España, Gran Nación con pequeñas naciones, el sueño de una noche de verano PDF Imprimir E-mail
Opinión / Actualidad - Política
Escrito por Javier Fisac Seco /UCR   
Lunes, 28 de Agosto de 2017 00:00

No es un título de Shakespeare, sino una ocurrencia delirante del socialdemócrata Pedro Sánchez, quien para construir España, nos propone que primero hay que destruirla. El concepto de nación no es un concepto académico, sólo puede ser un concepto o revolucionario o creado por comunidades sociopolíticas. De estos sujetos y sólo de ellos depende la idea y el contenido que se dé a la nación de cada comunidad sociopolítica.

Empezamos erróneamente tratando de interpretar los nacionalismos desde concepciones académicas. No es en las universidades donde se decide qué es una nación, ni son los profesores quienes elaboran ese concepto. Los teóricos del pensamiento político, porque ni son revolucionarios profesionales, ni dirigen a ninguna comunidad sociopolítica, lo único que hacen es documentar a los demás de cómo evoluciona la teoría del pensamiento político, las que hacen y configuran las sociedades o sus clases dominantes, que pueden ser el clero, los militares, los revolucionarios, los populistas…

Por lo que la característica universal a toda nación tiene un contenido ideológico que varía según que sea un dios o clero en torno al cual se organiza la comunidad política, teocracias, los militares, como la Dictadura franquista, las dictaduras populistas de corte sudamericano, mitad católicas, cuarto y mitad militares y otro cuarto de izquierdas, total todo para el pueblo pero sin el pueblo, las dictaduras totalitarias nazi, fascista, comunista, las dictaduras clerical-militares como la de Franco, Salazar, Pinochet, Marcos, Perón…todos los Estados que se configuran en torno a estas formas de dominación se consideran, hoy, naciones.

Y sin embargo, hasta las revoluciones norteamericana y francesa los Estados no se consideraban nación, “naciones o nacionales” en Europa se consideraba a aquellos grupos de comerciantes que se encontraban en una ciudad extranjera, según su procedencia. En estos casos el nacional está asociado a un espacio geográfico-político: Castilla, Aragón, Flandes…

El término nación lo crean las revoluciones ilustradas y burguesas en Norteamerica y en Francia, vinculado a los conceptos de soberanía y voluntad general, desde Plessis-Mornay hasta Rousseau, pasando por Maquiavelo, Lutero, Althusio, Bodino, Hobbes, Spinoza, Winstanley, Linburne, Locke, tiempo durante el cual se fueron creando dos conceptos nuevos: razón de Estado y derecho de resistencia a la opresión, antagónicos, según desde la perspectiva que se mire, porque el mismo colectivo socio-político puede utilizar los dos, según que ataque al poder o que lo defienda, con los que se estaba construyendo un lenguaje apropiado para la soberanía popular contra el Poder monárquico o clerical. Y a partir de ahí, todo Estado monárquico en el que tiene lugar una revolución liberal pasa a llamarse nación. España sólo fue considerada nación a partir de la Constitución de 1812.

Ese término no significa otra cosa que comunidad política soberana, libre y con derechos individuales. Y tradicionalmente, toda comunidad política identificada con un espacio geográfico, se proclama libre, soberana, con derechos es una nación. Pero esta nación nace en un espacio geopolítico al que pertenecen los nacionales, ciudadanos libres, y que les protege de las amenazas de los Estados que, por carecer de esos derechos, son sus enemigos. Este término, sin embargo, no existe en la comunidad anglosajona. La nación está indisolublemente identificada con el concepto de soberanía y son soberanos los ciudadanos porque son libres, pero, también, porque se identifican como comunidad política con un espacio geopolítico dentro del cual viven y ejercen todos sus derechos.

