Tres tristes sonetos. Dedicados a Carmen Chacón, Valeriano Gómez y Gónzalez Sonde PDF Imprimir E-mail
Opinión / Actualidad - Política
Escrito por Arturo del Villar / UCR   
Viernes, 06 de Mayo de 2011 03:58

 

Carmen ChacónValeriano GómezÄngeles González Sinde

1

 

A la generalísima Chacón en nombre

de los niños libios bombardeados

 

MIRA esos niños, bestia sin entrañas,

inhumana feroz infanticida,

mira esos cuerpos hechos una herida

por tus bombas iguales a alimañas. 

 

Cacatúa que cuentas las patrañas

de la OTAN con boca retorcida,

carnicera enemiga de la vida,

te rizas con su sangre las pestañas.

 

¿Tú eres madre, Chacón, gran aviadora?

               Eres para los niños que has matado

la bruja que en sus cuentos los devora.

 

Tu nombre es un esputo ensangrentado:

se llama chaconada desde ahora

dejar a un niño bien bombardeado.

 

2

                                           

A Valeriano Gómez, ministro de Trabajo,

y de los cinco millones de parados

 

UN soneto me inspira Valeriano

con su liante política reptante.   

Al ministro no hay nada que le espante:

dice que el paro es un valor humano.

 

Este cuarteto terco le da el cante

por seguir en la senda del gusano

que le marca su jefe americano,

y así está el reino en crisis galopante.

 

Llegan entristecidos los tercetos

por no tener confianza en el ministro,

pero los datos cantan sin secretos:

 

cinco millones llenan el Registro.

El paro (paradoja) no se para,

y el soneto con rabia lo declara.

 

3

 

La ministra Ángeles González-Sinde

mantiene un canon a la cultura

 

¿CULTURA para el pueblo? ¡Qué dislate!

Fútbol todos los días, que es barato.

De esa forma se está tranquilo el hato

de vasallos borregos. Buen empate.

 

Pensar en este reino es disparate,

comprar un libro un grave desacato,

la mejor escritura un garabato:

pagar el canon sirve de acicate.

 

Paralícese España ante un partido,

que el pueblo soberano grite a coro

frente el televisor embrutecido.

 

La ministra la llama "regla de oro",

para tener al reino entontecido

sin-desilusionarlo y sin-decoro.

 

                                    Arturo del Villar