió una carta secreta del Banco Central Europeo en donde se le instaba a realizar una serie de cambios en sus políticas. Esta es la historia de una intervención en la sombra.

Y fue en aquel verano de 2011 durante el cual tuvo lugar la alevosa reforma constitucional dirigida a constreñir el déficit público en España.

Ocurrió a un mes de la disolución de las Cortes ante la inminente convocatoria electoral que habría de llevar al Partido Popular al gobierno. La propuso intempestivamente Zapatero, tal vez con la intención de lavar su conciencia enturbiada por una arbitraria gestión de la crisis económica.  

Reforma ignominiosa

Aquel cambio constitucional sin referéndum y por vía de urgencia representó la última palada del sima abierto durante el gobierno socialista entre Parlamento y Sociedad o, dicho de otro modo, entre la clase política y los ciudadanos. Porque la reforma del marco jurídico esencial del País no se promovió tras una demanda social ni se aprobó por el conjunto de la ciudadanía, nada de eso. La reforma exprés se gestó a toda prisa tras las “sugerencias” públicas de Merkel y Sarkozy y las instrucciones confidenciales de Trichet, presidente del BCE, unas semanas antes.

La reforma constitucional de Setiembre 2011 debe entenderse, así pues, como una extremadamente grave afrenta al pueblo español por parte de los dos principales partidos, un oprobio deshonroso que además careció, y sigue careciendo, de sentido económico. (Mundodiario)

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