Una nación no puede integrar en su concepto nacional a esas naciones contra la voluntad de esas naciones porque es de la voluntad de sus ciudadanos de donde mana el concepto de integración y pertenencia a una nación. Cuando una nación trata de imponerse sobre otras se llama imperialismo o totalitarismo. Antiguamente eran monarquías absolutas. Las naciones pueden federarse con otras naciones, como la Unión Europea, pero Europa no es Una nación, es una comunidad multinacional por interés del capitalismo que es quien se beneficia de esa asociación para mejor expansión de sus intereses. Llamar a Europa Nación de naciones, es, simplemente ridículo. A no ser que cambiemos el contenido del término nación. Porque la nación no divisible en naciones menores. Eso seguiría siendo imperialismo. En el que la nación grande seguiría dominando a las naciones integradas. La nación sólo puede estar constituida por una comunidad política de ciudadanos libres que aceptan, vivan donde vivan, pertenecer a esa comunidad y al mismo espacio geopolítico en el que viven. La soberanía nacional es indivisible en fragmentos nacionales.

Sólo existe una fórmula revolucionaria para superar el espacio geopolítico de una nación rompiendo las barreras geopolíticas y transformando a los ciudadanos nacionales en internacionales: el internacionalismo de origen anarquista y marxista pero también ilustrado. Era una utópica aspiración del sentimiento común de los ilustrados. Mientras tanto, el concepto de nación más revolucionario sigue siendo aquel en el que una comunidad política, integrada en un espacio geopolítico, en posesión de voluntad política propia, porque son políticamente libres, decide ser nación.

De manera que, cuando una comunidad política integrada en una nación con la que no se identifica, por ejemplo, la comunidad catalana con respecto a España, quiere afirmarse como nación en su propio espacio geopolítico, no tiene más salida para conseguirlo que la: secesión. Separase del espacio geopolítico español. Toda nación se ha separado de otro Estado o nación. Toda nación se constituye a partir de una decisión secesionista. Es producto de la secesión.

La propuesta del socialdemócrata Pedro Sánchez, se podría calificar en términos populares, de estupidez, porque no nace de un pensamiento político revolucionario porque la socialdemocracia no es revolucionaria, ni de un pensamiento político elaborado, debatido y asumido por la clase política, al menos del centro a la izquierda radical. Es una ocurrencia. Un día se levanta y lanza a los cuatro vientos un sueño sin elaborar “España es una Nación de naciones”. Y, como el rey que iba desnudo y sólo un niño lo advirtió, nadie se rio de Pedro Sánchez. Cómo estamos para que una ocurrencia se convierta en una alternativa política sin contenido e imposible de poner en práctica porque los nacionalistas lo que quieren es la independencia geopolítica, inviable con esa Gran Nación de Sánchez.

La pretensión, orientada por su desesperación personal por conservar su autoridad en el PSOE, del señor Sánchez de ser más secesionista que los nacionalistas y más de izquierdas que los de Podemos le ha llevado, sencillamente, al ridículo. Y lo más divertido, ha dado pie a que muchas personas de los ámbitos políticos y académicos le rían la gracia en lugar de poner en evidencia que su propuesta carece de contenido porque Sánchez no sabe cómo dárselo, todavía no sabe cómo construir esa Gran Nación con pequeñas naciones.

Los más patético de esta ocurrencia, llevada a la práctica, es que para construir esa Gran Nación el señor Sánchez, tiene que transformar lo que son Comunidades Autónomas en naciones pequeñas. O sea, tiene que destruir España, desintegrarla en pequeñas naciones, tanto si quieren como si no. Si los andaluces, asturianos, extremeños, manchegos… no quieren ser una nación tendrán que serlo para que el señor Sánchez pueda hacer realidad sus sueños.

Pero, nos hemos vuelto locos, no me lo pregunto, lo afirmo. Nos está proponiendo la balcanización del espacio geopolítico español. Los actuales países balcánicos, pequeñas naciones económicamente inviables, gobernadas por ejércitos mafiosos de sátrapas que imponen su voluntad a los nacionales de países con dos millones o menos de habitantes. Estamos locos, guiados por necios. Para construir España, hay que destruirla. Patético.

Javier Fisac Seco