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Opinión / Actualidad - Política
Escrito por Enric Juliana   
Lunes, 08 de Julio de 2019 02:49

“En España, el que resiste, gana”. Camilo José Cela

Han transcurrido más de dos meses desde las elecciones generales del 28 de abril y todavía no se ha celebrado ni una sola sesión negociadora para alcanzar un pacto de investidura. No hay negociación, sólo hay combate entre estrategias de comunicación.

Las elecciones europeas tuvieron lugar el 26 de mayo, rompiendo viejos esquemas: populares y socialdemócratas ya no suman la mayoría absoluta en la Eurocámara. La incertidumbre apenas ha durado cinco semanas. Los principales líderes de la Unión Europea ya se han puesto de acuerdo sobre el reparto de los más importantes cargos ejecutivos y representativos de una compleja estructura supranacional –un imperio de nuevo tipo–, que rige aspectos sustanciales de la vida de quinientos millones de personas.

No ha sido fácil, pero de la maratón negociadora iniciada el pasado fin de semana en Bruselas ya ha surgido un nuevo equilibrio de fuerzas en la Unión. Una maratón similar aún no ha tenido lugar en España. Dentro de quince días se celebra el debate de investidura y todo está aún por coser.

Invirtiendo el esquema preferido por Manuel Vázquez Montalbán, para contar la historia del segundo bloqueo político español en tres años, hay que ir del elefante al alfiler. De lo general a lo particular. Hay que empezar en París. Hay que comenzar por lo que podríamos denominar la operación Campos Elíseos. El día 27 de mayo, cuando aún no han transcurrido veinticuatro horas de la celebración de las elecciones europeas, Pedro Sánchez viaja a París para cenar con Emmanuel Macron. El presidente de la República francesa será el primer jefe de Estado con el que despachará el presidente interino español al concluir el intenso ciclo electoral de abril y mayo. En París se dibuja una posible alianza entre socialistas y liberales para la renovación de los principales cargos de la Unión Europea. También se acuerda aislar a las fuerzas nacional-populistas, con especial énfasis en el Frente Nacional francés y la Liga de Matteo Salvini, convertida por la vía de los hechos en el partido-guía del actual Gobierno italiano.

De la reunión de París surge una dinámica. “Una mayoría que vaya de Macron a Tsipras”, según palabras del líder socialista holandés Frans Timmermans. Sánchez regresa a España con la convicción de que la operación Campos Elíseos puede resolverle la investidura. Vale la pena esperar.

Sánchez creyó que el pacto con Macron podía resolverle la investidura

El exprimer ministro francés Manuel Valls capta inmediatamente de qué va la partitura y decide inscribirse en ella. Político profesional de probada experiencia, Valls decide transformar su mal resultado en las elecciones municipales de Barcelona en un éxito político al servicio del pacto Macron-Sánchez. Los historiadores determinarán en el futuro si su decisión de bloquear una alcaldía independentista en Barcelona fue previamente hablada con el presidente de la República francesa. El movimiento de Valls comporta un importate cambio de plano. La reelección de Ada Colau, previo pacto con el PSC, convierte el área metropolitana de Barcelona en una verdadera fortificación de signo no independentista. Vuelve el área metropolitana de Barcelona como significante político, con ayuda francesa. Esa es la novedad.

El movimiento de Valls provoca de inmediato una sacudida en Madrid, en la medida que invita a Ciudadanos a facilitar la investidura de Sánchez, a negociar un pacto de legislatura con el PSOE, y a romper cualquier posibilidad de pacto con Vox, tanto en el Ayuntamiento como en la Comunidad. Iñigo Errejón, a bordo de su plataforma regional Más Madrid –embrión de un nuevo movimiento que competirá con Podemos en toda España– se convierte de inmediato en el principal animador de la vía Valls en Madrid. Pablo Iglesias asiste un tanto perplejo al cambio de agujas en Barcelona, pero decide apoyar la reelección de Colau con votos del PSC y Valls, pese a los mensajes en dirección contraria que le llegan desde el entorno de Esquerra Republicana. En la medida que los resultados municipales de Unidas Podemos han sido desastrosos, la reelección de Colau en Barcelona es un paliativo. Hay otro motivo: el pacto entre los comunes y el PSC en la capital de Catalunya refuerza la narrativa de un pacto entre el PSOE y Podemos para gobernar España.

El presidente ha comprobado en Bruselas la dureza de la política europea

La presión sobre Albert Rivera empieza a ser atronadora. Artículos de opinión, editoriales, pronunciamientos de viejos fundadores de Ciudadanos, la disidencia cada vez más visible de dirigentes como Luis Garicano y Toni Roldán (este último acabará dimitiendo). Indisimulados reproches de portavoces del Eliseo a los pactos de Ciudadanos con Vox. En sentido figurado, aviones Mirage franceses efectúan varios vuelos rasantes sobre Madrid para que el pacto de París se plasme en la política española. Pero Rivera se cuadra, apoyado por el núcleo duro de su partido. El “núcleo catalán” de Ciudadanos no quiere convertirse en fuerza auxiliar del PSOE. “No es no”. Sánchez ya conoce esa canción.

El pacto de París acabará chocando contras las rocas de la negociación de Bruselas. El grupo de Visegrado (Polonia y Hungría, especialmente), los italianos y las delegaciones más derechistas del Partido Popular Europeo levantan una barricada contra la candidatura de Timmermans a la presidencia de la Comisión, pese al principio de acuerdo que Macron y Sánchez habían logrado establecer con la canciller alemana Angela Merkel. En estos casos, Francia nunca pierde. Macron deja caer a Timmermans, le dice a Sánchez que sale un momento a tomar un café y pacta a solas con Merkel un nuevo reparto de cargos.

