Monigotes Imprimir
Opinión / Actualidad - Política
Escrito por José Juan Hdez /UCR   
Sábado, 02 de Diciembre de 2017 05:45

Colgando boca abajo de un puente que cruza una autopista catalana aparecieron, al modo de las venganzas que realizan algunos cárteles de la droga en México, una serie de monigotes con los logos de los partidos unionistas (PPSOEC,s).

No tardó en clamar la armada mediática española contra esta inadmisible barbarie de los independentistas amedrentadores del pobre y “acollonit” unionismo. Un unionismo que cada vez que ha salido a manifestarse lo ha hecho de la manita de un fascismo que casi siempre, cuando acaba la convocatoria oficial, se dedica a repartir hostias, probablemente siguiendo la doctrina del malvado Cañizares (lo llamo malvado porque creo que le ofendería más que le llamara ignorante; además se que es imposible que desconozca que en múltiples luchas por la independencia nacional, Irlanda, por ejemplo, el catolicismo ha sido fuerza mayoritaria e incluso rectora) que les allana el camino moral cuando, desde su eminencia eclesial dictaminó lo siguiente: “no se puede ser independentista y buen católico”. Si no eres santo, eres diablo. Y contra la bestia, esa que en palabras del maestro Silvio “ruge y canta a ciegas”, es lícita la espada flamígera. La filosofía de base es la misma, o peor, que aquella que destinó concienzudos debates a establecer si mujeres, negros, o indios tenían esos volátiles 21 gramos que algunos llaman alma.

El unionismo en Cataluña está tan indefenso que ha logrado que dos líderes sociales y más de medio Govern independentista estén en prisión, mientras el resto, President incluido, está en el exilio. De propina, el indefenso mozuelo ha conseguido que imputen a 700 alcaldes, independentistas por supuesto, y que el color amarillo, en un baile agarrado entre la infamia y el ridículo, esté prohibido en las fuentes y edificios públicos de Barcelona. Anemia pura la de esta muchachada horrorizada por los monigotes que, para regocijo de su ideología ultraderechista, ha logrado que  se prohíba que en la fachada de la Conselleria de Economía figuren dos pancartas con dos palabras, según parece, inadmisibles para el estado español: “libertad” y “democracia”.

El gran problema es que aquí, mientras los grandes medios montan su numerito por unos monigotes mal hechos y que seguramente son de falsa bandera, la Fundación Francisco Franco, que mantiene excelentes relaciones con la Fundación Adolf Hitler (sujeto convenientemente monigoteado por el Ejército Rojo) y con la Fundación Benito Mussolini (éste si fue ajusticiado y colgado por los partisanos), celebra una cena para recordar con devoción a su líder, el mayor terrorista español del S. XX, y cagarse en los más de 100.000 antifascistas que siguen en cunetas y fosas comunes.

Mientras, escalando la vileza, un tipo llamado M. Rajoy en algún papelito comprometedor, monigote de la oligarquía (también de la catalana, que con tantos parabienes lo recibió en un acto reciente) declaró que no sabía porqué le habían quitado a la calle en la que pasó su tierna infancia (no, no es retórica, la infancia casi siempre la recordamos con una matizada ternura) el nombre de Salvador Moreno, un militar fascista que participó en el golpe de estado el 36, fue ministro un par de veces con Franco y durante la guerra tuvo el repugnante honor de dirigir el acto más sangriento de la guerra, “la desbandá”,  un bombardeo inmisericorde que se realizó desde el mar en febrero de 1937 sobre miles de personas que huían por la carretera costera que une Málaga y Almería.

El problema es que en este país ninguno de los monigotes que sirvieron a la dictadura fascista de Franco ha pasado, al contrario que los miembros del Govern, ni cinco minutos en la cárcel. Como digo más arriba, quizás mientras tecleo esto, ocho y media de la noche del 1 de diciembre, están de francachela conmemorando a su jefe.

Nos queda el consuelo de que a veces el monigote fascista, aunque sea a miles de kilómetros de distancia, en Argentina, recibe su merecido en forma de 29 condenas a cadena perpetua por los crímenes cometidos mediante los llamados “vuelos de la muerte” que arrojaban secuestrados al mar. Acabo con un dato que debería sonrojar a quién hable de la Modélica Transición Española: en Argentina, hasta el mes de octubre de este año, habían sido condenadas 818 personas (754 más están siendo enjuiciadas) por crímenes cometidos durante la dictadura militar que gobernó el país de 1976 a 1983. Aquí duró 40 años, casi seis veces más, y ni siquiera hemos sido capaces de desenterrar los huesos secuestrados de los antifascistas. Esas personas dignas, que no monigotes, a los que M. Rajoy y su partido, con total impunidad, ningunean.

 

Artículo también publicado en la página personal del autor: El Blog de José Juan Hdez