Terrorismos (sin ánimo de incordiar) Imprimir
Opinión / Actualidad - Política
Escrito por José Juan Hdez / UCR   
Domingo, 20 de Agosto de 2017 04:39

"Terrorismo.

1. m. Dominación por el terror.

2. m. Sucesión de actos de violencia ejecutados para infundir terror.

3. m. Actuación criminal de bandas organizadas, que, reiteradamente y por lo común de modo indiscriminado, pretende crear alarma social con fines políticos."

Como el texto va a girar acerca del terrorismo he querido poner, a modo de referencia o marco (del cuál quizás yo tienda a escaparme), la triple definición con que la RAE se aproxima a tan polémico concepto.

Considero que los dos actos terroristas (me refiero a acciones concretas, hora y lugar) más crueles de la historia de la humanidad, por su mortandad masiva en el momento de producirse y por sus consecuencias durante decenios, tuvieron lugar en 1945.

Por supuesto, me refiero a las bombas atómicas lanzadas los días 6 y 9 de agosto sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki. Sí, ya lo sé. Alguien estará pensando que esa fue, nos parezca más o menos reprobable, una acción en el marco de la 2ª Guerra Mundial. Como si el terror en un contexto bélico fuera más tolerable, más asumible al situar cada persona su mente, aunque sea por mero instinto de supervivencia, en “modo” guerra. Yo creo que es justamente al revés. Seguro que se sufre muchísimo más terror cercado por la guerra, cuando las sirenas anuncian la escuadrilla que va a repartir su siniestra lotería, que viviendo en paz, aunque puedas estar expuesto, es inevitable, en algún momento a una acción esporádica de gran violencia que puede surgir incluso en el contexto del ocio o la fiesta. Así, el sufrimiento cotidianizado que implica la guerra, ese terror diario, nos parece aceptable dentro de nuestros parámetros mentales, mientras varios individuos repartiendo cuchilladas a seres indefensos no nos cuadran y nos parecen una abominación mayor que una bomba borrando en unos segundos cien mil personas de la faz de la tierra. Casi nadie se refiere a las dos únicas bombas atómicas detonadas sobre población civil como una acción diáfana y espeluznante de lo que fue: terrorismo de estado y en estado puro. Cuando el ejército israelí ha cerrado por completo y bombardeado Gaza durante un mes asesinando cerca de mil quinientas personas, entre ellas centenares de niños, ningún gran medio ha hablado de una acción terrorista de Israel, eso concepto solo lo ha usado la izquierda transformadora. Y no es casual, el lenguaje es importantísimo pues legitima, condena o disfraza. Los EEUU aún defienden la legitimidad de su mayor acto terrorista apelando cínicamente a la bondad de finiquitar la guerra en un plis plas y a un inaceptable trapicheo de vidas: la invasión de Japón habría costado un millón de muertos, muchos de ellos estadounidenses, dice el milico yanqui de turno en algún canal temático que a veces, entreverándose con la lectura, acoge mis tardes. El asunto es que, paradójicamente, podían haber aterrorizado sin causar víctimas mortales, lanzando las bombas en algún paraje deshabitado a modo de advertencia.

En el ámbito español, hace ya bastante tiempo que para referirme a Franco, como deber ético, hablo del jefe de la banda terrorista más sanguinaria que ha padecido el estado español: los sublevados el 18 de julio. Un jefe terrorista que se lució especialmente en agosto (vaya con agosto, y eso que suena a cervecita y holganza) del 36 matando en un día a 4000 personas en Badajoz. Si ustedes revisan las definiciones de la RAE verán, al menos a mí me lo parece, que le son aplicables las tres, con el colofón añadido de más de cien mil muertos en cunetas.

Alguien me dirá que esos parámetros son aplicables a diversos gobiernos del mundo. Ese es el quid de la cuestión, creo que acierta quién así piensa, los estados en muchos casos pueden ser la más siniestra máquina de terror, al menos en sus ámbitos de acción. Por eso el terrorismo más devastador que lacera el planeta es el que proviene de la acción imperialista de EEUU, pues su radio de actuación, por motivos de dominio económico, por fuerza militar y por una cierta autopercepción de pueblo elegido, no conoce fronteras. Así, por ejemplo, ahora mismo tiene bajo amenaza explícita de intervención militar a dos países: Venezuela y Corea del Norte. Acción imperialista que casi siempre, al menos en sus primeras fases, toma la forma más artera de guerra que, en mi opinión, es el bombardeo indiscriminado de núcleos donde habita población civil. En una deshumanización brutal se puede ejecutar a grupos humanos con drones desde un luminoso despacho con plantitas y portarretratos de familia sonriente.

Planteo que el imperialismo es la raíz venenosa que pudre de injusticia el planeta. El terror del coche bomba, del suicida o del que deja caer, desde miles de pies de altura, su mortífera carga como si de un vídeo juego se tratara, solo entrará en vías de solución cuando, y vamos en el sentido contrario pues el saqueo se profundiza, el planeta sea un clamor antiimperialista. Fíjense: Libia, Somalia, Siria, Iraq, Afganistán, Pakistán, Yemen. En todos estos países musulmanes, con el disfraz de coaliciones que sin EEUU no serían nada, han intervenido estados que alardean de sus raíces cristianas. Cuidado, bajo ningún concepto estoy diciendo que vivimos un conflicto religioso (esa es la sangrienta maniobra de distracción), pero si tengo claro que los jóvenes que apuñalan o arrollan multitudes, creyendo que sí, que su acción brutal la determina un Alá que ellos mismos tachan de misericordioso, generando un daño inmenso e irrecuperable para tantas familias, no son una simple encarnación del mal absoluto, “debidamente” fanatizados (y desconociendo que manos concretas manejan los hilos), son instrumentos objetivos del imperialismo para crear un terror entre la gente del pueblo que obre como sepultura del pensamiento y vivero del fascismo.

 

Artículo también publicado en la página personal del autor: El Blog de José Juan Hdez