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Opinión / Actualidad - Política
Escrito por Julio Anguita / El economista   
Miércoles, 16 de Noviembre de 2011 05:09

 

Julio AnguitaEs patente para una mayoría ciudadana que tras las elecciones generales del próximo domingo, 20 de noviembre, se avecina más que un cambio, una nueva fase de intensificación y aceleración en el ajuste de las macromagnitudes y parámetros que la Unión Europea viene dictando desde hace tiempo, pero que no son en absoluto algo extraño al modelo de construcción europea fijado en el Tratado de la Unión Europea de 1993. Y eso es así independientemente de quién gane las elecciones próximas.

 

La crisis -sus características, el ya largo período de una duración sin visos de finitud y las terapias de choque que están debilitando aún más a los países que las soportan- debiera haber significado un intento honesto de reflexión por parte de quienes lo deben más que nadie: los apologistas de la rutina y de las fórmulas inservibles.

Es ésta una época de transición marcada por la declaración de un Estado de Excepción Global: suspensión del Derecho y sustitución de éste por hechos consumados que arrasan principios, conquistas y modelos que han gozado de un gran consenso, al menos en esta parte del mundo.

Los poderes fácticos o, lo que es lo mismo, la plutocracia dominante han sobrepasado la incompatibilidad básica entre el capitalismo histórico y las libertades también básicas para trasladarla a la que en esta hora se plantea entre el capitalismo financiero y el ligado a la producción de mercancías, bienes y servicios. La laminación de los derechos sociales se extiende ya a los civiles y políticos.

La derrota histórica y descomunal de la izquierda (que es responsabilidad casi exclusiva de ella) ha desembocado en la desaparición de cualquier alteridad en el imaginario colectivo. Faltan energías morales e ideales visualizados, aquí y ahora, como alternativa ética de Estado. No se lucha, se resiste. Ya lo anunció Margaret Thatcher con rotundidad, al exponer lo que se conoce como TINA (There is no alternative), no hay alternativa.

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Fuente: eleconomista.es