El poder tiene un nombre: Ibex35 Imprimir
Opinión / Actualidad - Política
Escrito por Rubén Juste de Ancos   
Miércoles, 08 de Marzo de 2017 00:00

Epílogo del libro “Ibex35, una historia herética del poder en España” de Rubén Juste de Ancos

La crisis económica que comenzó en 2008, volvió a traer fan¬tasmas del pasado. En 2011 el paro y los recortes azotaron España con toda su crudeza, pero también trajeron bajo el brazo la imagen de una minoría organizada que salía incólume de la crisis. Ese mismo año el movimiento nacido en el epicentro del poder polí¬tico, a 900 metros de la plaza Cánovas del Castillo, fue el primero en señalar hacia arriba.

 

Ese 15 de marzo de 2011 miles de personas señalaron con fuerza hacia el poder y dijeron «no nos represen¬tan». Aquello condensaba la imagen entonces hegemónica sobre la unidad de intereses de los principales partidos: distintos parti¬dos, mismas políticas. Unos años después, un partido formado en enero de 2014, Podemos, fue el siguiente en politizar aquella intui¬ción totalmente extendida, y la nombró «casta». Pero no la inven¬tó, era un hecho de cuya existencia todos eran conscientes.

Casualmente el nombre IBEX en inglés es el nombre de una especie de cabra salvaje que habita en parajes de Eurasia y África. Con largos cuernos curvados, su imagen recuerda a un símbolo que siempre ha sido asociado a rituales de minorías que conspi¬raban contra una mayoría: desde ritos cristianos, al holocausto de los judíos, o a los aquelarres de brujas; o incluso algunos de los rituales de la masonería y grupos secretos. De estas acepciones una queda magníficamente retratada en El aquelarre o El Gran Cabrón (1823), una de las Pinturas Negras de Francisco de Goya, donde se puede ver a un macho cabrío erguido rodeado de brujas y herejes que le rinden pleitesía.

Aunque su sentido se ha banalizado con el heavy y la cultura rock, no se puede olvidar que ha sido un símbolo tradicional¬mente asociado al mal y a la herejía. Muchos habrán oído hablar de la expresión chivo expiatorio y la habrán usado coloquialmen¬te. Esta expresión se puede encontrar en la Biblia, y queda aso¬ciada al ritual del antiguo pueblo de Israel que se celebraba en el Día de la Expiación (que era la festividad más importante del año).

Ese día se purificaba el pecado en un tabernáculo, en un ritual en el que se echaba suerte sobre dos machos cabríos: uno era sacrificado por el Sumo Sacerdote para la expiación de los pecados de los israelitas; y el otro era cargado con todas las cul¬pas de los presentes para enviarlo al desierto. Este último era conocido como chivo expiatorio.

La historia de esta expresión ilustra bien la naturaleza ambiva¬lente de este símbolo y, más allá, las bifurcaciones que puede tener el concepto de minoría: se puede asociar para designar al poder oscuro, el demonio o el pecado; o, en otro, como símbolo de culpa expiada. Un famoso auto de fe, del 7 de noviembre de 1610, por el que condenaban a la hoguera a las famosas «brujas de Zugarramurdi», decía: «El demonio, para propagar esta abominable y maldita secta, se aprovecha de los brujos más antiguos y más ancianos, que con mucho cuidado se ocupan en ser maestros y enseñadores de ella.

Y á los que persuaden que sean brujos no los pueden llevar al aquelarre (que con este nombre llaman á sus ayuntamientos y conventículos, y en el vascuence suena tanto como decir prado del Cabrón; porque el demonio, que tienen por dios y señor en cada uno de los aquelarres muy ordinario se les aparece en ellos en figura de cabrón), sin que primero consientan en que serán brujos, y siendo de edad de discreción prometan que harán el reniego». La Inquisición entonces dio por probada la transferencia entre el macho cabrío y el pecado, mientras las brujas eran acusadas de culpables. Quedaba oculto que era el tribunal el que expiaba la culpa a algunos de los presentes y culpaba a otros de herejía (brujas).

En un mitin junto a la presidenta de Andalucía días antes de las elecciones de diciembre de 2015, Felipe González expiaba a los votantes de su culpa por votar a Podemos: «No saben, los están engañando». Se refería a la naturaleza oscura del partido Podemos y sus vínculos con el partido PSUV de Venezuela, liderado por Nicolás Maduro: «Entonces utilizaron el mismo eslogan y la misma tipografía, a partir de ahí se creó este partido político –decía, aludiendo a las conexiones entre ambos partidos–. Creen en la pseudorrevolución que ha arruinado al país más rico de América Latina».

