Después de la fiesta PDF Imprimir E-mail
Opinión / Actualidad - Política
Escrito por Ángel Escarpa Sanz / UCR   
Lunes, 09 de Abril de 2012 00:00

Huelga generalUna vez extinguido ya el humo de los botes de humo de las fuerzas del Orden Nuevo, reparadas las lunas y los desperfectos ocasionados por la ira popular, apagados ya los ecos de tanto...¡esto nos pasa por un gobierno facha!, ¡no hay pan para tanto chorizo!, ¡esto ya pasaba cuando el PSOE gobernaba!, ¡lo llaman democracia y no lo es!, ¡no soy poeta: Soria hijo de p...!, ¡yo quiero un pisito como el del Principito!, ¡Juan Carlos, acelera, que viene la IIIª!, ¡hacía falta ya una huelga, una huelga.

 

 

Hacía falta ya otra huelga general!, ¡joven y parado: terrorismo de Estado!, ¡contra la Reforma Laboral: otra huelga general!, ¡contra el fascismo, ni un paso atrás!, ¡Grecia, somos todos!, ¡PSOE, PP, la misma mierda es!, ¡Mariano, Mariano, no llegas ni al verano!, ¡ito, ito, ito, que caiga el pajarito!, ¡los banqueros, son delincuentes!, ¡manos arriba: esto es un atraco!, ¡madero, madero: tú también eres obrero!, ¡a la huelga diez, a la huelga cien, a la huelga mil, yo por ellos madre y ellos por mil!...; retirada ya gran parte de la cartelería que convocaba a las manifestaciones de apoyo a esta huelga general -la primera que soporta el PP del Sr. Rajoy, la Sra. Sáenz de Santamaría, así como todo su equipo gestor-, recogidas ya las banderas de la reivindicación y de la justicia pisoteada y vueltos a sus cuarteles los coches policiales y los numerosos policías uniformados y de los otros, y por aquello de que nadie nos acuse de tirar la piedra y luego esconder la mano... 

Si 275.000 manifestantes en Barcelona, 200.000 en Madrid, 100.000 en Las palmas de Gran Canaria, por sólo mencionar tres ciudades, no es un dato más que nítido para mostrar nuestra satisfacción proletaria, por el ingente trabajo llevado a cabo por partidos, organizaciones diversas, sindicatos afines y personal jubilado o no incluido entre el laboral, hay que preguntarse de qué estamos hablando. 

A la hora de las valoraciones sobre el valor de las movilizaciones parece que siempre primará el desde el prisma con que éstas se miren: Siempre habrá quienes nos digan al día siguiente que la jornada de huelga fue un fracaso. Desde luego, para los esquiroles de El Corte Inglés, por no mencionar aquí más que a una sola empresa, no hubo tal convocatoria de huelga, como jamás hubo un referéndum por la salida de España de la OTAN, así como tampoco unas gentes recogiendo firmas por las calles de nuestras ciudades para exigir la desocupación de los territorios del Sáhara por parte de Marruecos. 

En toda consulta popular –la jornada de huelga y manifestaciones en la España del 29-M fueron un auténtico referéndum, donde la ciudadanía, los trabajadores en particular, tuvimos la oportunidad de, sin urnas ni costosísimas campañas electorales, manifestar nuestro rechazo por los recortes sociales, los despidos masivos, la política regresiva de un Gobierno que no cuenta con el favor popular-, siempre habrá quien se fijará más en el coche incendiado, en el escaparate destrozado, en la papelera calcinada, en el atuendo de los jóvenes airados; que en las cifras del desempleo, las cotas de marginación en esos barrios de la periferia de las ciudades, las librerías cerradas, las comidas repartidas por los centros de beneficencia, los escandalosos sueldos de los políticos, el escaso prestigio de que goza ya esta democracia, o como queramos llamar a esto, así como sus máximos beneficiarios, en tanto se cuestiona ya la misma reivindicación de la Memoria Histórica, la Ley de Dependencia, las subvenciones a los sindicatos, el derecho inalienable a la huelga, etc. etc. 

La edad, ciertas cotas de bienestar o de seguridad, a veces tienden, por sí mismas, a blindarnos contra la desgracia ajena.

