Muerte de ese dictadorcete Imprimir
Opinión / Actualidad - Política
Escrito por Arturo del Villar / UCR   
Martes, 17 de Enero de 2012 00:00

FragaEn el revisionismo histórico que padecemos actualmente, no sorprenden los ditirambos póstumos a Manuel Fraga, uno de los más siniestros políticos de la dictadura. Los medios de comunicación de masas entrevistan a quienes lo trataron, y muchos se deshacen en elogiar su contribución al Estado, así, en genérico, para incluir sus años al servicio de la dictadura como ministro y embajador, y después los dedicados a servir a la monarquía instaurada por el dictadorísimo.

 

   Alegan en su descargo que siempre fue fiel a sus ideas. También lo fueron el dictadorísimo, y Hitler, y Fernando VII, y el inquisidor Torquemada, pero hay ideas condenables, que nadie debiera seguir, como las de esa sucesión de monstruos citados. Además, a quien siempre fue fiel Fraga es al dictadorísimo y a sus leyes ilegales. Por supuesto, coincidía con el pensamiento genocida de su maestro, y por eso lo supo aplicar para consolidar el régimen.

   Como ministro de Información y Turismo de la dictadura, popularmente denominado con acierto de Difamación y Cinismo, entre 1962 y 1969, fue la voz y la cara del sistema. Desde el Ministerio se inundaba a España y sus embajadas de libros propagandísticos del régimen, que nadie leía, pero que nos costaban muy caros, porque además de imprimirse con todo lujo favorecían económicamente a sus autores. Organizó los fastos inolvidables de los XXV Años de Paz, que eran de muerte y cárcel, pero que él interpretó en beneficio de la dictadura, alegando que entre 1939 y 1964 no había habido guerras ni sublevaciones, como era habitual en la historia de España. Pero no mencionaba a los presos políticos torturados y fusilados o accidentados oportunamente, en nombre de la paz dictatorial, ni recordaba al millón de exiliados que no podían regresar a su patria. 

Un dictadorcete liberticida 

   Aprobó los decretos de suspensión de las pocas libertades posibles aceptadas en el Fuero de los Españoles, cuando se producían atentados o huelgas. Mostró su vileza al justificar el asesinato político de Julián Grimau el 20 de abril de 1963, calificándolo de “ese caballerete”. También en 1963 quiso humillar a 102 intelectuales que le escribieron pidiendo que cesasen las torturas contra los mineros asturianos y sus esposas, acosados por haberse declarado en huelga. Tuvo una intervención repugnante al denigrar a Enrique Ruano, asesinado por la Policía el 20 de enero de 1969, entregando unos escritos privados al diario monarquicofascista Abc para que los publicara, y muchísimas otras tropelías cometidas al amparo de las leyes fascistas, que es imposible mencionar en el repulsivo currículo de este dictadorcete fascista a ejemplo de su maestro.

   Se dice que la Ley de Prensa e  Imprenta promulgada el 18 de marzo de 1966 constituye el inicio de la libertad informativa. Es absolutamente falso, porque la abolición de la censura previa decretada en 1938 fue sustituida por la responsabilidad de los editores y directores de los medios de comunicación, que seguían siendo garantes de la legalidad de cuanto se publicase o emitiera, conforme a las leyes vigentes, que eran enemigas de cualquier asomo de libertad. Prueba de ello es que continuaron las suspensiones de publicaciones, culminadas con el cierre del diario Madrid en 1971 y la voladura del edificio al año siguiente. La conocida como Ley Fraga no toleró ninguna apertura en el terreno de la información.

   La censura teatral y cinematográfica continuó exactamente igual de rígida que durante la guerra. Los impresos extranjeros siguieron necesitando la aprobación oficial para su difusión. Lo único que hizo Fraga fue potenciar la propaganda del régimen, y sobornar a periodistas y escritores con viajes muy bien pagados o premios y regalos, para que difundiesen una imagen idílica de la España dictatorial. En esos años yo trabajaba en un diario provinciano, y viví lo que se denominó entonces “el deshielo”, que en realidad fue una simple operación de maquillaje.

   Colocó a su familia en cargos bien remunerados, lo que es una muestra de nepotismo descriptiva de su talante. Traté por razones laborales a su cuñado Carlos Robles, director general en el Ministerio, tan fascista como su cuñadísimo, contrario a cualquier asomo de libertad en la cultura española, que compaginaba su cargo oficial por lo menos con otro en una editorial privada. 

Después se volvió monárquico 

   El dictadorísimo le envió a Londres como embajador en 1973, se dice que para acostumbrarle al trato con la monarquía más arraigada en Europa, de forma que siguiera desempeñando un papel principal cuando se instaurase la monarquía del 18 de julio que él había decretado para continuar su régimen. Tanta era la confianza que tenía en la ideología fascista de su fiel servidor, que preveía su permanencia en el mando cuando él muriese. Estaba en lo cierto, como cuando advirtió que lo dejaba todo atado y bien atado: Fraga era uno de los cordeleros.

   Por eso fue designado vicepresidente del Gobierno y ministro de Gobernación en el primer Gobierno monárquico, presidido por el fascistísimo Carlos Arias, apodado el Carnicero de Málaga por sus acciones posbélicas. En ese período fue cuando declaró que “la calle es mía”, y se produjeron los sangrientos acontecimientos de Montejurra el 3 de marzo de 1976, nunca esclarecidos, y el asesinato policial de cinco obreros en Vitoria el 1 de mayo. Su carácter autoritario le obligaba a impedir manifestaciones por pacíficas que fueran.

   Se alega en su favor también que es uno de los redactores de la Constitución de 1978. Así quedó ella. Esta vez el trágala nos lo cantó el sucesor de Fernando VII a los vasallos: una venganza retrasada.

   Fundó Alianza Popular en 1976 con la pretensión de llegar a ser jefe del Gobierno, aunque los electores nunca confiamos en él, por lo menos en el conjunto del reino. Tuvo que retirarse a su tierra gallega, en donde sí obtuvo la aprobación de sus paisanos para presidir la Xunta durante quince años. Los gallegos se quejan de que haya una larga ristra de chistes críticos con ellos como protagonistas, pero decisiones así demuestran que se los merecen.

   Ha muerto en la cama, lo mismo que su maestro. España es el único país del mundo que ha tolerado una dictadura fascista durante 36 años, y permite que sus sicarios continúen rigiendo los destinos del Estado. Los elogios se vuelcan sobre este falangista, consejero nacional del Movimiento, procurador en las Costes fascistas, ministro y embajador de la dictadura. Todos son falsos, y no consiguen engañarnos a quienes padecimos la dictadura y sufrimos su consecuencia. Cuanto tanto se recomienda la recuperación de la memoria histórica, conviene recordar lo que hemos vivido, y no consentir que el revisionismo actual trastorne la verdad.