Los presos de Mariano (y Pedro) Imprimir
Opinión / Actualidad - Política
Escrito por José Juan Hdez /UCR   
Sábado, 21 de Octubre de 2017 05:04

Lo he dicho en alguna ocasión y lo reitero, desde mi punto de vista hay un tipo de nacionalismo que es oprobioso: el imperialista. Ese nacionalismo que, pongamos que hablo del gran país que habita Joaquín Sabina (pobres quiénes moran pequeños países humildes que, siguiendo el poema de León Felipe nunca tuvieron una casa solariega), celebra como fiesta nacional una invasión sangrienta de otros pueblos disfrazada de descubrimiento.

Este tipo de nacionalismo, que es el español, lleno de una ofensividad que genera cantos tan hermosos como el “a por ellos”, incomparable loa a la fraternidad, ha tratado al presidente Nicolás Maduro y anteriormente a Hugo Chávez, con todo tipo de lindezas despectivas. “Conductor de autobuses” (guagüero decimos en Canarias), se ha espetado al primero desde una visión aristocrática, con la intención de menospreciarlo en base a lo que consideran una insuficiente preparación académica que lo invalidaría para el cargo. “Gorila rojo” era el calificativo usado contra Chávez para intentar rebajar a la categoría de vulgar militarote a quién ya es un revolucionario fundamental en la historia de América Latina. Un revolucionario bajo cuyo nombre la izquierda venezolana sigue ganando elecciones: la última el domingo 15 de octubre obteniendo la victoria en 18 de las 23 gobernaciones en disputa.

Las esferas del poder en el estado español siempre hablan del régimen de Maduro y de los presos políticos de Maduro (antes lo eran de Chávez). Ante ese machaqueo muchos españoles están convencidos de que en Venezuela no hay jueces o, si los hay, son simples marionetas.

Esos mismos entes, en cambio, alardean de una independencia judicial, la española, cada día más en entredicho. El 12 de octubre el periodista Arsenio Escolar escribió en twitter, tras el besamanos ante el nieto político de Franco, que en los corrillos se especulaba conque el lunes 16 irían a la cárcel al menos dos de las cuatro personas llamadas a declarar a la Audiencia Nacional por un hipotético delito de sedición. Lo clavó. Cuixart y Sánchez llevan ya varios días en la cárcel. Hay nuevos presos políticos en el estado español. Sí, presos políticos, señores del PSOE y demás gente de alma cándida o cínica. Es reduccionista considerar preso político a aquel que solo lo es por lo que piensa o expresa. Están en la cárcel por su acción, guste o no bastante exitosa, conducente al logro de sus objetivos políticos, no personales.

Digo que hay nuevos presos políticos porque recuerdo a Aisha Hernández Rodríguez, en Canarias, a Alfon, en Madrid o a los tres jóvenes de Altsasu, ya casi un año en prisión provisional por ver convertido en delito de terrorismo una riña de bar con guardias civiles. Ahora entran al trullo los llamados Jordis, máximos representantes de algo que ha caracterizado, e incluso singularizado, al movimiento independentista catalán: su absoluto compromiso con la no violencia. Del 1 de octubre al día en que escribo, apenas 20 días, ha generado más violencia el unionismo trufado de grupos fascistas que seis años de movilizaciones independentistas.

Sabemos que ningún juez deja su ideología en casa cuando se pone la toga. No pocas decisiones, incluso de gran relevancia, se toman con votos particulares que expresan una posición contraria al fallo. Y se supone que todos los jueces están aplicando los mismos códigos. Si todo fuera mera técnica judicial, una simple tarea de cuadrar el articulado legal, las sentencias se redactarían solas tras, con el programa adecuado, introducir en un ordenador los datos pertinentes. Si los grandes medios de comunicación españoles fueran coherentes, esos que defienden a Leopoldo López como paradigma del preso político (yo no le niego esa condición) estando condenado por incitación a una violencia que causo 43 muertos en 2013, tendrían que asumir que las dos personas que han liderado un movimiento pacífico en Cataluña también lo son.

Lo peor del asunto, y aquí quizás me aparto un poco de la intención original del texto, es que la posible independencia de Cataluña “brilla, fija y da esplendor” (siguiendo el lema de la unionista Academia de la Lengua) en amplios sectores de la sociedad española su huero concepto de patria. Me impresionó un whatsapp en el que se habla, con el colofón de una ristra de banderitas monárquicas, de que, secuestrado Puigdemont bajo amenaza de ser quemado vivo, los patriotas hispanos educados en el ¡vivan las caenas! aportan, gustosamente, combustible, madera y mecheros suficientes para quemar al govern completo.

No, no todas las banderas son iguales, ni todos los delitos de odio tampoco lo son. Al menos para la injusticia española.

 

Artículo también publicado en la página personal del autor: El blog de José Juan Hdez