Semanas después, en enero, tras la irrupción de Podemos en el Parlamento, con 69 diputados, el periodista Jiménez Losan¬tos, cargaba de nuevo: «Podemos no es un partido político, es una banda, un movimiento en el mejor de los sentidos. Es una banda financiada por Venezuela y por Irán desde antes de su constitución», y proseguía diciendo: «Veo a Errejón, a la Bescansa, veo a la Rita Maestre y me sale el monte, no el agro, el monte, si llevo la lupara disparo. Menos mal que no la llevo».

Meses después, y anunciada ya la nueva convocatoria de elec¬ciones para el 26 de junio de 2016, el director general de la Policía, Ignacio Cosidó, alertaba sobre la irrupción de la «izquierda tota¬litaria» que, de llegar al Gobierno, llevaría a «un empobrecimiento máximo de la sociedad y un recorte brutal de las libertades».

Unos días después García-Margallo matizaba: «Podemos no es un pe¬ligro para la democracia, pero sí para España». Villar Mir, a pocos días de celebrarse las elecciones, daba su opinión como empresa¬rio del IBEX: «Lo que pide Podemos con expresiones marxistas-leninistas y de apoyo bolivariano no cabe en España». Explicaba su condición minoritaria, ya que «existirá siempre un pequeño porcentaje de marxistas que no cree en el mercado ni en la pro¬piedad privada, y a veces siquiera en Dios». Finalmente, senten¬ciaba: «Podemos no cabe en un Gobierno, sería un desastre para la economía española».

Múltiples voces se alzaban para definir el carácter pecaminoso del grupo político, apuntando particularmente a sus líderes. El miedo y los pecados eran depositados en este partido: la «casta» se asociaba a Podemos. Algo que queda patente en el discurso de Felipe González, quien en el mitin de diciembre, se defendía de ser incluido dentro de la minoría del IBEX (fue consejero de Gas Na-tural), incluyendo a Podemos en otro grupo de minoría privilegia¬da culpable: «Cuando hablan de incompatibilidades sugiero que la primera incompatibilidad que haya para representar a nuestros ciudadanos sea asesorar a un Gobierno extranjero cobrando».

Las dos voces se acusaban de ser culpables y pecaminosos, pero ninguna era capaz de aterrizar los supuestos que los diferen¬ciaban, y España terminaba debatiéndose entre el recelo hacia Podemos y el recelo hacia una minoría tradicionalmente privile¬giada. Se apuntalaba así el discurso por el cual su condición de «minoría representante» les hacía equivalentes al resto de parti¬dos, incluida la llamada «casta».

Todo apuntaba a que los pecados de aquellos serían depositados en un carnero llamado Podemos, que sería sacrificado. Mientras tanto, el carnero IBEX, expiadas las culpas de la minoría dominante que lo controla, sería liberado. Sus pecados durante años de crisis económica habían sido borra¬dos, y sus huellas también. Huellas que apuntaban a que esa mi¬noría era más que un grupo reducido de personas, eran una mi¬noría dominante.

Y es que, sin querer exculpar a Podemos de sus defectos con este ejemplo (que pueden dar para un libro), hay múltiples datos que señalan el trasfondo dominante y minoritario del IBEX. Y, más allá, que esta condición dominante ha ido acre¬centándose con la crisis económica, frente a un descenso de los recursos de un conjunto amplio de la población. Su culpa, no obstante, se iba disolviendo poco a poco.

En un informe de Intermón Oxfam publicado en enero de 2016, señalaban que «España es el país en el que más ha avanzado la desigualdad durante la crisis». En este informe apuntaban que «la distancia entre ricos y pobres ha crecido y en 2015 el 1 % de la población concentró tanta riqueza como el 80 % de los más des¬favorecidos. La fortuna de solo veinte personas en España alcanza un total de 115.100 millones de euros».

Más adelante, el informe ponía el acento en un grupo privilegiado: «No se ha conseguido remediar que 17 de las 35 empresas del IBEX 35 no paguen el im-puesto de sociedades en España ni que la inversión hacia la Unión Europea cayera un 15 % en 2015 y la inversión en paraísos fiscales creciera un 2000%». El análisis no dejaba esta situación como caso aislado: «Las 62 personas más ricas del planeta tienen tanta riqueza como la mitad de la población de escasos recursos, unos 3.600 millones de personas».

Lo que le faltaba decir al análisis es que, de las 10 mayores fortunas españolas, 8 son propietarias de empresas que cotizan en bolsa, y 5 lo son de empresas del IBEX 35. Y que esas diez personas más ricas prácticamente han doblado su fortuna en los años de la crisis, de 54.008 millones en 2008 a 100.405 millones (dólares), lo que representa actualmente un 10 % del PIB de España.

Lo que en definitiva señalan los datos es que detrás de la crisis económica se encuentra el incremento de poder de dos grupos: grandes empresas y fortunas. Dos caras que no siempre se asocian y que apuntan a un mismo fenómeno: la concentración incesante de la riqueza en pocas manos. En España, esta concentración tie¬ne un nombre por derecho propio: el IBEX 35.

____________
Fuente: Socialismo 21