Del elefante al alfiler. Un alfiler picudo. Sánchez regresa el martes 2 de julio a Madrid con la marca del eje franco-alemán tatuada en el dorso de la mano y con el premio de consolación de Josep Borrell al frente de la diplomacia europea. La alianza reforzada con Francia sigue en pie, pero Sánchez no consigue regresar como el gran triunfador del tablero europeo. El efecto más tangible del pacto de París es la fortificación del área metropolitana de Barcelona, estos días amenizada por el acuerdo entre el PSC y J unts per Catalunya para la Diputación Barcelona. En Esquerra aún no saben lo que les está pasando: pelota que tocan, pelota que no entra en la portería.

¿Repetición de elecciones? La patronal CEOE apoya ahora esa opción

Pese a una fenomenal tormenta mediática en su contra, con goteo de dimisiones, con crecientes problemas para pactar con Vox haciendo ver que no se pacta con Vox, con la Comunidad de Madrid en el aire, Rivera sigue en el “no es no”. Rivera es Sánchez en junio del 2016. Se ha atado al palo mayor con tapones de cera en los oídos. Para dejar claro que no acepta más presiones ha decidido no participar en la ronda de contactos que Sánchez efectuará este semana en Moncloa. Una descortesía institucional que pone en evidencia la tensión con la que está viviendo el actual momento político. En definitiva, el pacto de París, siendo objetivamente muy importante, no ha resuelto por la vía de la inducción la investidura del presidente de España. Y ahora los deberes están por hacer.

Iglesias quiere estar en el gobierno a toda costa, ante el estupor de los veteranos seguidores de Julio Anguita, que siempre recelaron de la colaboración de Izquierda Unida con el PSOE. ¿Cuáles son los motivos para no contentarse con un pacto a la portuguesa, según el cual el PSOE gobernaría en solitario, con Unidas Podemos fiscalizando desde el Parlamento un programa común? Sin los 42 diputados de UP nada decisivo se puede aprobar en el Congreso, a menos que el PSOE pacte con Ciudadanos o con el Partido Popular.

Iglesias quiere ser el primer dirigente situado a la izquierda del PSOE que entra en el gobierno de España desde los tiempos de la Segunda República. Quiere marcar un hito y romper un veto. Con la ayuda de ese hito pretende apuntalar Unidas Podemos, que estuvo a punto de estallar entre los meses de enero y febrero, tras el cisma de Madrid. La coalición es frágil territorialmente y Podemos no ha conseguido madurar como partido político. En estos momentos, Podemos es Iglesias y su capacidad de levantar 42 diputados en una campaña electoral en la que entró políticamente muerto y con la casa de Galapagar a cuestas. Podemos es una corriente liquida que podría acabar evaporándose. Errejón va a trabajar para que eso ocurra. Errejón quiere poner en pie un Podemos de segunda generación, basado en el ecologismo y en el pacto entre plataformas regionales. Iglesias y Errejón son ahora Ben-Hur y Messala en el Circo Máximo, Uno de los dos puede morir atrapado en las ruedas del otro.

Las elecciones serían el 10-N, para esa fecha el Supremo quiere haber emitido sentencia

Iglesias quiere estar en el gobierno para proyectar fuerza. Sabe que el Podemos ministerial sería objeto de una crítica feroz y constante, que le reforzaría. Las tormentas mediáticas han hecho crecer al personaje y al partido. El placaje constante les fortalece. La imagen de partido vetado por el poder es el principal capital de Podemos en estos momentos. Algunos estrategas de Madrid aún no se han enterado.

Sánchez no quiere un gobierno colonizado mediáticamente por Iglesias. No quiere escorarse tanto a la izquierda, después de haber recuperado por la izquierda el liderazgo del PSOE y alcanzado la presidencia del Gobierno. Quiere ocupar un amplio espacio central como Macron en Francia. Quier tener vías de interlocución con la derecha. Quiere tener las manos libres ante lo que pueda ocurrir en Catalunya después de la sentencia. Quiere romperle las piernas a Rivera. Quisiera ser el presidente de España durante un largo ciclo.

Si Rivera no cede, si Casado no ofrece la abstención en el último minuto, si Vox no comete una surreal locura (podrían abstenerse para castigar a Rivera), si la Comunidad de Madrid no estalla, y si Iglesias no acaba aceptando, –ante la amenaza de repetición electoral–, una presencia miniaturizada de Podemos en la estructura gubernamental, la investidura no tiene salida.

¿Elecciones el 10 de noviembre? El PSOE rompiendo las piernas a Ciudadanos y a Podemos, consagrado definitivamente como el nuevo partido central. El PP reabsorbiendo a la mitad del electorado de Vox. El gran regreso del bipartidismo. He ahí un magnífico sueño para una noche de verano. La patronal CEOE ya apuesta abiertamente por la repetición de las elecciones.

Unas elecciones con la sociedad perpleja y cansada. Unas elecciones con más del 32% de la ciudadanía convencida de que la política es el segundo mayor problema del país después del paro (CIS de junio). Unas elecciones sin el miedo a Vox movilizando a la izquierda. Unas elecciones con Podemos victimizado como el partido vetado por el poder. Unas elecciones con la sentencia catalana encima de la mesa. El 16 de octubre se cumplirán dos años del ingreso en prisión de Jordi Sánchez y Jordi Cuixart, acusados de rebelión. Dos años es el tiempo máximo de prisión cautelar en España. Su prórroga exigiría un auto judicial bien fundamentado. Para ese día, el Tribunal Supremo quisiera tener emitida y publicada la sentencia.

Serían las elecciones de la sentencia catalana, a menos que el juez Manuel Marchena tuviese una especial comprensión por la estrategia de Moncloa.

 

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Fuente: La Vanguardia