Aquellos que sobrevivimos, con la memoria íntegra, a los más duros años del franquismo: a aquel 1º de abril de 1939 de tan infausta memoria para los pueblos de esta realidad histórica aún por definir, a los largos años de penuria y de cruel represión; a aquellos años sesenta de maná bíblico en forma de lavadoras, tractores coches, escapadas por unos días a un camping, con la familia; los que sobrevivimos a los estados de excepción, a las torturas en Sol, a los festivales de Eurovisión; los que sobrevivimos a la España del carburo, los desfiles en la Castellana y el "parte"; los que sobrevivimos al "primer espada" de toda esta historia, a treintaisiete años de un franquismo sin Franco –no habrá jamás democracia sin República-; los que devoramos en su día cada uno de los libros perseguidos de Ruedo Ibérico, los que nunca fuimos invitados a los "cócteles" y a las "mariscadas" de esta democracia si no fue para votar, no podemos dar por bueno lo conseguido hasta ahora: al final, si lo analizamos con frialdad, nos encontramos con un País que, en las "tornabodas" de la "democracia" se encuentra a punto de ser intervenido, eficazmente trufado por los mercados; esos mismos banqueros que le procuran magros beneficios al Rey nuestro Señor. Hundidos hasta las cejas en una recesión de la que no se ve el fondo, la única alternativa que ve el Gobierno es la hoz del recorte, la guadaña para el "estado del bienestar", arrasando, de paso, con las libertades: el coronel Martínez Inglés será procesado por arremeter contra la Corona –antes, se mandaba un "recado" con los chicos de Cristo Rey, o los mandaban a prisiones militares (UMD). 

Pero no quiero desviarme de lo que hoy me traía aquí.

A determinada edad, en determinadas situaciones de privilegiado bienestar, es más fácil ver un delincuente en cada uno de esos jóvenes que se oponen a los antidisturbios con lo que se les pone a mano, que buscar las causas. Cuánto mejor no harían los responsables de toda esta escabechina económica si, en lugar de mandar a sus perros policías, fuesen ellos los que diesen la cara, que no escudados tras la pantalla de la tele, sino allí mismo donde hoy se está jugando el País su futuro. Y esto va por toda la clase política: magistrados, banqueros, yernísimos, empresarios y gente de medio pelo, monarca incluido, que, en los tiempos de las vacas gordas, ahora mismo, trincan de aquí, despiden allá y evaden acullá. 

Es muy fácil, digo, ampararse en una jugosa posición económica y condenar a ese joven, esa mujer que, ante un más que precario porvenir para sus hijos, tira por la calle de en medio y se expone a unas hostias de la Policía.

Los auténticos delincuentes no se manifiestan en las calles: lo hacen en el parqué, desde las ITT, desde los consejos de administración, desde unos sueldos millonarios, desde los empleos y las pensiones que suman a haber sido ministro, diputado, senador, por tal o cual partido. 

Lo fácil y cómodo, el día después de la mani y huelga del 29-M, es contar los incidentes: me pincharon las ruedas por haber acudido a trabajar, me llamaron esquirol por conducir un camión, pusieron silicona en el BBVA, empapelaron el escaparate, cuando, yo, lo único que quería es acudir a trabajar; pintaron las fachadas, se manifestaron contra el orden establecido –por ellos, su orden-, quemaron coches, desafiaron y se enfrentaron a las fuerzas del orden democrático, pusieron obstáculos para impedir la libre circulación de vehículos, olía a hierba a un kilómetro, por allí donde pasabas; los piquetes no eran sólo informativos...Y aquí no pararíamos. Lo complicado, lo incómodo, lo políticamente incorrecto en la tertulia, en la espera del dentista y en la cola del banco para sacar unos pavos, sería preguntarse quién los trajo hasta aquí, porque actúan así, porque no están en la cárcel los responsables de esta tropelía, en lugar de ser los universitarios los conducidos y fichados; quiénes son los que realmente están precarizando el País que usted tanto ama. 

Asómense ustedes a las cifras del paro, asómese usted a los pasillos de las facultades, asómese usted a las noches en que, los más pobres, hacen acopio de alimentos en los contenedores de residuos de los súper. Asómese usted a Internet y compruebe los ingresos del Sr. Soria, el Sr. González, la Sra. Aguirre, la Sra. Barberá, la Sra. De Cospedal, el Sr. Zapatero, el Sr. Zaplana, el Sr. Rubalcaba, el Sr. Cascos, el Sr. Montoro; ¿qué comió SM hoy, don Juan Carlos? Me figuro que no fueron las sobras de ayer, zagal. Acérquense todos a los centros de internamiento de inmigrantes. Claro que..."y ¿quién les mandó venir?"

¿Cuántas veces te han dicho que esta democracia solo tiene un defecto: que es muy joven?

A este ganado, periodista a sueldo del "fondo de reptiles" o asalariado de la misma democracia, lo único que se me ocurre es responderle: sí, joven y puta. 

¡Ah!, y no se le olvide a usted ir, tempranito, al Congreso a contar los impactos de los tiros de los chicos de Tejero, el próximo Día de la Constitución, si es que aún no "chaparon" el kiosco. El Consejo de Administración de este negocio llamado España se lo agradecerá.