Suenan campanas PDF Imprimir E-mail
Opinión / Actualidad - Política
Escrito por Germán Ojeda Méndez-Casariego /UCR   
Domingo, 26 de Junio de 2016 00:00

Suenan campanas en esta tierra nuestra. En esta patria vieja, como les gusta decir a los que siempre la consideraron su cortijo privado. En este país hecho de retazos culturales e históricos que llamamos España.
Tradicionalmente, las campanas al viento repicaban anunciando victorias, nacimientos, hechos auspiciosos para la comunidad, renovación de promesas, ilusiones y esperanza.


Hoy suenan campanas virtuales en todas las parroquias (en un sentido laico) de España. Se anuncia un inminente, muy posible, triunfo de la nueva política en las elecciones del próximo domingo. Algo está cambiando en la conciencia política mayoritaria de los españoles. Estamos en la alborada de un tiempo nuevo, en esta primavera frondosa, húmeda y fértil, llena de luz y de vientos frescos, asomada al verano de fiesta que se anuncia.
Suenan campanas porque vencer en votos (y sacar del gobierno) al Partido autodenominado Popular es posible, está al alcance de la mano, en un casi empate técnico. Sólo hace falta convocar a los abstencionistas, involucrarles en el futuro de España que tanto se juega en esta elección, y convencer a los dudosos, a los temerosos, a los asustados por la feroz propaganda oficial. A los acomodaticios, que prefieren la seguridad de quedarse como están antes que arriesgarse a una experiencia nueva, en la que tanto tienen que ganar, ellos y la comunidad entera.
Unidos Podemos, dice la marca que define el tiempo nuevo. Unidos, porque la unión de voluntades es lo que nos da la fuerza. Y podemos, claro que podemos, porque tenemos la fuerza de la juventud y la ilusión popular, el ansia de renovación.
Más que nunca se enfrentan la nueva y la vieja política, en un notorio recambio generacional, con el anunciado trasvase de poder desde las estructuras tradicionales anquilosadas en el Estado hacia nuevas formas, más limpias y menos elitistas, menos comprometidas con intereses espurios y más atentas a las verdaderas necesidades populares.
Es necesario acabar con el cáncer de la corrupción, que carcome al Estado y al partido gobernante en todas sus instancias: Desde ministros (ya dimitidos) hasta diputados comisionistas, desde presidentes de comunidades autónomas encarcelados hasta alcaldes y concejales de múltiples ayuntamientos hoy "investigados", y presidentes de diputación, consejeros autonómicos, senadores tesoreros del partido, tesoreros anteriores, secretarios, militantes oportunistas, y una larguísima retahíla que manifiesta la vergüenza y el oprobio nacional. Un partido que ha actuado (salvando siempre la honesta militancia de muchos, sobre todo en municipios) como una banda dedicada a esquilmar al Estado y a aprovecharse de su puesto y sus vinculaciones para aumentar hasta el delirio su turbia fortuna, por lo general en paraísos fiscales o en desvanes donde los fontaneros "olvidan" millones de euros empaquetados.
Pero aún ese latrocinio es poco comparado con el inmenso daño que han hecho con su actuación gubernamental. Es necesario acabar con políticas de austeridad dictadas desde los centros financieros capitalistas que sólo han traído desigualdad, recortes de servicios públicos, pobreza, bajada brutal de salarios (sobre todo en forma de despidos y nuevas contrataciones), recuperación del empleo basura (temporales, por pocos días e incluso horas, de media jornada a veces mentirosa, esquivando mediante subcontrataciones sucesivas cualquier protección sindical), rescate financiero multimillonario a entidades bancarias mientras esos mismos bancos expulsaban de sus casas a miles de desesperados, o estafaban a pequeños inversores con la letra pequeña de contratos ilegibles y tramposos.
Es necesario acabar con las llamadas "reformas laborales", tanto la del PP como la anterior del PSOE (de la que hoy reniegan), que con el argumento de "estimular la contratación indefinida" sólo servían para restar derechos a los trabajadores, minimizando la intervención sindical y facilitando la precariedad.
Es necesario acabar con la sangría de talentos, de que nuestros hijos se vayan al extranjero a buscar un trabajo que aquí es imposible. Es necesario abrir espacios de participación, revitalizar la economía mediante el consumo popular, apoyar a la pequeña empresa hoy ahogada por la concentración económica, fomentar el movimiento cooperativo y las empresas recuperadas por sus trabajadores, tomando como ejemplo exitosas experiencias en otros países lejanos que salieron de sus crisis.
Es necesario hacer lugar a una nueva forma de hacer política. Dicen los críticos neoliberales que no hay nada nuevo, que traemos ideas que ya fracasaron en el pasado, que ellos por el contrario son lo moderno. Ellos, que repiten esquemas del laissez-faire del siglo XVIII, mantenidos a sangre y fuego a lo largo de la historia, ahora con la potencia mediática y pecuniaria. Y llaman "populista" a toda propuesta que reivindique por encima de los intereses de los poderosos la justicia social, y la atención a los más desfavorecidos.
No será fácil. Las fuerzas de la reacción enquistadas en las estructuras políticas y en los poderes fácticos (la banca, la prensa hegemónica, la Iglesia, los poderes económicos concentrados) están ya asustando, amenazando, apelando a sucias maniobras de descalificación para boicotear el proceso y frenar el cambio. Saben que pueden perder mucho, saben que su jolgorio se acaba. Y se están empleando a fondo. Podemos imaginar, en consecuencia, cómo será su reacción en el caso, muy probable, de que se concrete el acceso al gobierno de un nuevo proyecto progresista. Ya están diciendo que "la banca europea predice recesión", y lo van a intentar, no cabe duda. Dicen que nos miremos en el espejo de Grecia, y, efectivamente, en el caso de Grecia el apriete de "la troika" fue tremendo: Grecia necesitaba una ayuda ya prometida para subsistir y se la chantajeó con la exigencia de durísimos ajustes (chantaje en el que participó con entusiasmo nuestro gobierno), para ahora argumentar el mal ejemplo de Grecia que "ha bajado las pensiones" y "ha hundido el país en la miseria".
Será muy difícil, pero hay que intentarlo. Hay que atreverse a cambiar las estructuras, a hacer entre todos un país nuevo, más justo, más integrado, en la senda del progreso solidario, del que ninguna comunidad se quiera separar porque aquí habrá cabida para todas las sensibilidades, las culturas y las experiencias de autogobierno.
Será muy difícil, habrá momentos de desaliento y de contradicciones, errores inevitables, pero la perspectiva resulta apasionante.
Claro que para iniciar el camino hace falta compañía. Hace falta que el partido que se llama Socialista y Obrero, que se reivindica socialdemócrata, se decante definitivamente por apoyar esta opción de progreso, y no permita ni por activa ni por pasiva, ni por acción ni omisión, el gobierno del partido neofranquista que albergó a Bárcenas ("sé fuerte"), a Barberá, a Granados, a Fabra, a Matas, a tantísimos otros que son la imagen esperpéntica de una España en catalepsia moral.