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Opinión / Actualidad - Política
Escrito por Gregorio Morán   
Martes, 20 de Junio de 2017 04:37

La jugada de Podemos no tiene nada de magistral, han aprovechado una coyuntura que les habían puesto a huevo para romper los equilibrios en los que ellos tenían muy poco que hacer y menos aún futuro para armarlo

El debate parlamentario cuestionando la política del PP, proponiendo una moción de censura, ha tenido una trascendencia muy superior a la que en principio cabía esperar. Por primera vez Mariano Rajoy se ha visto obligado a subir a la tribuna como cómplice. Una novedad, tratándose de una persona que ha rehuido cualquier cara a cara, o lo ha evitado en las ocasiones más trascendentales.

Podríamos decir, sin exagerar, que el rey del cotarro está desnudo y ha exhibido su desnudez echándole redaños, allí donde jamás, que yo recuerde, se había atrevido a hacerlo. Los chicos de Podemos le echaron un pulso que por más que sabían de antemano que iban a perder, tuvieron la osadía de obligarle a lo que más detesta: exhibir su inanidad y la del equipo corrupto que gobierna.

En principio había el componente de la humillación. La que consiente que una minoría te ponga en el aprieto de explicarte. Lo de menos es que el nivel de las justificaciones fueran una cadena de tópicos. No se esperaba más, bastaba con eso. Pero que una minoría despreciada hasta el hartazgo por medios de comunicación y columnistas de postín, lograra descolocar a un presidente de Gobierno que se niega de manera contumaz a considerarse en minoría, eso tiene un valor político de primer orden.

Se ha roto el esquema que habían parido hace muchos años y una fuerza nueva puede demostrar que un cambio es posible. No digo que lo puedan realizar, tan solo afirmo que han demostrado que es posible. Y ese hacerlo posible significa que la política española nacida de la Transición ha sufrido un tsunami que amenaza con transformar los juegos a los que nos tenían acostumbrados. No es para tocar campanas pero al menos abre una perspectiva que obliga a moverse a todo el cuerpo parlamentario. Ya nada será igual.

En primer lugar, el haberle retirado el papel protagonista, de socio permanente y viga protectora de la estabilidad política al PSOE; hecho sin precedentes hasta ahora. Luego haber colocado en su lugar a los llamados a ser socios vitalicios, léase Ciudadanos, que en lenguaje vulgar “no se han comido un rosco”, lo que podía traducirse en análisis clásico, “que no estaban preparados para una apuesta de tal envergadura”, o quizá, lo que sería aún peor: ni lo habían previsto.

La jugada de Podemos no tiene nada de magistral, ni de gran operación de cerebros políticos. Sencillamente han aprovechado una coyuntura que les habían puesto a huevo para romper los equilibrios en los que ellos tenían muy poco que hacer y menos aún futuro para armarlo. Astucia política y sentido de la oportunidad. ¿Qué más se le puede pedir a un político?

Porque eso, el talento para convertirse de la noche a la mañana en protagonista, cuando tienes a todo el mundo en contra, es decir, medios de comunicación, adversarios, analistas de alquiler, exige valor, y lo que está ausente de la política española desde que se murió el Caudillo es la audacia. Por eso liquidaron incluso a Adolfo Suárez, que era todo lo contrario de un temerario, pero que les resultaba excesivo a esas castas que dominan la economía y las instituciones desde hace décadas.

Ser consciente de que tu reto no conseguirá su objetivo último, algo impensable hoy por hoy, retirar a Mariano Rajoy de la Presidencia, pero animarte a ser el primero que le ponga en el aprieto de explicarse y de introducir la zozobra, ¡como así fue! En sus propias filas, recordándoles que la impunidad no es eterna, constituye una de las jugadas políticas que sin ser magistrales, porque el terreno estaba abonado, sí al menos demuestra que alguien es capaz de pensar más allá de cómo alimentar al funcionariado de los partidos que decaen con hojas de otoño. Ahora que apenas estamos en el tórrido verano.

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Fuente: Bez