Jueces en el zoco PDF Imprimir E-mail
Opinión / Actualidad - Política
Escrito por Juan Carlos Monedero   
Martes, 13 de Noviembre de 2018 06:12

El acuerdo entre el PSOE y el PP ha puesto en la presidencia del Supremo a Manuel Marchena, el juez que encarceló a Strawberri por un tuit, que vio juego limpio en la palizas del 1-O, que se cebó contra Garzón cuando fue destituido, que defendió el desconocimiento de Rita Barberá a la ley de memoria. Un juez cercano a Acebes, Aznar,  Soria, en definitiva, una ficha judicial que se ha comportado como uno de los mejores amigos del PP en la judicatura. A cambio, dicen,  la mayoría del CGPJ será progresista. Y que los presos políticos catalanes pueden tener una oportunidad al cambiar de titular. Pero el precio es alto. He visto comprar alfombras en Tanger de manera más elegante.

Nuestras democracias se llaman liberales porque se basan en  principios que ganó el liberalismo a las monarquías absolutas durante el siglo XIX. Ahí están los derechos civiles, que son esenciales y los vivimos todos los días: la inviolabilidad de la correspondencia y las comunicaciones, la libertad de expresión, de reunión y, el primero, la propiedad privada. Que para la burguesía, los dineros eran esenciales y los monarcas eran muy derrochones. El segundo, la división de poderes, esto es, que si correspondía al rey el poder ejecutivo, el poder judicial tenía que estar formado por personas diferentes al monarca para que pudieran hacer justitica. Al poder legislativo le correspondía controlar los actos del gobierno. El tercero, que no se pagaban impuestos si no se otorgaba representación. Dicho de otra manera, la burguesía, como clase en ascenso, quería su espacio de poder.

El liberalismo decía, desde la revolución francesa de 1789, que el Parlamento representaba a la nación. Las mujeres no votaban, ni los pobres, ni los jóvenes. Pero el Parlamento representaba a la nación. Cosas del liberalismo. Para que el pueblo no molestara a los representantes se abolió otro principio democrático: el revocatorio de los mandatos. Es decir, que los ciudadanos de una ciudad no pueden revocar a un diputado o a un senador porque ese cargo representa a la nación. ¿Suena como a truco verdad? Pues es lo que dice el artículo 67.2 de la Constitución, que está prohibido el mandato imperativo. Si no te gusta, no votes a ese diputado la próxima vez. La democracia liberal ¿es democracia? Porque en nuestras democracias liberales, quien organiza todo en verdad son los partidos políticos, un invento que se despliega en el siglo XX y que no tiene nada que ver con la democracia liberal. Porque el pueblo ya no manda, pero los partidos sí. Tú no decides casi nada sobre un representante. Pero el partido decide quién va o quién no va en las listas. ¿Suena como truco verdad?

Los jueces tienen en España un órgano de gobierno, el CGPJ. ¿Quién lo elige? Se dice que el Parlamento. Pero es mentira. Lo eligen los partidos políticos. Y entonces se reparten los cromos como los niños en el colegio o como se reparten los mafiosos los mercados en sus fincas en la costa. Este para ti, este para mí. Y no se reparten poca cosa, porque el CGPJ es el que decide quién va al Tribunal Supremo, quién está en el Tribunal Constitucional, informa sobre el Fiscal General o incluye en quién va a las secciones judiciales. Pero si los jueces están en su puesto gracias a los partido ¿van a juzgar con la ley en la mano o con el mandato de quien les ha puesto ahí? ¿Suena como truco verdad? Lo llaman democracia y no lo es…

Depende del CGPJ, por ejemplo, quiénes son los jueces que concluyen que Casado puede robar un máster y que tiene bula. No es extraño que pongan tanto empeño. Si los diputados y senadores no estuvieran aforados y no los juzgara el Tribunal Supremo, otro gallo cantaría. Si los jueces son de los partidos ¿van a juzgar con la ley en la mano o con el mandato de quienes les han puesto ahí? ¿Suena como truco verdad? Debe tener cuidado Podemos. Es verdad que si no juegas, el PSOE y el PP se quedan con todo el bocadillo y te quedas teniendo toda la razón, pero fuera. No es lo mismo un CGPJ progresista que otro del PP. Pero Podemos se equivocará si olvida que las formas de ese bocadillo lo hacen rancio, lleno de moho y produce ardor de estómago.

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Fuente: Comiendo tierra