Los de arriba no se pierden ni una fiesta de la democracia PDF Imprimir E-mail
Opinión / Actualidad - Política
Escrito por Braulio Gómez Fortes   
Jueves, 06 de Diciembre de 2018 00:00

El nuevo precariado político, fruto de la desigualdad, se suma a la abstención mientras los grupos de renta más alta siguen votando. Así entra Vox en las instituciones

Los Remedios es uno de los barrios con la renta media más elevada de Sevilla, 42.984 euros por habitante. En las elecciones andaluzas del pasado domingo fueron a votar el 74,86% de sus habitantes. Vox fue la segunda fuerza en este distrito alcanzando el 24,6% del voto. En las elecciones andaluzas de 2015, participaron también el 74,86% de los vecinos de Los Remedios, según la web oficial de la Junta de Andalucía.

Cerro Amate es uno de los distritos más pobres de Sevilla, Andalucía y España, con una renta media de 18.800 euros. Cuando abrieron las urnas el domingo para contar las papeletas se encontraron con que había votado el 52,18% de los habitantes censados en este barrio. Vox quedó en 5ª posición con el 7,72% de los votos. En 2015, la participación fue más elevada, llegando al 62,4%.

La tentación más inmediata y razonable puede llevarnos a observar la bajada de participación en la barriada más humilde en comparación con la participación persistente del distrito más acomodado de la ciudad. Y sí, descubrir que la falta de participación dañó sobre todo a las fuerzas de izquierda, PSOE y Adelante Andalucía, que eran y siguen siendo las dos primeras fuerzas del distrito más empobrecido de la ciudad. En el distrito de renta más elevada, los partidos de izquierda obtienen los mismos malos resultados que en las elecciones de 2015.

Una valoración de la participación centrada en su inesperada y decisiva caída, respecto a las elecciones de 2015, nos aportaría importantes claves para explicar la debacle de la izquierda en Andalucía pero nos alejaría del problema estructural de la desigualdad política en la participación que no solo afecta a estas últimas elecciones y que no es un problema exclusivo de Andalucía. Ahí es donde creo que hay que concentrar más la mirada.

Los pobres participan menos que los ricos. Da igual el año que mires. Es lo mismo el tipo de elección. La abstención extrema siempre se concentra en los suburbios de las ciudades. Es una realidad sabida, demostrada y que comparten la mayoría de las democracias occidentales. Para acercarnos a su versión más cruda no hay que recurrir al clásico ejemplo de los guetos norteamericanos como paradigma de la desigualdad. En España existen barrios donde el 75% de sus habitantes no vota. Y existen zonas de las ciudades, casualmente caracterizadas por un poder adquisitivo por encima de la media, donde el 75% no se pierde nunca la fiesta de la democracia. En la siguiente tabla se pueden ver con datos extraídos de la encuesta FOESSA 2018 cómo tan sólo poco más de la mitad de los ciudadanos que viven en condiciones precarias reconocen que suelen votar en todos los procesos electorales.

¿Por qué es importante que no existan desigualdades en la participación electoral? Lo explica muy bien con datos un estudio realizado en 14 países que demuestra que allí donde participan más los pobres tiene como efecto un incremento de la redistribución. Por el contrario, el incremento de participación en el grupo de personas más ricas aumenta la probabilidad de que disminuyan las políticas redistributivas. Es algo que esperaban los defensores de la existencia de una relación entre el voto y el mandato que reciben los representantes. Los representantes pueden dar la espalda a las preferencias de los más necesitados porque nunca entran en el sistema, ni tampoco están esperando a la salida del ciclo electoral para castigar o premiar a los que nunca dieron su voto. Ni mandan instrucciones, ni controlan, desapareciendo los incentivos para que los partidos políticos recojan sus intereses en sus programas y sus políticas.

Lo peor es que no solo no se han tomado medidas para disminuir la brecha que separa la participación de los que más tienen de la de los más frágiles, sino que sigue aumentando. Durante los últimos años ha cobrado forma lo que se ha venido a denominar precariado político, umbilicalmente relacionado con el crecimiento de la desigualdad. Los nuevos trabajadores empobrecidos están haciendo crecer los tradicionales y estructurales agujeros de la democracia y ya no se trata solo de la preocupante abstención extrema concentrada en determinados guetos o suburbios sino que el problema afecta a los tramos intermedios que se han empobrecido. Lo que existe en la mayoría de las ciudades es una desigualdad electoral interurbana que correlaciona de forma intensa con la renta. En Sevilla, Málaga o Córdoba la correlación está cercana o supera el 90%.

Una parte de los nuevos perdedores de la crisis mostraría interés por la oferta de los nuevos partidos anti-establishment que han surgido en toda Europa. Pero otra parte se está sumando a los que ya habían caído en la exclusión antes de la crisis acrecentando los espacios abstencionistas y esto está teniendo menos atención tanto entre los académicos como en el debate público. El crecimiento de los partidos antisistema oculta cómo el nuevo precariado político se sale voluntariamente del cuerpo electoral otorgando con ello más peso e influencia a los grupos de más renta cuya participación política no ha menguado tras la crisis económica. Esto hace que la brecha entre ricos y pobres se ensanche no solo en el plano social y económico sino en el político. Y precisamente de estos grupos, por lo que puede verse en los primeros análisis con datos agregados, proviene el mayor músculo electoral que ha mostrado Vox en las pasadas elecciones andaluzas. Todo parece indicar que los principales responsables de haber traído a Vox a las instituciones son los de arriba, más allá del enésimo debate que se necesita abrir en la izquierda para intentar atraer a las urnas a los de abajo y equilibrar el partido antes de que empiece.

_________

Fuente: CTXT